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La revuelta de los paperos: una rebelión que nace del hambre
Por Mario Lamo Jiménez / Las 2 orillas
Los precios del TLC, los pesticidas de Monsanto y los impuestos tienen arruinados a los campesinos productores de papa.
Como dice la célebre frase, “la historia se repite, primero como tragedia, después como comedia”. Sin embargo en Colombia, con su historia sui géneris, la historia parece repetirse siempre como tragedia.
En 1781 los comuneros se rebelaron contra el Imperio Español por los altos impuestos con que gravaban sus productos, tales como el algodón y el tabaco. Estos impuestos eran
Por Mario Lamo Jiménez / Las 2 orillas
Los precios del TLC, los pesticidas de Monsanto y los impuestos tienen arruinados a los campesinos productores de papa.
Como dice la célebre frase, “la historia se repite, primero como tragedia, después como comedia”. Sin embargo en Colombia, con su historia sui géneris, la historia parece repetirse siempre como tragedia.
En 1781 los comuneros se rebelaron contra el Imperio Español por los altos impuestos con que gravaban sus productos, tales como el algodón y el tabaco. Estos impuestos eran
destinados a sostener a la llamada “Armada de Barlovento”, 50 barcos de guerra españoles usados para proteger las “posesiones americanas” de la Corona española contra otras potencias europeas y barcos piratas.
Lo que en principio fue un alzamiento de campesinos pobres e indígenas, devino en un gran movimiento con más de 20 mil hombres armados que amenazaba con acabar el dominio español en el Nuevo Reino de Granada, hasta que fue apagado y masacrado gracias a las manipulaciones maquiavélicas del Arzobispo Caballero y Góngora.
Este gran movimiento daría lugar al movimiento de Independencia comandado por Simón Bolívar que culminaría en la Batalla del Puente de Boyacá, un 7 de agosto de 1819.
Nadie habría de sospechar, que ya no serían los comuneros, sino los paperos, los que casi dos siglos más tarde, un 7 de mayo de 2013, también darían su batalla en el Puente de Boyacá, esta vez no contra el general Barreiro, sino contra el Esmad, o Escuadrón Móvil Antidisturbios, equivalente de todos modos al ejército español de la época, deteniendo insurrecciones y queriendo acallar la voz de la gente.
El conflicto de los paperos
Al igual que los comuneros, los paperos tienen razones de sobra para protestar. Su mercado está siendo invadido por papa extranjera a menor precio, fruto del contaminado TLC que está arruinando el agro colombiano. Como si eso fuera poco, el precio de venta de la papa, dicen los paperos, es muy inferior al precio que cuesta producirla. Solamente en fletes se les va el 26% de lo producido, si a eso se le agrega el alto precio de los insumos, también importados, y la imposibilidad de competir con la papa importada, tenemos la fórmula del desastre que puede llevar a la ruina a miles de productores. Por ejemplo, en Boyacá solamente, para 2010 había un total de 37.730 hectáreas cultivadas de papa en 80 municipios, con una producción de 680 mil toneladas del tubérculo, principalmente en minifundios. No hay que olvidar que Boyacá es el primer productor de papá del país y que cerca de 8000 familias obtienen su sustento de este cultivo. La pregunta entonces es, ¿por qué el gobierno colombiano a través de los TLCs ha decidido acabar con la base de la agricultura colombiana que provee alimentos y sustento a las familias productoras?
Más allá de las papas: Alimentos transgénicos y globalización
El plan global de las grandes compañías multinacionales es desplazar, no solamente a los agricultores locales y sus productos, sino también las semillas mismas, creando así una total dependencia en productos venidos de afuera, y arruinando de paso los productos y mercados locales. Para ello están vendiendo semillas transgénicas o genéticamente modificadas con el pretexto de su “resistencia a las plagas” y “mejor productividad”. Aunque ni lo uno ni lo otro está probado, las semillas transgénicas mismas son en sí una plaga que no solo acaba con la biodiversidad, sino que además crea una dependencia total de las mismas, ya que vienen patentadas y los productos transgénicos, como el maíz y la soya, producen una semilla estéril, con lo cual el productor queda dependiendo de las semillas alteradas genéticamente que le venda Monsanto, compañía que es dueña del 90% de las semillas transgénicas del planeta.
Dice al respecto el sitio Web de Sinaltrainal:
“Colombia, hasta inicios de la década del noventa, fue autosuficiente en el suministro de alimentos y materias primas. Pero en la última década se ha profundizado la crisis del sector agropecuario, especialmente luego de la apertura económica, que el país permitió la importación masiva de productos agrícolas fuertemente subsidiados, principalmente desde Estados Unidos. Esto ha generado que la producción nacional sea inviable y no competitiva. Es así como el país para el año 2006 importó más de ocho millones de toneladas de alimentos, de estas, dos millones de toneladas son maíz, que corresponde a más del 70% del consumo nacional y el 85% de la soya. Para el caso del maíz y la soya, desde hace más de diez años Colombia está importando soya y maíz transgénico sin ningún control (segregación o etiquetado), especialmente desde Estados Unidos y Argentina”.
No solo se está arruinando el campo colombiano, quitándoles el medio de vida a los campesinos y creando una dependencia total en alimentos importados del extranjero, sino que además con los productos transgénicos se puede estar perjudicando seriamente la salud de los colombianos. Diversas investigaciones han demostrado que estos alimentos alterados genéticamente, tienen efectos nocivos para el organismo, tales como los reportados por Ecologistas en Acción en su página Web:
“En varios estudios de toxicidad se han detectado trastornos en los animales alimentados con OGMs. En ensayos realizados con ratas a las que se alimentó con tomates transgénicos Flavr Savr -el primer tomate transgénico autorizado en EE UU-, varios animales presentaban principio de úlcera en el revestimiento del estómago. El proceso de autorización de este tomate, sin embargo, siguió su curso sin que se verificara la causa de esta anomalía, que la empresa Calgene -promotora del tomate- nunca llegó a explicar adecuadamente, según un memorando interno del departamento de salud estadounidense en el que se cuestiona la validez de las conclusiones del estudio de riesgos presentado por dicha empresa. En uno de los primeros ensayos independientes realizados con ratas alimentadas con patatas insecticidas Bt se observaron alteraciones significativas del revestimiento del intestino delgado al cabo de 14 días de dieta transgénica. Otro estudio llevado a cabo en Escocia con patatas MG insecticidas (en este caso transformadas para la producción de otra proteína insecticida del grupo de las lectinas, presentes en muchos seres vivos) reveló trastornos similares en el intestino de las ratas a los 10 días de dieta, observándose también problemas en el crecimiento de los animales y en el desarrollo de sus órganos vitales, así como trastornos inmunológicos.
Cáncer a domicilio
Así, que sin saberlo, ni que nos lo digan, a través de los OGMs estamos consumiendo no solamente altas cantidades de pesticidas que pueden causar todo tipo de males como los arriba enunciados, sino que también, el herbicida principal utilizado por Monsanto y en las fumigaciones de “cultivos ilegales” en Colombia, es un reconocido cancerígeno, aunque el gobierno se niegue a aceptarlo:
“El glifosato es un agente genotóxico en mamíferos, peces y sapos, por lo que su utilización cerca de los cauces fluviales está prohibida en algunos países. En las lombrices la exposición a las dosis de glifosato aplicadas habitualmente en el campo provocó una mortandad de más del 50% y lesiones intestinales importantes en los individuos que sobrevivieron al tratamiento. El Roundup, herbicida de Monsanto cuyas ventas se han disparado con la introducción de los cultivos resistentes y cuyo principal compuesto activo es el glifosato, provoca disfunciones en la división celular, que podrían estar asociadas con algunos tipos de cáncer en seres humanos.”
Como es obvio, en Colombia no se están investigando los efectos nocivos de todos estos cultivos transgénicos, sino tomando como verdades absolutas los estudios presentados por las mismas compañías encargadas de enriquecerse a costa de nuestra salud y de nuestra independencia alimenticia y el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA), según el Portal de la Universidad del Rosario, ha aprobado “seis alimentos y se conoce la liberación comercial del algodón y en fila están la soya, caña de azúcar, café, papa, remolacha azucarera y tomate. Pero ¿Qué criterios está manejando el INVIMA, si no se cuenta aún con un marco de regulación de cada tipo de semilla? ¿Por qué estos seis alimentos aprobados no son conocidos por la opinión pública y están debidamente etiquetados con el sello de aprobación de esta institución? “
La crueldad del asunto es que el gobierno, supuestamente encargado de velar por la salud y seguridad de los ciudadanos, en la práctica ha hecho exactamente lo contrario al dejar que entren semillas y alimentos transgénicos a Colombia y que la salud y la alimentación de los colombianos esté cayendo en manos de multinacionales inescrupulosas, que ocultan todo a nombre de las ganancias y de ejercer un monopolio total sobre todas las etapas de producción y de distribución de alimentos.
Un ataque global
El ataque contra el agro colombiano no es solamente contra los paperos. Los paperos han sido el grupo más reciente que ha demostrado su inconformidad contra este estado de cosas en que su modo y medio de vida se ve amenazado porque gracias a la globalización ahora debemos comer maíz, trigo o papas transgénicas para empobrecer al campesino, destruir nuestra salud y enriquecer a las compañías multinacionales.
Para concluir, vale la pena citar el artículo “Comer tomate es como ingerir cromo y plomo en cantidades” del portal Web colombiaparatodos.net, donde se confirma todo lo que los críticos del TLC en su momento pronosticaron:
“Las transnacionales han desmontado el sistema nacional de semillas tradicionales y han puesto sus transgénicos a lo largo y ancho de la nación. Prácticamente desaparecieron los cultivadores de Nariño y Boyacá de trigo y cebada porque los transgénicos los arruinaron ya que las nuevas variedades e híbridos son más productivos. El país pierde millones de dólares importando trigo y hoy todo el pan que se consume en Colombia es producido con trigo transgénico importado de los Estados Unidos. Las variedades nativas no pueden competir con las variedades transgénicas producidas en el extranjero. Una libra de arveja seca traída de Canadá o Estados Unidos es en un 80% más barata que la arveja producida en el altiplano cundiboyacense.
La empresa más activa en transgénicos en Colombia es Monsanto que tiene el mayor monopolio de transgénicos del mundo y que opera desde 1995 en el país a través de la compañía Semillas Valle.”
La revuelta de los paperos es una versión moderna de la insurrección de los comuneros. Al igual que hace más de doscientos años, el destino de Colombia es decidido desde el extranjero, ahora por las potencias colonizadoras modernas o sea las compañías multinacionales. Los impuestos que pagamos y las ganancias exorbitantes que les generamos a las multinacionales son para el funcionamiento de la “Armada de Barlovento” actual, la gigantesca flota de comercio, desinformación y ejércitos que garantizan que los patios traseros permanezcan sumisos antes las órdenes de multinacionales, Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial. Y, como hace casi 200 años, los comuneros modernos, los paperos, pelearon contra una fuerza armada en el Puente de Boyacá para revindicar sus derechos. Y no es de extrañarse que las cosas sean tan parecidas, el ejército de Barreiro era un ejército de criollos americanos, solo los jefes eran españoles. La policía “antimotines” de hoy, como el ejército de Barreiro de ayer, también está compuesta por colombianos, igualmente a la defensa de intereses extranjeros.
Las 2 orillas.