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¿A cuenta de qué?

Por Octavio Quintero  

Frente a la reanudada fumigación de cultivos de coca en Colombia se han hecho en las últimas horas unas reflexiones que nos ponen a pensar a cuenta de qué nos estamos suicidando con glifosato…

La más pedestre es que, entre los años 2000 al 2013, con estimaciones muy conservadoras de WOLA

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Por Octavio Quintero  

Frente a la reanudada fumigación de cultivos de coca en Colombia se han hecho en las últimas horas unas reflexiones que nos ponen a pensar a cuenta de qué nos estamos suicidando con glifosato…

La más pedestre es que, entre los años 2000 al 2013, con estimaciones muy conservadoras de WOLA

(Washington Office on Latin America), el costo directo de estas fumigaciones pudiera aproximarse a los 1.500 millones de dólares.

Eso en términos económicos. Otras consideraciones, que ladinamente se han ido subestimando y despreciando en todos los análisis, al punto que ya a nadie parece importarle, son los costos político, ambiental, administrativo y social de las fumigaciones de coca en Colombia.

1). El costo político es muy alto: es la imposición de una potencia extranjera sobre la voluntad soberana de una nación; 2). El costo ambiental es criminal, pues, el veneno no solo mata la coca sino toda vida existente en el sitio y sus alrededores, incluyendo la humana; 3). El costo administrativo es perverso, pues, la corrupción que se ha desatado alrededor de este negocio tiene corrompido al Ejército y la Policía y, 4). El costo social, inimaginable por lo escabroso… Con decir que ya hay evidencias científicas de presencia de glifosato en la leche materna de las mamás de estas regiones en donde los “pájaros” descargan sus barrigas envenenadas; y así mismo las mamás de todos los mamíferos y las de todos los ovíparos que también deben ir con sus yemas contaminadas.

Y todo este costo económico, político, ambiental, administrativo y social… ¡por nada! –sí, por nada.

Siguiendo a rigurosos investigadores, los estudios sobre la efectividad de estas fumigaciones en el sentido de cortar el circuito entre la materia prima y la producción de cocaína, es bajísima, casi nula: de 27 hectáreas fumigadas, solo 1 queda reducida; la misma que, a la vuelta de la esquina, es compensada en alguna otra parte del territorio nacional.

¿Por qué el gobierno no acaba con este crimen de lesa patria y lesa humanidad en todos los sentidos? Y cabría preguntar también: ¿Quiénes se benefician de la persistencia de esta irracional decisión?

En beneficio de la duda, dejemos lo del gobierno solo como una decisión equivocada; pero esos que económicamente se están beneficiando… ¡son unos asesinos!

2 de marzo de 2014.

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