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La Justicia, Uribe y los ‘casos ejemplarizantes’

Por Juan Manuel López Caballero  

La imagen de la justicia convencional y conocida tiene varios significados. En el brazo derecho porta la espada para mostrar que su función es el castigo a los delincuentes. Pero es una dama que en su pose tranquila muestra la calma y la delicadeza que deben caracterizar sus intervenciones, a diferencia del Ángel Vengador que solo porta la espada y cuya acción es apasionada y violenta.

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Por Juan Manuel López Caballero  

La imagen de la justicia convencional y conocida tiene varios significados. En el brazo derecho porta la espada para mostrar que su función es el castigo a los delincuentes. Pero es una dama que en su pose tranquila muestra la calma y la delicadeza que deben caracterizar sus intervenciones, a diferencia del Ángel Vengador que solo porta la espada y cuya acción es apasionada y violenta.

En su mano izquierda lleva la balanza para significar que su criterio debe ser siempre equilibrado. Y cubre sus ojos con una venda para que se entienda que debe ser indiferente, ciega respecto a cuándo y quién se aplica, que de ello no depende su intervención ni la forma en que debe actuar.

Poco corresponde nuestra Justicia a esta imagen.

Estaría manca de la mano izquierda, la venda semitransparente y un poco subida para poder ver por debajo y escoger ante quién o en qué casos actúa; vestida y en el papel de una meretriz pendiente de lo que decide la prensa que es el equivalente a su chulo; y tendría en la mano derecha una enfermedad que hace que actúe en forma convulsiva, paralizada casi todo el tiempo produciendo la impunidad, y con impulsos ocasionales en que golpea sin proporción o medida de control con la máxima fuerza potencial de su brazo.

La corrección que se pretende presentar se enmarca y no se sale de las características de esta modalidad de nueva imagen de la justicia.

Lo que llaman ‘casos ejemplarizantes’ implica que son escogidos quitándose la venda; respondiendo a los escándalos y en la práctica a los juicios que ya han establecido los medios de comunicación; que no se sopesan las diferentes condiciones sino se busca el máximo castigo posible para producir el efecto disuasivo ante quienes podrían tener tentación de imitar los actos motivo del castigo; y con la rabia de no poder caerle con la misma eficiencia a todos los que deberían.

Es decir que con estos no se mejora ni se corrigen los defectos y distorsiones sino se le refuerzan.

En el fondo el concepto de ‘caso ejemplarizante’ es tan solo un eufemismo para dar buena presentación al conocido como ‘chivo expiatorio’. En esta definición sí hay razón para el enjuiciamiento, sí puede existir la culpabilidad y casi siempre el juicio es válido. Pero es en el trámite y sobre todo en la sentencia donde se desfigura la esencia de la Justicia porque ya su propósito deja de ser la corrección o castigo del delito —y de depender de su naturaleza—, y se buscan objetivos diferentes a ello.

Esto hace que la misma desfiguración de la imagen exprese también —y propicie— que se sirven fines diferentes. Sin tener suficiente consciencia remplazamos la idea de una justicia justa por la de una justicia ‘eficiente’ en el sentido pragmático que le dan los americanos: una justicia que negocia, tanto para evitar gastos como para lograr resultados; una administración de ella que tiene como instrumentos el regateo de su aplicación (casa por cárcel, suspensión de la pena), el ‘criterio de oportunidad’ que permite darle o quitarle vigencia a la justicia misma, etc., y la licencia para mercadear con ella ‘comprando’ la colaboración del delincuente para lograr efectos mayores. Todo esto agravado con que su uso se hace dentro del contexto de una especie de circo romano que crean o cuyo guion lo manejan los medios de comunicación.

En el caso de los juicios que tienen que ver con el mundo de los políticos se ha buscado este instrumento para buscar corregir deficiencias de las instituciones, cayendo en juzgar a quienes cometen los actos, no a quienes toman las decisiones o deciden las políticas.

Si nuestra justicia correspondiera a la imagen convencional de ciega, equilibrada, ecuánime y realmente en búsqueda de lo justo, Uribe estaría siendo enjuiciado (y se podría definir su culpabilidad o por el contrario su no intervención en los delitos que hoy se juzgan). Como ante el mundo el carácter respetuoso de las reglas de la democracia no está en entredicho, no sería ni siquiera presentable ante los órganos internacionales la sugerencia de que se trata de ‘persecución política’; los juicios contra quienes podrían haber sido ejecutores de esos delitos no producirían tanto rating para los medios, luego dependerían más de la realidad ante las leyes; las sentencias serían más proporcionadas en relación a la gravedad y la responsabilidad en los respectivos casos.

El pretexto de ‘casos ejemplarizantes’ con sentencias y eventualmente procesos desfigurados ha servido como justificación para buscar lo que nuestra deficiente institucionalidad no facilita. Un paso indispensable para revivir la noción misma de Justicia entre nosotros es un juicio formal y verdadero al expresidente Uribe.

 

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