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El movimiento agrario colombiano constituye un desafío al modelo neoliberal, afirma el dirigente Oscar Gutiérrez Reyes

Por Philip A. Hough / Revista Nacla   

“Ahora nos toca a nosotros”: el movimiento agrícola colombiano es hoy el más grande en la historia del país.

El surgimiento de regímenes neopopulistas en toda América Latina durante las dos últimas décadas dejó al descubierto profundas fisuras sobre la habilidad de Estados Unidos y sus aliados en el FMI, el Banco Mundial y en la OCM para recomendar reformas económicas de tipo neoliberal como la solución colectiva a los problemas crónicos del subdesarrollo en la región.

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Por Philip A. Hough / Revista Nacla   

“Ahora nos toca a nosotros”: el movimiento agrícola colombiano es hoy el más grande en la historia del país.

El surgimiento de regímenes neopopulistas en toda América Latina durante las dos últimas décadas dejó al descubierto profundas fisuras sobre la habilidad de Estados Unidos y sus aliados en el FMI, el Banco Mundial y en la OCM para recomendar reformas económicas de tipo neoliberal como la solución colectiva a los problemas crónicos del subdesarrollo en la región.

El fracaso del neoliberalismo en América Latina empujó la mayoría de los países hacia la izquierda. Pero Colombia se ha mantenido como un aliado clave de los gobiernos de Bush y Obama, con la elección de presidentes de extrema derecha, Álvaro Uribe Vélez de 2002 a 2006 y del entonces Ministro de Defensa de Uribe, Juan Manuel Santos de 2010 a 2014. Ambos jugaron un papel decisivo en la negociación de los tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea en 2012 y 2013 respectivamente.

Mientras persiste un record espantoso de crítica sobre Colombia por las violaciones a los derechos humanos y al derecho al trabajo, la prensa internacional de izquierda ha enfocado el centro de su atención en el futuro de la izquierda tradicional del país: las FARC y el ELN, el primero de los cuales está en negociaciones de paz con el gobierno de Santos en La Habana. Muy interesante, el destino de la vieja guerrilla de izquierda y de la derecha neoliberal, a la vez, está siendo desafiado por un estallido de movilización de la izquierda que ha recibido muy poca atención.

Durante los dos últimos años, un brote sin precedentes en el radicalismo popular ha parado el país con masivos paros cívicos que siguen amenazando la habilidad de Santos para gobernar. De hecho, el año 2013 presenció el mayor número de protestas en Colombia desde que los investigadores comenzaron a seguir su rumbo hace cuatro décadas (Cinep/PPP 2014). Las protestas que se iniciaron con las luchas de los productores cafeteros contra el gobierno por la liberalización del mercado del café, se ha convertido en un amplio movimiento agrario que incluye agricultores y trabajadores a todo lo largo de la economía agraria y más allá. Este movimiento, impulsado por la organización Dignidad Agropecuaria Colombiana, se configura en este momento como el desafío más importante a la persistencia del neoliberalismo en Colombia y plantea un desafío a una de las últimas resistencias de la hegemonía de Estados Unidos en la región.

La siguiente es una entrevista con Oscar Gutiérrez Reyes, un activista y organizador de larga trayectoria que vive en la región central del café en Colombia, en Manizales, Caldas. Él fue el coordinador de una serie de protestas cafeteras de los años 90 y ahora es una figura central en la recién fundada organización de productores de café, Movimiento por la Defensa y la Dignidad de los Cafeteros Colombianos, que dirigió la última ola de protestas. Ahora también es una figura principal de Dignidad Agropecuaria.

¿Nos puedes decir quién eres y cuál es tu papel en el movimiento Dignidad Cafetera?

Nací en Armero en 1953, Tolima, un pueblo próspero en algodón hasta 1985 cuando fue destruido por la trágica erupción del volcán del Ruiz. Crecí en Bogotá y desde temprana edad me involucré en el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario, MOIR, en el cual sigo militando.

Al principio trabajé con los obreros petroleros en Tibú, Norte de Santander, y después comencé a organizar los recolectores de café en Chinchiná, Caldas. En 1978 fui condenado a un año de prisión por organizar una huelga de recolectores de café, que fue el primer proceso de un tribunal militar bajo el nefasto “Estatuto de Seguridad” del presidente Julio César Turbay. Me vinculé también a numerosos frentes políticos asociados con el sector cafetero, incluyendo un primer comité de luchas llamadas antipeajes que surgieron cuando el gobierno propuso peajes en la recién construida “autopista del café” en la región cafetera. Fui secretario general del alcalde y concejal de Chinchiná en varios períodos y también diputado del Departamento de Caldas entre 2001 y 2007. En 2002, siendo diputado, sufrí un atentado contra mi vida cuyos autores y motivos nunca fueron clarificados.

Soy actualmente el presidente del Polo Democrático Alternativo en el departamento de Caldas, esencialmente una coalición de movimientos de izquierda y de partidos políticos fundados en 2005. También he sido coordinador de las Ligas de Usuarios de Servicios Públicos, fundador del periódico El Usuario y su colaborador regular. En este contexto fui uno de los primeros promotores de un referendo para establecer el uso del agua como un derecho básico fundamental.

Durante los últimos 30 años he sido un líder político de los cafeteros, en la promoción de las más importantes luchas del sector. He sido un asesor de muchas organizaciones agrícolas en las negociaciones con el gobierno nacional—un esfuerzo para obligarlo a cumplir los acuerdos a que se han llegado como resultado del paro nacional de agosto de 2013.

¿Cuáles son los orígenes del movimiento Dignidad Cafetera?

Los orígenes de Dignidad Cafetera pueden ir hasta la propuesta diseñada por el gobierno Santos en 2012 y la Federación Nacional de Cafeteros para incrementar “el impuesto al café” de 6 centavos de dólar por libra a 12.
Indignados porque este impuesto no servía a los intereses de los productores, 50 dirigentes cafeteros de los departamentos productores de café—incluyendo Antioquia, Risaralda, Caldas, Quindío y Valle del Cauca—se entrevistaron con el activista por los derechos de los cafeteros de larga data, el senador Jorge Robledo, en el Gran Hotel de Pereira el 14 de febrero de 2012. Redactamos una carta que fue enviada al presidente Santos en la que se le expresaba el rechazo unánime por los nuevos impuestos de exportación y exponiéndole una lista de peticiones del sector.

Como muestra de nuestra fortaleza y de la seriedad de nuestras convicciones, organizamos una masiva Marcha Nacional del Café el 27 de agosto de 2012, la cual reunió unos veinte mil cafeteros en la ciudad de Manizales. Atemorizado por esta gran fuerza de oposición, el gobierno retiró su propuesta y esta fue la primera de un número de victorias de Dignidad Cafetera.

Entonces Dignidad Cafetera pasó a la ofensiva. Organizamos un comité de planeación—Congreso Nacional Cafetero—para organizar una estrategia de lucha. Esto condujo a una serie de protestas y actos de desobediencia civil. Terminamos obligando al gobierno de Santos a aprobar una subvención económica para los cultivadores de café: dos mil pesos por arroba de café producida, la cual fue aumentada posteriormente a seis mil pesos.

El 17 de diciembre de 2012, en Ibagué, Tolima, decidimos declarar el primer Paro Cívico Cafetero para el 25 de febrero de 2013. En este paro más de ciento cincuenta mil cafeteros de Colombia en todos los sectores, incluyendo los grandes y medianos productores, campesinos, trabajadores e indígenas, protestaron en las vías del país bajo fuerte represión gubernamental. A los huelguistas cafeteros se les unieron los cacaoteros principalmente provenientes del departamento de Santander.

El 8 de marzo, después de once intensos días de huelga, el gobierno cedió. Primero, el gobierno aceptó establecer un programa de subsidios, la Protección al Ingreso Cafetero, que iría a los productores como una donación entre 145 a 165 mil pesos por carga de café para compensar la diferencia entre los precios de venta del café procesado y los costos de producción. Segundo, aceptó participar en una serie de negociaciones alrededor de una lista de demandas, que incluían los problemas de la deuda de los productores, los controles del precio de los insumos, la creciente importación de alimentos caros y de cafés baratos, y el desarrollo de minería a gran escala en regiones cafeteras. Como resultado de estas negociaciones, más de setenta mil cafeteros han podido refinanciar sus deudas.

¿Y qué sobre la creación del movimiento Dignidad Agropecuaria de Colombia? ¿Cuáles son sus orígenes y por qué crear una organización superior a Dignidad Cafetera?

Poco después de los paros de febrero y marzo de 2013, un nuevo paro nacional agrario dirigido por cafeteros y cacaoteros atrajo a paperos y otros campesinos de las zonas frías que organizaron sus propias organizaciones, Dignidad Papera y Cultivos de Clima Frío, así como cultivadores de arroz del Tolima y de otras partes que iniciaron su propia organización, Dignidad Arrocera.

Todas estas organizaciones del movimiento agrícola comenzaron a trabajar conjuntamente para organizar un gran paro nacional agrario—el Paro Nacional Agrario—que se realizó entre el 19 de agosto y el 12 de septiembre de 2013. Este fue el nacimiento de Dignidad Agropecuaria, que reunió a todos en una nueva organización inspirada por el desafío que Dignidad Cafetera le estaba planteando al modelo neoliberal del establecimiento político del país. En la actualidad, las organizaciones de Dignidad ya incluyen los productores de café, cacao, caña panelera, arroz, papa, cebolla, leche, alverja, banano, aguacate, frutas y cereales.

Aunque el paro nacional agrario fue reprimido fuertemente por las fuerzas de seguridad y estigmatizado por los medios, fue un gran éxito, porque obtuvimos un nivel de solidaridad que nunca había existido en la historia del país. Gentes de todas las partes salieron a las calles con pancartas y se unieron a la protesta, y se dieron manifestaciones de apoyo en Bogotá y en la mayoría de las capitales de los departamentos, especialmente en Tunja, Popayán, Cali, Bucaramanga y Medellín. Este apoyo ayudó a inclinar la balanza del poder hacia nosotros en la negociación con el gobierno. Desafortunadamente, en este punto, el gobierno no ha cumplido hasta ahora la mayoría de las promesas a que se comprometió en estas negociaciones.
El 6 de octubre de 2014, tuvimos el Primer Congreso Nacional de Dignidad Agropecuaria para organizarnos oficialmente como gremio.

¿Por qué Dignidad Agropecuaria está ahora discutiendo la necesidad de conformar un gremio como el que han utilizado generalmente las élites económicas tradicionales?

Ahora nos toca a nosotros. Los gremios que ahora existen en el país no representan los intereses y el bienestar de los agricultores. Es así, los gremios se financian por los llamados fondos “parafiscales”. El manejo de estos fondos, a dónde se destinan, cómo son distribuidos, a quiénes y con qué propósitos, están negociados para cumplir las demandas del propio Estado, un Estado que históricamente ha sido el mecanismo de control de las clases dominantes del país.

¿Había un acuerdo entre los líderes de Dignidad Agropecuaria de que esta era la dirección correcta? ¿En qué consisten lo debates internos sobre la utilidad de establecer una organización de productores más formalizada?

El debate interno giró alrededor de cómo centralizar la organización de tal manera que le imprimiera autonomía frente al gobierno, los partidos políticos y el proceso de paz que se desarrolla entre las FARC y el gobierno de Santos en La Habana. No estamos unidos a ningún partido político y no estamos involucrados de ninguna manera en la lucha armada. Sin embargo, tenemos que manejar el punto de la política electoral y del partidismo con sumo cuidado para no dividir la organización. Es imperativo que mantengamos esta distancia porque si llegamos a identificarnos con los intereses de un partido por encima de los de otro, no podremos mantener nuestra unidad entre los diferentes sectores y grupos de productores en todo el país, y no seremos capaces de formar el tipo de frente unido que requiere el desafío del modelo neoliberal y sus defensores en el gobierno.

¿Cómo explica el éxito actual de Dignidad Agropecuaria? ¿Por qué Colombia no había experimentado hasta ahora un movimiento agrario como como Dignidad Agropecuaria?

Dignidad Agropecuaria es un reflejo de la crisis agraria nacional de Colombia, una crisis causada ante todo por la liberalización que trajeron los tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea. Y, por supuesto, fue el resultado de una larga historia que ha vinculado las políticas domésticas sociales y económicas a los intereses de Estados Unidos que creó condiciones de un atraso histórico. Lo que Dignidad Agropecuaria ha hecho es crear una plataforma para los campesinos del país y los productores agrícolas no monopolistas que defiendan sus intereses sociales y económicos, así como promover el derecho de Colombia a la soberanía alimentaria. Por eso Dignidad Agropecuaria ha sido tan exitosa en movilizar la gente para tomarse las calles y protestar por sus derechos y lo mismo en promover cientos de líderes, hombres y mujeres a todo lo largo del país, ahora a la cabeza de la organización con presencia en todo el entorno social y económico del país.

Los sindicatos colombianos han sido sometidos a los más atroces niveles de represión por los empleadores, el Estado, y los paramilitares casi desde 1980. Y a pesar de que se han adoptado los códigos laborales pactados en los tratados de libre comercio de Colombia con Europa y Estados Unidos, los sindicalistas siguen siendo asesinados con casi total impunidad. ¿Ha podido el movimiento agrario hacer alianzas con los obreros organizados? Si es así ¿qué papel juega el trabajo organizado?

Hemos hecho acuerdos importantes con las principales federaciones del movimiento obrero, principalmente con la CUT. Los sindicatos obreros le dieron apoyo financiero a los paros de cafeteros y de agricultores, enviaron delegaciones de solidaridad durante las protestas y publicaron numerosos avisos de prensa para apoyar nuestros esfuerzos. Los sindicatos de trabajadores agrícolas, como los corteros de la caña de azúcar en el Valle del Cauca, apoyaron nuestras protestas en 2013. También el Sindicato de Trabajadores de la Federación Nacional de Cultivadores de Café, SINTRAFEC, apoyó el paro nacional cafetero de febrero de ese año. Hemos recibido también actos de solidaridad y apoyo de los trabajadores de empresas públicas (CHEC), de los obreros petroleros de la USO, de la Federación de maestros (FECODE), además de la de los vendedores ambulantes como los de Manizales, entre otros.

Estos acuerdos de alianza que vinculan los obreros de la agricultura, la minería, la energía y la industria son muy importantes para nosotros, porque el único camino para derrotar el modelo neoliberal y negociar efectivamente las políticas de libre comercio que están destruyendo el aparato productivo es uniéndose en una gran alianza. Este es, por supuesto, nuestro objetivo global.

Muchos activistas obreros y campesinos defienden que el neoliberalismo es un fenómeno global que requiere unas organizaciones transnacionales. Hasta ahora el movimiento agrario colombiano parece estar orientado hacia una organización de nivel nacional. ¿Qué objetivos se pueden lograr a este nivel?

Tenemos una lista de reivindicaciones por las que estamos luchando, unas orientadas hacia los aspectos coyunturales de la crisis y otras dirigidas a la trasformación estructural de los problemas que afectan el sector. Sobre el primero, la crisis sobrevino por la caída reciente en los precios internacionales del café de Colombia. Los cafeteros del país han estado protegidos de caídas similares en los precios internacionales por un sistema de precio básico en la venta doméstica fijado por el costo de vida local. Este sistema fue suprimido en los años que siguieron a la disolución del Pacto Internacional del Café y al sistema de cuotas en 1989 y solamente se retomó gracias a las movilizaciones organizadas por Unión Cafetera.

El problema es que el sistema del nuevo precio ató los precios locales a una fórmula calculada de acuerdo al promedio de los precios internacionales y al valor del dólar, que están muy por debajo de los costos de producción de los caficultores. Este problema se ha agravado por la devaluación del peso hecha por el gobierno para promover la agroindustria a gran escala y las exportaciones del sector extractor. El problema estructural que produce la crisis, por otro lado, no es fácil de solucionar. La liberalización del mercado internacional del café que siguió a la eliminación de la cuota fija del Pacto Internacional del Café y del sistema de precios les ha vuelto muy difícil a los productores colombianos competir en el mercado global contra el café producido en Brasil, Vietnam y en otros países exportadores, dados los altos costos de la mano de obra y de la producción. Por ejemplo, el café de Brasil es el más barato debido a su alto grado de tecnificación –el uso de tractores, avionetas y maquinaria para cosechar y pesar—lo cual reduce dramáticamente los costos de producción.

La producción vietnamita de café refleja el lado opuesto de la crisis para los productores colombianos de café: los costos de producción son tan bajos—alrededor de tres dólares por día—substancialmente más bajos que el promedio de alrededor de 12 dólares por día en tiempos normales en Colombia. Durante las cosechas, los trabajadores son pagados por un sistema a destajo, lo cual significa un costo más alto para el pequeño productor promedio que los emplea.

También la dinámica nacional e internacional del mercado afecta seriamente el bienestar de los productores. El mercado del café está dominado por multinacionales que imponen los precios del mercado y buscan ganar gracias a la especulación y a la volatilidad de los precios del café en Wall Street. Inclusive, si existe un piso doméstico de precios y una compra garantizada del grano para los productores, la liberalización del mercado del café crea incertidumbres que son excepcionalmente poderosas y perjudiciales para quienes viven de la producción del café destinado al mercado.

No veo cómo, dados estos desequilibrios del mercado, Colombia tenga un futuro agrícola, excepto la ruina. Estamos importando más de diez millones de toneladas de productos agrícolas para el consumo doméstico. ¡Es casi el 50% de la dieta básica de los colombianos!

¿Usted cree que los cafeteros colombianos vislumbran un futuro que no requiera una producción de café destinada al mercado de exportación como una fuente básica de su ingreso doméstico?

El café está en una situación muy difícil. Pensar en una solución estable, duradera, no será pronto y fácil. Resulta útil comenzar con la idea de que los productores necesitan subsidios y precios estables para el café y que los esquemas de mercado que se adopten deben limitar el poder de los monopolios que imponen los precios en el mercado internacional. Nada de esto se puede conseguir sin luchar a nivel nacional por un conjunto de políticas centrado en el objetivo de la soberanía agraria. Es allí donde reside el problema y por tanto la solución.

Traducción del inglés por José Fernando Ocampo T.

Revista Nacla, E.U

 

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