Nacional
Inequidad y estancamiento en América Latina
Por Eduardo Sarmiento Palacio
La evidencia de los últimos tiempos muestra que el avance en la distribución del ingreso está condicionado a un ambiente favorable de crecimiento y estabilidad. La evolución de América Latina de los últimos 30 años revela que la lección no se aplicó bien.
La región fue seriamente golpeada por la implantación del modelo neoliberal en la década del 90. Los países experimentaron aumentos de pobreza y retrocesos de la distribución del ingreso sin precedentes. El deterioro social abrió camino para gobiernos socialistas y de corte social-demócrata que llegaron al poder con las banderas de rectificar el modelo neoliberal, reducir las brechas salariares y ampliar las transferencias fiscales.
Por Eduardo Sarmiento Palacio
La evidencia de los últimos tiempos muestra que el avance en la distribución del ingreso está condicionado a un ambiente favorable de crecimiento y estabilidad. La evolución de América Latina de los últimos 30 años revela que la lección no se aplicó bien.
La región fue seriamente golpeada por la implantación del modelo neoliberal en la década del 90. Los países experimentaron aumentos de pobreza y retrocesos de la distribución del ingreso sin precedentes. El deterioro social abrió camino para gobiernos socialistas y de corte social-demócrata que llegaron al poder con las banderas de rectificar el modelo neoliberal, reducir las brechas salariares y ampliar las transferencias fiscales.
Tales fueron los casos de Brasil, Argentina y Venezuela. En general, lograron en la primera década del siglo aminorar con éxito los daños del modelo neoliberal y, al mismo tiempo, operar con tasas de crecimiento cercanas a la tendencia histórica.
El siguiente paso consistía en multiplicar los esfuerzos para reducir en forma notable las desigualdades estructurales dentro de un marco de crecimiento y estabilidad. La tarea se vio dificultada de entrada por la alta dependencia en las commodities. Así, en Venezuela la cuantiosa entrada de ingresos de divisas se convirtió en la totalidad en bolívares y en ingresos, y como la mayor parte del consumo está representado en servicios (bienes no transables), surgió un desabastecimiento que terminó disparando la inflación. Por su parte, en Argentina y Brasil la abundancia de divisas generó revaluaciones que devastaron la industria y conformaron grandes déficits en cuenta corriente.
Las condiciones se tornaron críticas en la fase de destorcida de los precios de las commodities. En Venezuela la caída de los ingresos de divisas se sustituyeron por la ampliación del déficit fiscal, que asciende a 17% del PIB, lo que impide bajar la inflación y no es sostenible. Por su parte, Brasil y Argentina han fallado en el manejo del ciclo económico. Luego de las grandes revaluaciones se vieron abocados a una escasez de divisas y devaluaciones que no han podido regularse. Las economías han quedado asediadas por estados de inflación y caídas de producción y el empleo que han significado altos costos políticos. El deterioro de las condiciones económicas ha coincidido con la pérdida de elecciones y la baja de popularidad de los gobiernos.
¿Cómo se comparan las condiciones de los tres países con las de Colombia, que ha girado en torno al modelo neoliberal? El ejercicio se puede adelantar con la información recopilada en la obra reciente de Atkinson, Inequidad, y en mi libro Distribución del ingreso con crecimiento es posible. En Colombia la distribución del ingreso (coeficiente de Gini) experimentó un retroceso similar en la década del 90, una mejoría menor en la primera década del siglo, y en balance desmejoró con respecto a la región y la tendencia histórica. El crecimiento económico fue superior, pero adolece de serios desajustes externos que lo hace vulnerable e inestable.
Las lecciones son claras. La aplicación del modelo liberal significó un severo retroceso a la distribución del ingreso. Las trasferencias fiscales y la reducción de los márgenes salariales demostraron ser altamente efectivas para reducir las desigualdades de ingresos. Sin embargo, su consolidación y extensión en reformas que redujeran en forma considerable las desigualdades dentro de un marco de crecimiento económico en economías dotadas de recursos naturales falló. La conciliación de los dos propósitos requiere una organización institucional que, si bien está delineada en los trabajos teóricos recientes, todavía está distante de concretarse y construirse.
El Espectador, Bogotá.