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Nacional

La encrucijada de Grecia

Por Eduardo Sarmiento Palacio  

En varios libros muestro que uno de los errores mayores del euro, al igual que los TLC, es que colocan a los países en las mismas condiciones. Inspirados en los libros de texto, esperan que todos los países se especialicen y coloquen los productos de ventaja comparativa en los mercados internacionales independientemente de los socios comerciales.

La presunción no se cumple en un mundo donde los países tienen limitaciones de demanda y la mayor factura del comercio se realiza en productos comunes.

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Por Eduardo Sarmiento Palacio  

En varios libros muestro que uno de los errores mayores del euro, al igual que los TLC, es que colocan a los países en las mismas condiciones. Inspirados en los libros de texto, esperan que todos los países se especialicen y coloquen los productos de ventaja comparativa en los mercados internacionales independientemente de los socios comerciales.

La presunción no se cumple en un mundo donde los países tienen limitaciones de demanda y la mayor factura del comercio se realiza en productos comunes.

Los países de mayor desarrollo, como Alemania, perciben incrementos en la productividad que les permiten colocar sus productos a menores precios y los socios sólo lo pueden evitar bajando sus salarios. La resistencia de los países del sur de Europa a aceptar esta realidad les significó cuantiosos déficits en cuenta corriente que elevaron los niveles de endeudamiento y generaron serias presiones recesivas. Los rescates financieros, y en mayor grado el de Grecia, fueron condicionados a políticas contractivas orientadas a ajustar la balanza de pagos por la vía de la reducción de la producción. Así, en Grecia, durante los últimos cinco años, el salario bajó 25%, el desempleo llegó a 28% y el déficit en cuenta corriente pasó de 7% del PIB a un superávit de 2%.
 
Nada de esto conmovió a los líderes de Europa que condicionan la prolongación del rescate financiero a la profundización de las medidas contractivas. Le exigen, ni más ni menos, la configuración de un superávit fiscal de 3,5% en un plazo de tres años.
 
La verdad es que el desbalance de Grecia fue causado por el crecimiento de la productividad de Alemania, el elevado gasto, y luego se vio agravado por los estándares de austeridad de la unión europea. El desbalance se hubiera podido corregir con una menor caída de la producción y el empleo. La razón está del lado de los votantes del “no”, cuando claman que la política de austeridad fue excesiva y presagian que su mantenimiento profundizaría el sufrimiento de la población a cambio de mantener unos criterios de endeudamientos generales que no corresponden a la realidad y urgencias del país.
 
La experiencia de Grecia rememora las crisis de balanza de pagos de América Latina. Durante cinco décadas, el FMI obligó a severas políticas recesivas para mejorar la balanza de pagos y reducir el endeudamiento. Argentina quebró el paradigma en 2002 con un programa de reestructuración de la deuda, devaluación y control de cambios. El expediente corrigió rápidamente el desbalance externo y, lo más importante, permitió recobrar el crecimiento sostenido en un año.
 
¿Qué sucedería en el caso de que Grecia se retirara de la zona euro y entrara en moratoria? El alivio por las menores erogaciones de la deuda sería más que compensado por las sanciones y reacciones por incumplir los compromisos financieros. De seguro, se presentaría una escasez de divisas que causaría una devaluación masiva que obligaría a un nuevo ajuste causado por la restricción bancaria. La solución drástica, tipo Argentina, llegaría demasiado tarde.
 
Lo mejor que puede pasar es que la votación por el “no” lleve al Banco Central Europeo, Alemania y el FMI a aliviar los requisitos y prolongar los rescates financieros. Aún más significativo sería un llamado de la democracia para que las autoridades griegas busquen caminos novedosos para armonizar la estabilidad externa y el crecimiento económico; los líderes del euro avancen en organizaciones que reconozcan las grandes diferencias estructurales entre los países; los pensadores económicos revisen los principios de ventaja comparativa, austeridad fiscal y automaticidad cambiaria.

El Espectador, Bogotá.

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