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Nacional

Gabo y el infierno de la congresista Cabal

Por Alberto Salcedo Ramos  

Respetada congresista María Fernanda Cabal:

Qué violenta fue usted al escupir sobre el cadáver de Gabriel García Márquez.

Todavía me pregunto qué clase de ponzoña tiene usted en el corazón para haberle deseado el infierno a ese señor muy viejo con las alas enormes que acababa de morir,

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Por Alberto Salcedo Ramos  

Respetada congresista María Fernanda Cabal:

Qué violenta fue usted al escupir sobre el cadáver de Gabriel García Márquez.

Todavía me pregunto qué clase de ponzoña tiene usted en el corazón para haberle deseado el infierno a ese señor muy viejo con las alas enormes que acababa de morir,

un colombiano de bien que jamás asesinó, ni robó, ni estafó, ni tuvo una sola mancha en su larga vida pública.

Me pregunto, además, cómo puede una congresista de la República comportarse como cualquier matoncito de plaza de mercado. ¿A qué escuela fue usted, que aprendió tan bien el alfabeto del odio y tan mal el de la ortografía? Porque su sintaxis, su uso de los signos gramaticales y su masacre contra las tildes son tan alarmantes como su posición extremista.

Se puede disentir de las ideas políticas de García Márquez, ni más faltaba. Pero desearle el infierno a las pocas horas de haber muerto, solo porque pensaba distinto, es un acto que revela una enorme carga de agresividad y de fanatismo.

Eso sí: yo no la culpo a usted sola: un país que elige congresistas como usted se merece su suerte.

En sus tuits incendiarios usted definió a García Márquez como “comunista millonario”, y lo acusó de ser indiferente con Colombia.

Ay, señora congresista: necesitamos más gente de la que se vuelve millonaria con su trabajo honrado, y menos de la que se enriquece saqueando las arcas públicas. Usted, que es política, seguramente sabe muy bien de qué le hablo, y hasta conocerá a más de uno que se ha vuelto rico por esa vía.

Quienes deben solucionar los problemas de los pueblos son los políticos, pero en nuestro país se dedican a lo contrario: a crearlos. Y a veces llegan más lejos, señora congresista: se vuelven cómplices de quienes asesinan civiles. Montones de colegas suyos se aliaron con los paramilitares para perpetrar masacres.

En el gobierno de su jefe político, Álvaro Uribe Vélez, Colombia vivió un capítulo de horror e ignominia: miles de inocentes fueron asesinados para hacerlos aparecer como guerrilleros ultimados en combate.

¿Por qué usted, señora congresista, pretende criminalizar las ideas políticas de un escritor pero no dice nada sobre los verdaderos criminales?

Leyendo sus frases destempladas se me vino a la memoria el perfil que el periodista Gay Talese escribió sobre el actor irlandés Peter O”Toole, quien, al igual que García Márquez, vivió mucho tiempo fuera de su país.

Hay un momento en que O”Toole, para explicar su desarraigo, compara a Irlanda con una cerda desnaturalizada que se come a sus propios hijos. Es preciso alejarse para salvar el pellejo, y por eso, según O”Toole, el único destino posible para la inteligencia es el exilio.

Colombia también es esa cerda cruel que se come a sus propios críos. Y lo es, en parte, gracias a la gente como usted, que anda por ahí deseándoles el infierno a quienes no comparten su credo.

En Colombia circula este cuento: un pescador tenía tres langostas en un balde. Una de las tres estaba a punto de llegar al borde del balde, y así podría escaparse. Pero el pescador lucía tranquilo, y a un gringo que estaba cerca mirando la escena le intrigaba eso.

— Esa langosta va a escaparse — dijo el gringo–.

Qué va, míster — le respondió el pescador –: son langostas colombianas. Cuando alguna quiera escaparse las otras dos la jalarán otra vez hasta el fondo del balde.

En Colombia hay más oportunidades para los clientelistas que para los artistas, y cuando alguno se aleja de la cerda para poder sobrevivir, usted quiere devolverlo otra vez hasta el fondo del balde.

El escritor al que usted define como “indiferente con Colombia”, nos ayudó a entendernos, a celebrarnos, y nos regaló una obra portentosa que habrá de servirles a las futuras generaciones como memoria. Eso a usted seguramente le parece poco, pues pertenece a la vasta legión de bárbaros que creen que aportar significa regalar cosas tangibles, como esas bolsas de cemento que ciertos políticos inescrupulosos les entregan a los ignorantes a cambio de sus votos.

Los escritores no son estadistas, señora Cabal, y por tanto no están obligados a resolver los problemas que viven los países por repetir sus errores históricos. Su aporte consiste en iluminarnos. Por ejemplo, revelándonos cómo los políticos mediocres e intolerantes como usted han impedido que tengamos una segunda oportunidad sobre la tierra.

El Colombiano, Medellín, 20 de abril de 2014.

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