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El progresismo latinoamericano desplazó el eje político

Por Juan Manuel Karg / La Época  

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía, profesor universitario, y director del CELAG -Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítico-. Con diversos trabajos y ocupaciones en Buenos Aires, Quito, Caracas, y La Paz, ciudades en las que vive, es un andaluz “cada día más latinoamericano”, tal como él mismo afirma. En esta charla, habla sobre la realidad política y económica de América Latina, y la aparición de una “nueva derecha” a nivel continental,

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Por Juan Manuel Karg / La Época  

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía, profesor universitario, y director del CELAG -Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítico-. Con diversos trabajos y ocupaciones en Buenos Aires, Quito, Caracas, y La Paz, ciudades en las que vive, es un andaluz “cada día más latinoamericano”, tal como él mismo afirma. En esta charla, habla sobre la realidad política y económica de América Latina, y la aparición de una “nueva derecha” a nivel continental,

representada en Henrique Capriles en Venezuela, Mauricio Rodas en Ecuador y Sergio Massa en Argentina.

Juan Manuel Karg (JMK).- ¿Cuál es tu mirada sobre el momento actual que vive América Latina, y en particular los acontecimientos que vienen sucediendo en Venezuela hace un mes y medio?

Alfredo Serrano Mancilla (ASM).- Estamos en un momento geopolítico a nivel mundial donde Estados Unidos ha tomado una decisión firme para el 2014: recuperar en buena medida su hegemonía unipolar, y económica. Creo que esto explica parte de lo que puede suceder en el mundo, y también tiene un daño colateral con lo que pueda suceder en América Latina. Estados Unidos está procurando una “guerra” contra los emergentes porque le preocupa mucho que China cambie su política económica y se “desamericanice” y que la alianza de los BRICs sea cada vez más sólida -del 60 al 80% de las transacciones de este bloque son en otras monedas y no en dólares-.

Este momento de Estados Unidos hace que haya una arremetida a escala mundial y también en América Latina, que es un polo propio, económico, político, que vive una suerte de cambio de época, en un sentido posneoliberal, en los últimos años. Estos cambios, llevados adelantes por muchos países progresistas de la región -aún con sus diferencias- provoca que haya que buscar mecanismos nuevos, con un relato de la derecha diferenciado al que tenía hace veinte años, con líderes como Massa, Capriles, Rodas en Ecuador habiendo ganado Quito, el propio Santos -con un discurso completamente diferente al de Uribe en términos de narrativa política-, Campos en Brasil, hasta Peña Nieto con un discurso diferente al que venía del PAN.

Este nuevo contexto hace que haya nuevas arremetidas contra gobiernos como el venezolano y el argentino, a los cuales hasta el momento vencerlos en las urnas les resulta absolutamente imposible. Venezuela es el país donde ha habido más intentos por las urnas y más derrotas de la derecha (el último, con el “plebiscito”, de las municipales de fin de 2013).

JMK.- Mencionaste a algunos dirigentes de la “nueva derecha” continental: Massa, Rodas, Capriles. ¿Qué crees que tienen en común?

ASM.- Creo que procuran presentar un nuevo momento, un estadio nuevo: el de la pos política, el creer que todas las discusiones son técnicas o tecnocráticas, y no políticas. En la economía posiblemente es el espacio donde más ha trabajado esto de que llegan tecnócratas del FMI, del Banco Mundial, de la Unión Europea. Yo creo que justamente en América Latina la “vieja política” se ha dado cuenta de que su discurso estaba caducado, incluso era víctima de los efectos de las décadas perdidas del neoliberalismo. Un ejemplo en Ecuador, antes de la aparición de Rodas: al banquero Lasso, con un discurso a la vieja usanza de la partidocracia de los 80, le fue muy mal en las presidenciales de 2013.

Entonces se intenta renovar el discurso y la narrativa, con rasgos particulares: no confrontan contra los líderes que tienen un fuerte respaldo mayoritario. En Argentina primero lo han intentado con Binner, y ahora con Massa, no confrontando directamente con Cristina. Capriles es el ejemplo más fuerte por las últimas campañas presidenciales: no confrontaba con Chávez. Y Rodas gana en Quito no confrontando con Correa. Me atrevería a decir que tienen un discurso donde tienen que jugar en el nuevo eje político de la América Latina. Esa es una victoria del progresismo latinoamericano, que ha desplazado el eje político, y ahora ya no vas a escuchar ni a Massa ni a Capriles ni a ninguno de ellos plantear directamente cuestiones de ajuste neoliberal. Seguro, van a discutir cuestiones como la reducción de los impuestos, la lucha contra la inseguridad -pidiendo endurecer penas, como hace Massa respecto al Código Penal acá en Argentina-. Pero sin embargo, en las discusiones de gasto social, no va a discutir nadie las políticas de las misiones en Venezuela, ni la política de Asignación Universal por Hijo en Argentina.

La nueva derecha se da cuenta que tiene que intentar captar una mayoría que ha salido victoriosa en esta década ganada latinoamericana, no sólo en Argentina sino en países como Ecuador, Bolivia y demás. Este cambio es un aspecto muy notorio de la nueva derecha latinoamericana, conformando además gente alejada de las viejas partidocracias. Porque muchos lugares ganaron opciones no pertenecientes a las viejas partidocracias -como Correa, Evo y Chávez- y han hecho entender a la derecha que no se puede ganar hoy en día con una estructura AD-COPEI en Venezuela, o con el partido social cristiano en el Ecuador, o con la derecha santacruceña en Bolivia. Intentan renovar el discurso, las alianzas, con gente aparentemente nueva, sin estar anclados en la vieja partidocracia.

JMK.- En el caso argentino, ¿cuál pensas que podría ser el horizonte de Massa en cuanto a la integración regional?

ASM.- Hay que tener claro que si Massa llegara a la presidencia de Argentina, habría una nueva inserción geopolítica del país en la región. Es probable que se hagan guiños con la Alianza del Pacífico, y aunque no creo que saliera del Mercosur -por la dependencia económica, todavía-, no haría declaraciones tan contundentes respecto al intento de golpe que está sucediendo en Venezuela, por ejemplo, como si hizo el gobierno de Cristina. Massa en el gobierno sería, probablemente, una persona mucho más cercana a Santos que a Rafael Correa.

JNK.- ¿Qué papel cumple la Alianza del Pacífico en el momento que vive la región? ¿Qué significa su emergencia?

ASM.- Creo que la Alianza del Pacífico es una reedición del ALCA, pero con muchos matices nuevos. Han aprendido de la integración fallida del ALCA. Entre ello, no ponen a Estados Unidos en “la foto” de las cumbres: son los presidentes, pero sin referencia pública a EEUU. Han entendido que no pueden integrarse sólo comercialmente, sino que también lo hacen en otras esferas del área económica: hablan de integración financiera, de integración bursátil. Incluso es muy llamativo: han creado un consejo de empresarios. Como el ALBA tiene el consejo de movimientos sociales, ellos tienen su consejo de empresarios.

Han aprendido también con que no tienen que romper con las integraciones preexistentes en América Latina. La Alianza del Pacífico no va a romper con Mercosur, no va a pelearse con la Comunidad Andina de Naciones, no va a discutir Unasur. Han entendido que estamos en un momento de no disputa o de no confrontación con espacios ya integracionales sólidos. Además intentan pescar en el río revuelto de Centroamérica, con la traída de Panamá y Costa Rica, y puede que El Salvador en el corto tiempo.

Esto es la Alianza del Pacífico que copia del ALCA la esencia de integración neoliberal, pero que lo actualiza en formato 2012-2014. No sé si el objetivo final es poner en jaque al proceso de integración, pero si tener un espacio de poder propio, que de alguna manera pueda competir con aquel bloque ya emergido que es el Mercosur a nivel mundial -una quinta economía del mundo en la cual ningún país de corte neoliberal está adentro-. Creo que la Alianza del Pacífico es darse cuenta que no les ha funcionado ninguna de las estrategias que llevaron adelante en los últimos años, con Chávez como gran arquitecto de la integración regional. Esto ha forzado a la creación de la Alianza del Pacífico a una velocidad grande, pero a veces hay que dejar claro que “no es oro todo lo que reluce” dentro del bloque: los conflictos sociales que existen desde México, Chile, Perú y Colombia son demasiado grandes como para que una integración “por arriba”, y económica exclusivamente, fuera exitosa y virtuosa. Y hay que señalar que si bien Chile no va a romper con la Alianza del Pacífico con la nueva presidencia de Bachelet, si da señales de acercamiento a Mercosur, a Argentina, a los países del ALBA, incluso a reforzar a la Unasur, y provoca que la Alianza del Pacífico vaya a tener un poco de menor fuerza en el corto plazo.

Lo que tampoco es cierto es que la Alianza del Pacífico vaya a tener un canal de comercio sólo con el Pacífico: dicho de otro modo los países del resto de la región tienen una relación con China y con el resto del Pacífico absolutamente fluida. No es que la Alianza del Pacífico sea el único bloque que tenga relaciones con China: ya las tiene Brasil, Ecuador, Argentina, Venezuela. Creo que esto es más un espacio de mucho marketing: cuando uno mira cifras, la Alianza del Pacífico en comercio intrabloque es del 4%. Tiene un comercio intrabloque escasísimo y con pocos niveles de complementariedad. Además, hay algo importante: los cuatro países tienen acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y con Europa, lo cual dificulta emerger como bloque propio. En el fondo es un bloque emergente dependiente de los países centrales, por lo cual es poco probable que haya un cambio cuantitativo en la integración regional a través de la Alianza del Pacífico.

La Época, La Paz, Bolivia.

 

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