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“En Colombia nos hemos acostumbrado a vivir bajo el imperio y mandato de la corrupción”, afirma Juan Carlos Henao, rector de la Universidad Externado

Por Gloria Ortega Pérez / Sentipensantes.blogspot.com.co  

Qué Colombia es un país corrupto, no hay la menor duda. Donde uno mete la nariz huele feo, asevera el relevante jurista Juan Carlos Henao, rector de la Universidad Externado de Colombia desde mayo de 2012.

Vamos de un escándalo a otro sin tregua. No terminamos de conocer un caso, cuando caemos atónitos, presos de indignación, en otro.

Por años los medios no se ocupan de otra cosa que en notificar al país los delitos cometidos por congresistas, funcionarios, contratistas, empleados y servidores públicos.

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Por Gloria Ortega Pérez / Sentipensantes.blogspot.com.co  

Qué Colombia es un país corrupto, no hay la menor duda. Donde uno mete la nariz huele feo, asevera el relevante jurista Juan Carlos Henao, rector de la Universidad Externado de Colombia desde mayo de 2012.

Vamos de un escándalo a otro sin tregua. No terminamos de conocer un caso, cuando caemos atónitos, presos de indignación, en otro.

Por años los medios no se ocupan de otra cosa que en notificar al país los delitos cometidos por congresistas, funcionarios, contratistas, empleados y servidores públicos.

Una cotidianidad criminal que abarca a todo el territorio colombiano sin que se salve ninguna rama del poder público. Pasa por igual en entidades locales, departamentales y nacionales.

Desfalcos al erario público; desvió de recursos; enriquecimiento ilícito; peculados; pago de coimas; cohechos; prevaricatos; ocultamiento de bienes; fraudes, sobornos; tráfico de influencias; extorsiones; nepotismo…

No hay un solo delito del amplio “vademécum jurídico” de la contratación pública que no sea tema de conversación diaria en el país.

Una estado de inmoralidad que tiene origen en el perverso legado de valores y prácticas desde la colonia.

¿Qué pasa con la conducta de los individuos en Colombia? ¿Existe una conducta delincuencial socialmente aceptada, moldeando estereotipos que se reproducen? ¿Cómo se puede transformar esta realidad cultural que recupere una ética y dignidad humana?”

Para Juan Carlos Henao la corrupción es lo peor, lo más nefasto que le puede pasar a un país porque ataca a la democracia.

Nos hemos acostumbrado a vivir bajo el imperio y mandato de la corrupción, subraya el Rector. 

En enero pasado la Fiscalía General reveló que 559 alcaldes y 10 gobernadores recién posesionados, tienen procesos abiertos con la justicia. Solamente cuatro departamentos, Guainía, Guaviare, Vaupés y Vichada no tienen ningún alcalde investigado.

Amparados por la impunidad, la complicidad en la lentitud de la justicia y la cuerda deshonesta de empleados, abogados, fiscales y hasta jueces, todos por igual se ferian los recursos aportados por la ciudadanía sin que pase nada.

Según un estudio de la Universidad del Norte publicado en el diario El Heraldo, en dos décadas la corrupción le ha costado al país cerca de 189 billones de pesos, un 4% del PIB.

Juan Carlos Henao, quien fuera magistrado y presidente de la Corte Constitucional considera que la corrupción “tiene que ver con la concepción del mundo que se tenga y la necesidad de seguridades que se imponen hoy en la sociedad”.

En Colombia el sistema está atado a la corrupción

Gloria Ortega Pérez (GOP). Rector, todos los días nos dormimos con una historia de corrupción y desayunamos con otra. ¿Qué está pasando?

Juan Carlos Henao (JCH). Qué Colombia es un país corrupto, no hay la menor duda. Donde uno mete la nariz huele feo. 

No quiero decir que en toda sociedad hay corrupción. Pero lo que está pasando aquí es que llegamos a unos límites insostenibles.

Acostumbrarse a que las cosas se tienen que hacer por corrupción, sea en la rama judicial, en el ejecutivo, en donde sea, altera por completo los valores de la sociedad.

El sistema está atado a la corrupción. No es ni siquiera que una persona sea o no corrupta. Es que ya se tiene diseñado que, de tanta parte del presupuesto, tanto se va para tal departamento. Y en ese departamento tiene influencia tal senador o político. Se sabe de quién es el contrato, quién va a hacer el puente o lo que sea, viene amarrado. 

Es una estructura que los colombianos tenemos que cambiar. 

GOP: Hace 15-20 años se decía que el Estado colombiano estaba secuestrado por el paramilitarismo. ¿Ahora pasó a estar secuestrado por la corrupción organizada?  

JCH: Tristemente sí. Pero no se puede hacer una distinción entre paramilitarismo y corrupción porque el paramilitarismo también es corrupción. Sigue siendo dueño de un sinnúmero contratos en muchos departamentos del país.

¿De qué sirve que yo me prepare como  gran abogado y haga un estudio magnífico sobre mi caso si la lógica de la solución del mismo va por otro lado?

¿Para qué escribo un buen memorial si resulta que el juez está comprado y ni siquiera se va a leer lo que yo voy a preparar?

La corrupción es un problema básicamente ético, de formación ciudadana que desestimula todo. No creo mucho en la represión o no de la corrupción.

Se sabe que en la colonia se hicieron acciones populares contra los virreyes por corrupción. De allá viene la frase de que la ley se acata, pero no se cumple. Así es nuestra idiosincrasia.

¿Dónde nace la necesidad de corrupción? 

La sociedad colombiana tolera y legitima la corrupción al apropiar, de manera cotidiana, máximas inmortales –que no morales– para avalar y justificar lo injustificable. 

La frase satírica “Gana dinero. Si puedes, honestamente; si no, de cualquier modo”, atribuida al poeta latino Quinto Horacio Flaco, fue convertida en el popular dicho “haga plata honradamente, mijo, pero si no puede honradamente, haga plata, mijo”.

Desde Turbay Ayala que hace casi 40 años quiso “reducir la corrupción a sus justas proporciones”, pasando por “la ética es para  filósofos” del ‘estratega’ JJ Rendón hasta el archiconocido “usted no sabe quién soy yo” de Nicolás Gaviria, todos buscan justificar lo inmoral desde lo ético.

También ocurre cuando no se llama a las cosas por su nombre.

En esto, los periodistas y medios tienen no poca responsabilidad al llamar los hechos de manera mediática, consiguiendo desdibujar la dimensión e impacto que la comisión de delitos tiene en la ética, vida y cultura social.

Llamar “Yidis política”; “falso positivos”; “chuzadas del DAS”; “cartel de la contratación”; “Tolemaida resort” y muchos más a graves actos delictivos, no ha contribuido a que la ciudadanía haga conciencia de tal estado de cosas, sino que consiguió que se mimetizara en la cultura de la gente.

La “élite colombiana” que antes era materia para titulares empresariales, sociales y del corazón, ahora lo es en lo judicial de manera creciente. 

Ladrones de primera disputándose espacio con los de segunda que roban caldos de gallina, pero que a diferencia de estos, disfrutan en grande hasta en “la picota carne de res”, como revela la periodista Paola Ochoa.

La impunidad ayudó a entronizar la idea según la cual robar si paga y bien, pues aunque el delincuente o criminal sea castigado en su casa por cárcel, en una casa fiscal y hasta en La Picota, nunca, absolutamente nunca, repara el daño, es decir, devuelve lo robado.

OP. Rector, ¿Se convirtió la corrupción es un asunto completamente aceptado y asimilado en la gente y cultura del país? 

JCH. ¿Dónde nace la necesidad de corrupción?  ¿Qué es lo que está buscando un corrupto? Plata. Ilícita. ¿Y por qué está buscando plata? Porque en el fondo la gente necesita vivir de seguridades.

Los sistemas capitalistas y los actuales han enseñado que lo que más seguridad da en la vida es precisamente el dinero. 

No creo mucho en la represión o no represión de la corrupción porque se ha probado que también en la colonia se hicieron acciones populares contra los virreyes por corrupción. 

El espíritu libertario no puede ser corrupto

La corrupción ataca la médula de la democracia, explica Juan Carlos Henao. 

La única manera de transformar esta realidad es con educación, enfatiza el rector. “Enseñando ética y democracia. Mostrándole a la gente cómo la corrupción es el acto más democrático que existe en la sociedad”.

La corrupción cambia la lógica de las oportunidades para las gentes de las sociedades basadas en la meritocracia y en la preparación individual y cambia a la lógica del capitalismo vulgar que es el de la corrupción.

Un escándalo tapa otro escándalo y así… Pero todos en Colombia podemos enlistar de memoria por lo menos diez aberrantes hechos de corrupción. 

A uno en este país le toca ser optimista

Lo dice sin frustración, alentado solo en la convicción que tiene de la perfectibilidad del ser humano, que “va a mejorar, por mucho que esté destruyendo la especie”.

Aunque confía en que se firme unos acuerdos finales con las FARC para terminar el conflicto armado, también cree que con las Farc o sin estas las reformas se van a hacer. “Así lo prometió el presidente Santos”.

La corrupción es una conducta que atenta contra la prosperidad de la sociedad, el patrimonio del país y su esperanza como nación. 

Juan Carlos Henao tiene la certeza que son más, muchas más las personas honestas con principios sólidos. 

“No importa que sean 5, 10, 15, 20 las personas que uno pueda respetar porque tienen un nivel de ética”.

Desarticular corrupción es un asunto de política y criminal  

GOP. La confianza social está herida o muy desaparecida. Las personas ya no confían en la palabra. ¿Cómo restituir la confianza entre la gente?

JCH. Eso es un problema de tejido social y sociológico muy complicado que no se recupera de un día para otro. Imagine que si en el micro universo de la familia es difícil, en una sociedad es todavía más complejo.

Este país ha llegado a unos niveles de corrupción tan grandes que desarticular eso es un problema de política y también criminal.

La investigación sobre minería encontró que existen minas ilegales donde los jefes son policías.

¿Para dónde sale el oro de las minas ilegales? No es que se lo chupe una nube y se lo lleve para Marte. Eso sale por unas carreteras que van en unos camiones protegidos por el Estado. 

Eso es lo más inmundo que uno pueda ver de un funcionamiento del Estado. 

Debería haber un compromiso mucho más serio, mucho más contundente de los gobiernos hacia el discurso de la no corrupción.

¡Vamos a acabar con la minería ilegal! ¡Vamos a acabar con la corrupción en los contratos!… También es un problema de insistencia desde los medios de comunicación.

Nunca debe dejar de insistir en tres cuatros principios que son los que forman una sociedad y ahí le falta mucho al poder político colombiano.

Uno sabe cuándo es limpio y cuando no

Según el IPC, Índice de Percepción de la Corrupción, Colombia ocupa el puesto número 83 entre 167 países en el mundo y el puesto 17 entre 30 países evaluados en las Américas.

En opinión de distintos expertos, la lucha contra la corrupción debe ir más allá de leyes, normas y códigos y debe convertirse en un asunto de lucha desde la misma ciudadanía, de censura social.

Mientras que en América Latina la gente protesta en la calles antes cada nuevo acto de corrupción en la administración pública, en Colombia solo se recuerda una protesta de esta naturaleza en agosto de 2011: la “marcha de los antifaces“.

Desde entonces la corrupción ha aumentado pero no las protestas. Como “siempre ha sido así”…

GOP. ¿Rector, usted cree en la censura social? 

Claro que sí, pero con mucho cuidado. Es básico. Mientras que no sea linchamiento ni ninguna cosa de ese estilo. 

El punto es cómo se liga la censura social con la judicial.

Recuerdo un par de situaciones en las que ejercí censura social. 

Una fue en un cóctel cuando un señor quería tomarse una foto conmigo. Me di cuenta quien era y pensé: “¡Ni a golpes!” No quiero aparecer en una foto con este señor”…

La censura social es importante pero es peligrosa porque puede tener mucho de arbitraria cuanto se basa en el chisme y eso también puede ser muy dañino.

Es muy fácil caer en una especie de persecución social, que es muchas veces lo que hacen los medios.

Lo que nos falta en Colombia son principios esenciales

En febrero pasado, al cumplirse 130 años de su fundación, el Externado le entregó al país la investigación Minería y Desarrollo.

Según la prensa, los hallazgos del estudio dan cuenta, en buena medida, de la corrupción que hay en la actividad minera en Colombia.

La segunda entrega de esta colección llamada “Así habla el Externado”, es sobre corrupción.

“Los datos que hemos empezado a encontrar son impresionantes”, me revela el Rector.

Para Henao todo esfuerzo que se haga es necesario para combatir la corrupción en un país cooptado por esta conducta. “¡La corrupción no se vale!”.

La ética no es solamente una materia en el pensum académico en la Universidad, sino un propósito que es transversal, inherente en la formación humana y profesional.

El rector, sin embargo, lamenta cómo también en el Externado ha habido estudiantes corruptos, egresados corruptos.

“Lo único que tengo claro es que ser corrupto y externadista es absolutamente contradictorio”.

No sólo en el trato con los estudiantes sino en el comportamiento y actitud, todo profesor debe dar ejemplo ético. La ética se siente, sostiene.

Cada nuevo semestre el mensaje que da a los estudiantes entrantes es el mismo, y termina siendo una advertencia para los profesionales salientes: “sin trampas ni atajos indebidos”.

La formación ciudadana, dice de manera contundente, tiene que ser una formación para la honestidad.

“A mí me pueden acusar de lo que sea menos de corrupto. Uno sabe cuándo es limpio y cuando no. Para eso no necesita un código penal que le diga si es corrupto o no. Eso es un asunto de convicción íntima”.

Sin abandonar la amabilidad y franqueza que lo habitan, el rector Juan Carlos Henao es enfático, directo y claro al exhorta a los colombianos a recuperar la honestidad y la ética y a cogerle rabia a la corrupción.

El texto completo de la entrevista con videos y comentarios interactivos en Twitter, ingresando al siguiente enlace:
http://somossentipensantes.blogspot.com.co/2016/04/a-uno-en-colombia-le-toca-ser-optimista.html

Fotos: Carolina Corredor.
http://somossentipensantes.blogspot.com.co/, Bogotá.

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