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El Niño no tiene la culpa

Por Daina González Navas / Desde Abajo  

Ad portas de un fenómeno de El Niño, que según el Ideam aún ni se pronuncia, Colombia vive una crisis de desabastecimiento de agua que requiere atención prioritaria. La falta de planes de acueductos efectivos, el aumento de actividad minera y la ausencia de leyes que protejan los ecosistemas de zonas de alta montaña, son algunas de las causas de esta crisis.

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Por Daina González Navas / Desde Abajo  

Ad portas de un fenómeno de El Niño, que según el Ideam aún ni se pronuncia, Colombia vive una crisis de desabastecimiento de agua que requiere atención prioritaria. La falta de planes de acueductos efectivos, el aumento de actividad minera y la ausencia de leyes que protejan los ecosistemas de zonas de alta montaña, son algunas de las causas de esta crisis.

Dos escenas vividas paralelamente y con frecuencia en la geografía colombiana: la primera, protagonizada por Samuel Arregocés en Hato Nuevo, Guajira, bajo el sol implacable que sin conmiseración sube hasta los 36° centígrados y cae directo hacia su cabeza o sobre el pavimento, hirviendo. La piel áspera y agrietada de este Guajiro pidiendo en silencio agua, mientras alista baldes, ollas, vasijas y todo aquello que tenga la suficiente profundidad como para contener el líquido con el que podrá subsistir ocho días, o quizá diez, o quizá quince, ya que esta vez no se sabe con exactitud cuánto tiempo tardará el carrotanque en llegar a este municipio.

La segunda, a mil kilómetros de ahí, a una temperatura un poco más baja, sin quitarle lo implacable, en Yopal, Casanare. En este municipio la escena no cambia mucho, la única diferencia es que la piel áspera y agrietada que pide agua en silencio es la de un casanareño que desde hace tres años debe acercarse a las plantas portátiles de suministro de agua enviadas por diferentes instituciones o debe esperar a que uno de los carrotanques pase cerca a su casa para llenar albercas, canecas y ollas con el líquido que hoy para algunos en Colombia no parece ser tan preciado.

Podríamos describir más escenas: En Cartagena, Barranquilla, Montería, Santa Marta Magdalena, Putumayo, Vichada, Meta y hasta en el Chocó que, aunque no se nombran en esta coyuntura, han sufrido desde tiempos inmemorables el desabastecimiento de agua y el pésimo manejo de los planes de acueducto, realidades hoy acentadas con la sequía propiciada por un supuesto fenómeno del Niño que según los expertos aún ni se pronuncia. Sin embargo, empecemos por nombrar la reiterada paradoja tan popular de estos días: Colombia, el país con una de las mayores ofertas hídricas del planeta, el 60 por ciento del total de la riqueza hídrica del mundo para ser más exactos, según la revista The Economist, con una ubicación geográfica de variada topografía y clima diverso y privilegiado, hoy “muere” de sed.

La situación es crítica pues, de acuerdo con el Estudio Nacional del Agua –ENA– del 2013, 19 municipios tienen una vulnerabilidad hídrica de desabastecimiento muy alta y otros 117 tienen una vulnerabilidad alta. Esto sin tener en cuenta los 147 municipios colombianos que actualmente no cuentan con información registrada.

Tan serio es el hecho que, según el Instituto de Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), en los años noventa Colombia tenía alrededor de 737.000 cuerpos de agua entre ríos, lagunas y ciénagas, y era el cuarto país en el mundo con mayor cantidad de agua dulce por habitante. Ahora está en el puesto 24.

Hoy, de nuevo, es visible la crítica situación que vive gran parte del país por no tener la cantidad y calidad de agua necesaria para subsistir. Lo extraño es que ante esta crisis descarguen la culpa a un fenómeno climatológico que, según las apreciaciones de Gustavo Wilches Chaux, experto en derecho ambiental y autor de diversas obras sobre el fenómeno de El Niño, aún ni se pronuncia.

La culpa es de un niño que no ha despertado

Insiste el presidente Santos en los medios que, “el Gobierno está tratando de mitigar las consecuencias de El Niño, que causa un elevación de las temperaturas del planeta”. Este discurso que afirma la existencia de un fenómeno que aún no es palpalbe, son desmentidas con las apreciaciones del investigador Whilches Chaux, “Lo que está ocurriendo no puede atribuirse al Niño ni al cambio climático, es más bien un fenómeno de sequía de variabilidad climática que se ha presentado con mucha frecuencia inclusive en épocas recientes. Lo que queda en evidencia es que los ecosistemas cada vez son más vulnerables y que han ido perdiendo la capacidad de convivir con los cambios del clima, no solo con lo “anormal” sino con lo normal”.

Por otro lado, el activista de la organización Censat-Agua Viva, Danilo Urrea, opina que nombrar al fenómeno de El Niño es solo una estrategia de las entidades gubernamentales para culpabilizar a la naturaleza de los estragos causados por el modelo de desarrollo que viene aplicando el país en los últimos 50 años: “más que esas imaginaciones que las instituciones hoy ponen en la opinión pública para salvar su responsabilidad con lo que hoy pasa con el agua en el país, tendríamos que ver las causas estructurales entendidas en el modelo de desarrollo que ha venido aplicando Colombia”, asevera Urrea.

Entonces si la culpa no es del niño ¿de quién es?

La lista de culpables del desabastecimiento de agua en Colombia es larga: la expansión de actividades agrícolas y ganaderas en la zona de páramos y bosques de niebla; la contaminación de las aguas superficiales por aguas residuales industriales, domésticas, y el arrastre de compuestos procedentes de los procesos de extracción minera; la deforestación por actividades extractivas; la minería descontrolada; la mala planificación del territorio; la ausencia de Planes de Ordenamiento Territorial efectivos; la falta de concientización ciudadana ante la necesidad de variar el modelo de desarrollo y de consumo; pero, sobre todo, por la falta de políticas públicas que prioricen el tratamiento y abastecimiento de agua en todos los rincones del país sobre cualquier tipo de actividad económica que pueda perjudicarla.

Parte de esta realidad está resumida en el comunicado del 4 de junio del Defensor del Pueblo, Jorge Otálora Gómez, cuando confirma que la situación de desabastecimiento que vive en estos momentos el país “evidencia la falta de planeación de algunas autoridades administrativas para ofrecer soluciones estructurales a los problemas de abastecimiento de agua en forma oportuna, continua y con calidad para todos los ciudadanos”.

Hay que corregir. No tenemos mucho tiempo para dejar de cometer estos errores pues según predicciones del Ideam, hacia el año 2050 el 60 por ciento de los páramos del país serán historia. Los ecosistemas en mayor riesgo de desaparecer son los de alta montaña: páramos y glaciares donde está ubicada la mayor oferta hídrica que consumen los colombianos. Para evitar que esta alerta sea una realidad el Gobierno debe liderar la cuidadosa restauración de cada uno de los ecosistemas que son fundamentales en el ciclo del agua. Por la misma dirección se dirige la opinión del exministro de ambiente, Manuel Rodríguez en una entrevista para la W Radio: “Hemos producido una profunda desregulación al ciclo del agua. Uno puede decir que estos lugares en la época de lluvia acumulan un colchón de agua y en épocas de verano liberan el agua, pero cuando se deforesta desaparece ese repuesto y eso es lo que causa lo que estamos presenciando en estos años”.

El país necesita la existencia de leyes que protejan de manera especial estas zonas de gran valor ambiental, vitales en la regulación del ciclo del agua. Ya en el pasado se intentó con el proyecto de ley 206 de 2013 que buscaba prohibir de manera total la exploración y la explotación de hidrocarburos y la minería en páramos, y hacerla parcial en humedales. Sin embargo el proyecto de ley está archivado a la espera de aprobación.

De la misma forma la Ley 1382 de 2010, que buscaba reformar el Código Minero de 2001 para excluir de esta actividad a las zonas protegidas y de reserva forestal y aumentar los requerimientos para obtener títulos mineros, la que fue demandada ante la Corte Constitucional debido a la ausencia de una consulta previa en las comunidades indígenas y perdió su plazo para legislar en mayo del 2013.

Asimismo quedó sin concreción la gran y oportuna iniciativa por el derecho al agua liderada por Ecofondo, saboteada en última instancia por el Congreso de la República. Iniciativa que cumplió con todos los requisitos legales, entre ellas las miles de firmas (236 mil la estamparon, además de las 1.255 organizaciones sociales que también lo refrendaron) para inscribirlo ante la Registraduría Nacional, y los millones para presentar la iniciativa de Ley ante el Congreso.

Como podrá recordarse, esta era una propuesta de reforma constitucional denominada Referendo del Agua, que intentaba el reconocimiento del acceso al agua potable como un derecho humano fundamental, la garantía de un mínimo vital gratuito para todos, la conservación del medio ambiente para que haya agua abundante y limpia para las generaciones de hoy y de mañana, el respeto de la diversidad cultural y territorial del agua, y una gestión pública estatal y comunitaria de la misma sin ánimo de lucro que reverse la privatización actual.

Estas iniciativas, olvidadas, hoy son prioritarias, hoy deben ser un tema constante en los debates del Congreso, pues las predicciones del Ideam poco a poco están siendo parte de la realidad colombiana.

“El verdadero conflicto en Colombia será por el agua”

Ser el segundo país megadiverso en el mundo nos ha quedado grande. “Colombia tiene una tasa de deforestación cercana a 147 mil hectáreas de bosque al año. Estamos por encima de la media de la OEA”, informa Omar Franco, director del Ideam, en entrevista para Entre Lineas, quien además agrega que “nos han hecho falta reglas de juego claras”.

Falta controlar a las empresas de diveso carácter. Según la ley, los sectores productivos que lo requieran para su labor económica deben solicitar una concesión de aguas y son las Corporaciones Autónomas Regionales quienes la otorgan. La pregunta entonces que flota en el ambiene es, ¿qué regulación están haciendo de estas concesiones?

Del lado social y comunitario no hay pasividad. En el 2013 las luchas sociales en Colombia llegaron a la cifra de 1.027. De este número un 23 por ciento fueron ocasionaron por inconformidad en aspectos relacionados con el hábitat en donde se incluye, claramente, el problema del desabastecimiento del agua, convertido en uno de los motores de las luchas sociales en el país en los últimos años, “dado el incremento de actividades extractivas que amenazan destruir los territorios que garantizan el ciclo hídrico”, afirma el informe especial del Centro de Investigación y Educación Popular – Programa por la Paz (Cinep) sobre Luchas sociales en Colombia 2013.

Entre las protestas sociales que tomaron cuerpo en tal año se encuentran: Tasco, Boyacá, en defensa del páramo de Pisba; Tabio, Cundinamarca y su marcha del 29 de abril ante la extracción de arcilla, gravilla y carbón en territorio donde están los seis nacimientos de agua que abastecen a la población; Castilla La Nueva y Guamal, Meta, población movilizada para evitar que Ecopetrol adelantara la exploración de pozos petroleros aguas arriba de la bocatoma de su acueducto; Bucaramanga y la extracción minera en el Páramo de Santurbán; Majagual, Sucre, que protestaron para denunciar que el agua que consumen está contaminada con bacterias, mercurio y plomo proveniente de la explotación minera de oro en el Río Cauca. La lista sigue y es larga. De seguir así, muy seguramente se cumpla la condena sentenciada por Tatiana Roa, directora de la organización Censat agua viva: “es probable que lleguemos a la solución del conflicto armado pero emergerán otros conflictos sociales y ambientales que por ahora han pasado desapercibidos”.

La población del mar al borde de la sed: Costa Caribe

El protagonismo de esta ola de sequía que sufre el país sin duda está localizado en la Costa Caribe. Colombia, a pesar de ser una potencia hídrica cuenta con una distribución inequitativa del vital líquido. La región Caribe, junto a la Andina, representan el 70 por ciento del territorio colombiano y tienen solo el 21% de agua disponible.

Según aproximaciones realizadas por Omar Franco, 120 municipios de la región Caribe tienen en este momento la alerta roja por situación de abastecimiento de agua y afectación por la ganadería y la agricultura. Entre los departamentos con mayor afectación están: La Guajira, Magdalena, Córdoba, Atlántico, Sucre, Bolívar y Cesar. ¿Qué es lo que sucede en la costa Caribe?

Danilo Urrea, analiza el problema más allá de la coyuntura del cambio climático, remontándose al año 1994 fecha en la que se aplica en el Caribe colombiano la ley 142 o Servicios Públicos Domiciliarios, donde quedó definido que el servicio de agua puede ser prestado por empresas públicas o privadas. “Desde ese momento, y no quiero decir que antes estuviera mucho mejor la costa por que el Estado tampoco pudo resolver el problema de la prestación del agua cuando lo hacía directamente, se ha construido una política nacional de agua de espalda a las realidades territoriales, a unos fenómenos demográficos que, analizando adecuadamente, no tendrían tanta dificultad”.

Un caso palpable de esta problemática es el de Santa Marta donde las redes de acueducto construidas en los años 50 aún son las mismas que abastecen a la población, sin tener una planificación del crecimiento demográfico.

En la Guajira, el problema es un poco más complejo y obedece también, según Urrea, a una privatización del recurso. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) “17 millones de litros de agua gasta al día la mina de carbón del Cerrejón, mientras una persona en la Guajira tiene acceso a 0.7 litros de agua al día”, la cifra es preocupante si tenemos en cuenta que según el Derecho Humano al Agua de la ONU, la cantidad mínima del precioso líquido a la que una persona debe acceder al día es de 50 litros.

Urrea enfatiza, “Si vemos la minería del Cerrejón de 33 años en la Guajira y la explotación petrolera de casi 50 años en los Llanos Orientales analizamos que hay una confluencia de factores que ponen a esas regiones en sequia ¿será solo casualidad que los lugares donde se realice explotación las fuentes de agua se hayan secado y contaminado como el río Ranchería en la Guajira?”.

Al problema que vive la Guajira, Samuel Arregocés, habitante de Hato Nuevo, plantea una pregunta: “El Cerrejón tiene tres plantas potabilizadoras y desalinizadoras de agua ¿por qué no poner una o dos plantas a disposición de la comunidad de la alta Guajira?”

Las decisioines por tomar no dan espera, más aíun cuando dificilmente puede verse como coincidencia el hecho de que los mismos lugares que sufrieron por las inundaciones en el 2010 y 2011 sean los que hoy sufren la sequía y sean quienes hoy también se disputan el agua con las multinacionales. El problema, más allá de si en algún momento habrá Niño o no es que en las diferentes mesas de diálogo instaladas entre comunidades en conflicto y el Gobierno persistan en prometer decisiones superficiales sobre el líquido, que hoy parece tener entre comillas su adjetivo “vital”.

Desde Abajo, Bogotá.

 

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