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La “desprendida” misión y los intereses corporativos del enviado especial de Obama a las negociaciones de paz de Colombia

Por Fernando Arellano Ortiz  

Aquella frase según la cual los gringos “no dan almuerzo gratis” cae como anillo al dedo ahora que el gobierno de Barack Obama por expresa solicitud del presidente Juan Manuel Santos designó un “enviado” a las negociaciones de paz de Colombia que se vienen realizando en La Habana.

En efecto, el “enviado especial” de la Casa Blanca, Bernie (Bernard William) Aronson no viene a cumplir una misión desprendida, filántropa y de buena voluntad.

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Por Fernando Arellano Ortiz  

Aquella frase según la cual los gringos “no dan almuerzo gratis” cae como anillo al dedo ahora que el gobierno de Barack Obama por expresa solicitud del presidente Juan Manuel Santos designó un “enviado” a las negociaciones de paz de Colombia que se vienen realizando en La Habana.

En efecto, el “enviado especial” de la Casa Blanca, Bernie (Bernard William) Aronson no viene a cumplir una misión desprendida, filántropa y de buena voluntad.

No, por el contrario, este banquero de inversión tiene puestos sus ojos en Colombia por sus codiciosos intereses corporativos, habida cuenta que su entramado empresarial posee inversiones en este país en renglones como petróleo, servicios públicos y finanzas.

El interés personal de Aronson en el sentido de que en Colombia se logre concretar una negociación de paz, es el mismo en el ámbito político de Washington, que hace algunos años decidió que para su conveniencia geoestratégica es necesario ponerle fin al conflicto con la guerrilla de las Farc no por cuestión humanitaria, ni mucho menos, sino por la necesidad de consolidar a este país como su principal plataforma en América Latina de transnacionalización del capital especulativo.

Hay que tener presente que a partir de finales de los años 80 con el gobierno de Virgilio Barco y posteriormente con la total complacencia de un presidente como César Gaviria (y de ahí en adelante de todos sus sucesores), Colombia se convirtió para Estados Unidos en la plataforma económica para los negocios de sus transnacionales y el capital especulativo, así como en un importante punto geoestratégico que le sirve al Pentágono y al Departamento de Estado como base militar.

Dada la crisis económica mundial y la declinación hegemónica estadounidense, a Washington le interesa consolidar esta su plataforma económico-militar en que convirtió a Colombia y por eso considera que es importante disminuir las interferencias (el conflicto con las guerrillas) para aprovechar de mejor forma las oportunidades de negocio, inversión y especulación financiera.

Por eso el empeño del presidente Juan Manuel Santos de lograr concretar un acuerdo de paz con la insurgencia de las Farc, está sustentado en esa estrategia de Estados Unidos. Hay que tener en cuenta que desde comienzos del siglo XX, Colombia tiene como doctrina en materia de relaciones internacionales la consigna del “Respice polum” formulada por un nefasto canciller que posteriormente fue Presidente de la República: Marco Fidel Suárez, y que no es más que seguir y obedecer de manera obsecuente los dictámenes del gran polo imperial del norte.

En Colombia no se mueve una hoja sin el consentimiento de Washington. Se asimila a un protectorado como en Bolivia, antes del gobierno del presidente Evo Morales.

La decisión de Washington de ponerle fin al conflicto con las Farc en Colombia, la explica en forma contundente el analista económico Aurelio Suárez Montoya, en una columna periodística del 17 de junio de 2014 en El Tiempo de Bogotá, (http://bit.ly/1MRrBM5) al citar a Stephen M. Walt (2010), de Harvard, quien reitera que “por razones simples de costo-beneficio, los ’realistas’ no creen que el esfuerzo de estas guerras valga la pena”. Para ellos primero es la economía y “el dinero a perder en aventuras extranjeras o en excesivo gasto militar no hace al país más fuerte y seguro”.

Suárez Montoya también cita a otro autor: Max Boot (2013), quien en ’Evolución de la guerra irregular’, sobre varios conflictos, incluido el de las Farc en Colombia, dice que “no se debe entrar en esa guerra contrainsurgente” y agrega que “estas luchas deben ser evitadas si es posible”. La táctica de las guerrillas ha probado “ser efectiva, aun contra superpoderes”. Concluye entonces que conflictos de baja intensidad “pueden traer en el futuro mayores problemas para los poderes líderes que en el pasado”.

“A la relación beneficio-costo y de amenaza potencial de tales conflictos se suman las cuentas del mercado de armas convencionales”, agrega Suárez, y trae a colación la reflexión de Caverley y Kapstein (2012) para quienes “la participación norteamericana cayó del 60 por ciento al 30 por ciento en 1990, reemplazada por proveedores como China, Israel, Brasil y Corea del Sur. La era de oro de grandes contratos del Pentágono pasó y el foco recae sobre armas tecnológicamente sofisticadas. Los conflictos de baja intensidad ya no son nicho. Por lo anterior, Estados Unidos decidió terminar el conflicto con las Farc en Colombia”.

Adicionalmente, es preciso señalar como lo hace en su documentado informe para la Comisión Histórica del conflicto y sus víctimas el profesor e investigador social Renán Vega Cantor (http://bit.ly/1JLYJWK) que “Estados Unidos no es una mera influencia externa, sino un actor directo” en la confrontación armada colombiana, “debido a su prolongado involucramiento durante gran parte del siglo XX”.

“No es nada personal, son solo negocios”

Al más genuino estilo de “El Padrino”, a Washington y su “enviado especial”, Bernie Aronson les tiene sin cuidado la suerte que corran los colombianos durante y después de las negociaciones con las Farc. Su mira está puesta en los negocios y en la oportunidad de inversiones que puedan hacer.

Por ello es muy llamativo pero a la vez ilustrativo el perfil de negociante y especulador de Aronson que hace la directora del portal web de información política colombiana La Silla Vacía, Juanita León: (http://bit.ly/1JuPPN5).  

El enviado especial de Estados Unidos a las negociaciones de paz en La Habana, de acuerdo con la nota periodística de León, ha estado vinculado a la especulación financiera, que en el lenguaje eufemístico neoliberal se denomina “banca de inversión”. Trabajó nada menos que en la cuestionada firma  Goldman Sachs durante tres años, como asesor para América Latina, “y en 1996 fundó su propia compañía de capital privado, Acon Investments. Tanto Aronson como sus socios Ken Brotman y Jonathan Ginns son los socios gerente de ACON, firma que tiene oficinas en Washington, Los Ángeles, Sao Paulo, México DF y Bogotá”.

“Esa relación con Colombia –agrega la nota periodística de León- también ha estado presente en el trabajo de Acon. El fondo de Aronson invirtió en Almacenes Vivero -de la familia Azout- justo antes de que ésta se fusionara con Carulla en 2000. En ese momento, Acon jugó un papel clave en financiar la transacción y cuando vendió en 2006 a Almacenes Éxito, realizó una ganancia del 400 por ciento”.

“Hoy es el principal accionista de la petrolera Vetra, que tiene pozos en Putumayo (donde produce sus principales ingresos) y el Meta; desde 2011, lo es del Grupo Sala, uno de los principales jugadores en el sector del aseo e inversiones en agua y alcantarillado en Colombia; y desde 2010 de las empresas financieras Credivalores-Crediservicios y Credifinanciera, que se especializan en libranzas”.

“En Bogotá, uno de sus socios hasta hace relativamente poco fue Gabriel Silva, el exministro de Defensa de Uribe y exembajador de Colombia en Washington. Silva es uno de los mejores amigos de Santos y una de las pocas personas a las defiende públicamente en su columna en El Tiempo”.

Con esos intereses corporativos es entendible que Aronson busque sacar el mejor y mayor provecho personal al proceso de paz de Colombia que se cocina en La Habana, y el máximo beneficio económico para Estados Unidos, cuyo único propósito es consolidar el latrocino y explotación en este desheredado país andino.

Bogotá.

 

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