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Nacional

La fórmula del curry bogotano

Por María Teresa Ronderos  

Santos, en su hora débil, ha nombrado a Germán Vargas Lleras, líder de Cambio Radical, como su candidato a la Vicepresidencia.

Es una venia a aquellos votantes temerosos de lo que se negocia en La Habana y de la restitución de tierras. La gente percibe a Vargas como un tipo con más carácter

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Por María Teresa Ronderos  

Santos, en su hora débil, ha nombrado a Germán Vargas Lleras, líder de Cambio Radical, como su candidato a la Vicepresidencia.

Es una venia a aquellos votantes temerosos de lo que se negocia en La Habana y de la restitución de tierras. La gente percibe a Vargas como un tipo con más carácter que el presidente, más enérgico y más escéptico frente a la paz y las ideas redistributivas. Nombrarlo es la manera santista de reconquistar los votos que alienó con sus movidas progresistas.

Pero más que el giro ideológico (que no lo es realmente), me desalienta que al darle más peso a Vargas en el gobierno, quedará aún más entronizado en la Casa de Nariño el método político clientelista que lo caracteriza. Repartiendo, literalmente a dos manos, limosnas, subsidios, casas gratuitas, contratos, etc., no les quedará difícil quedarse en el gobierno por otros 12 años (cuatro más de Santos y ocho de Vargas), y con ello, entronizarán este símil de democracia que tenemos, esta desabrida fórmula de curry bogotano, postergando así por casi una generación la construcción de una democracia auténtica, picante y variada, que cultive el talento de los colombianos y abra la participación en forma igualitaria tanto en política como en la economía.

Ahora que Vargas está tan arriba, su carisma le disimula la politiquería. Lo describe bien aquel chiste de que cuando a un viejo cacique liberal lo acusaron de ser clientelista, se defendió alegando que clientelista era quien manejara cien puestos; que él era un estadista, pues ya manejaba mil. Así que ahora Vargas es un “estadista”. Y su segundo apellido, del que calculadamente nunca se desprende, lo cobija con el aura de eficacia de los gobiernos de sus antepasados Lleras.

Se podría alegar que así funciona la política y en todas partes se pagan votos con cuotas burocráticas, pero en Colombia el clientelismo dejó de ser lubricante de la máquina electoral, para volverse engranaje central del Estado que somete a la justicia, relaja la ética pública y en la era del narco-paramilitarismo le sirvió al crimen de puerta de entrada a la política.

Cambio Radical tiene el penoso récord del mayor número de congresistas condenados por complicidad con el paramilitarismo: 15, frente a, por ejemplo, siete del liberalismo, un partido mucho más numeroso. Sobre los hombros de parapolíticos como Javier Cáceres y Rubén Darío Quintero, Édgar Ulises Torres y otros gigantes, crecieron el partido y el poder de Vargas Lleras.

Para estas elecciones Cambio Radical depuró sus listas y puso una figura decente encabezando Senado, Carlos Fernando Galán, pero de tercero está el sucreño Antonio Guerra de la Espriella, a quien la Corte Suprema le reabrió investigación por presuntos vínculos con el paramilitarismo. Y de cuarta está la abogada Daira Galvis, quien fue cercana a la Gata y reemplazó al parapolítico Luis Alberto Gil en el Senado. Además, el atraso social y político de sus respectivas regiones, donde han tenido poder por varios años, hablan aun peor de su servicio al país.

Vargas se dirá a sí mismo que no importa cómo se acumule el poder, lo clave es saber usarlo bien. Esa es la mentira que se vienen diciendo hace marras los gobernantes colombianos. Se casan con el diablo para subir al cielo, pero cuando llegan, el diablo los obliga a entregarles parcelas del Estado a sus demonios.

No hay que llamarse a engaños. Con Vargas pesando tanto, la opción Santos a la Presidencia no es muy distinta a la de Uribe al Congreso. Hasta los veremos aliarse. Salvo que los ciudadanos nos sacudamos la modorra…

El Espectador, Bogotá, 28 de febrero de 2014.

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