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Nacional

Exorcizando la corrupción

Por Octavio Quintero  

Quizás, si tuviéramos la certeza de que existe el infierno, pudiéramos mandar al diablo a los corruptos, de quienes el Papa Francisco, en uno de sus primeros mensajes que marcó el talante de su pontificado, dijo que eran el anticristo.

¡No hay nada qué hacer! Creíamos haber llegado al fondo

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Por Octavio Quintero  

Quizás, si tuviéramos la certeza de que existe el infierno, pudiéramos mandar al diablo a los corruptos, de quienes el Papa Francisco, en uno de sus primeros mensajes que marcó el talante de su pontificado, dijo que eran el anticristo.

¡No hay nada qué hacer! Creíamos haber llegado al fondo

con eso del “Carrusel” en Bogotá, sinónimo de todos los carruseles en todas las ciudades y poblaciones del país: Medellín, Cali, Barranquilla, Tocancipá e intermedias, abrasadas por la corrupción, cuando se destapa esa olla del Ejército que, seguramente, también tiene su extensión a la Policía Nacional porque son instituciones montadas sobre el mismo formato.

Mientras tengamos que seguir luchando contra estos anticristos desde el más acá, lleno de flaquezas humanas, cobran importancia y merecen aplausos,  esfuerzos continuados como los de Transparencia por Colombia en su lucha por conformar una masa crítica anticorrupción que pueda volver a alzar la “vox Populli” como “vox Dei”.

Y ahí está el problema porque podría darse que buena parte de las encuestas de Transparencia por Colombia están contaminadas de gente que  sienta su voz de protesta contra la corrupción, pero que son corruptos ellos mismos; ‘fenómenos’ capaces de pensar y decir dos cosas diferentes, como ‘condenar’ la corrupción pero estar dispuestos a aceptarla por aquello tan humano de que “lo malo de las roscas es no estar en ellas”.

Esto no es pesimismo, y de hecho, nada alegraría tanto el espíritu como ver que Transparencia avanza en su lucha… Pero las cifras confrontadas con la realidad, son tozudas: En su mismo informe del 2013, se puede leer…

•        Aumenta la percepción de corrupción en Colombia.
•        La corrupción es un problema grave en el sector público.
•        Políticos y servidores públicos percibidos como “muy corruptos”.

¿Qué tal, por citar un debate que va camino de quedar en tablas, el del Fiscal General de la Nación contra la Contralora General de la República, ambos acusándose e investigándose de corruptos y, como solución, el propio Presidente de la República aconsejando no discutir eso en público, porque, como dice el docto vulgo, “la ropa sucia se lava en casa”?

¿Y qué tal ese otro argumento de que el corrupto no tiene moral para acusar a otro corrupto con lo que hacen más larga y flexible la cobija con que se tapan unos a otros?… Por ejemplo, Santos/Uribe y viceversa.

Otro patético ejemplo de que la corrupción agarró a Colombia por todas partes, es el último informe de la MOE (Misión de Observación Electoral) en el que, ad portas de las elecciones de Cámara y Senado este próximo 9 de marzo, dice…
(…) “En Colombia no se necesita más fuerza pública sino, por el contrario, más jueces, mejores fiscales y autoridades de control capaces de prevenir y castigar el fraude electoral. Cada vez más, estamos mejor blindados contra los ilegales pero desprotegidos frente a los políticos corruptos”.

Si la política, en la definición de Montesquieu, es el arte de gobernar a los pueblos, quiere ello decir que el pueblo de Colombia está gobernado por unos corruptos que se gradúan de senadores y representantes con base en su capacidad de fraude electoral.
Y lo que anda distrayendo a la gente de buena fe es dizque su capacidad de protesta y desprecio de esta clase política a través del voto en blanco que, paradójicamente, tal como está diseñado para el caso concreto de elecciones corporativas, podría favorecer más a los que queremos sacar que a los que debiéramos dejar o permitir entrar.

24 de febrero de 2014.

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