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La teoría de la evolución al día de hoy

Por Juan Manuel López Caballero  
 
No sabemos si la familia Bush siga pensando que la teoría de la evolución del ser humano sea una fantasía; pero no son pocas las pruebas, ya no de cuál fue el origen de nuestra especie, sino de cómo ha cambiado en los tiempos recientes.
 
Se puede incluso alegar que la evolución tiene una tendencia a acelerarse cada vez más rápido.
 
Si para pasar de pitecantropus u homo erectus al primer hombre  como hoy lo conocemos se supone que transcurrieron  centenares de miles de años, hoy la evolución de la raza humana es cada vez más veloz, si no más marcada.

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Por Juan Manuel López Caballero  
 
No sabemos si la familia Bush siga pensando que la teoría de la evolución del ser humano sea una fantasía; pero no son pocas las pruebas, ya no de cuál fue el origen de nuestra especie, sino de cómo ha cambiado en los tiempos recientes.
 
Se puede incluso alegar que la evolución tiene una tendencia a acelerarse cada vez más rápido.
 
Si para pasar de pitecantropus u homo erectus al primer hombre  como hoy lo conocemos se supone que transcurrieron  centenares de miles de años, hoy la evolución de la raza humana es cada vez más veloz, si no más marcada.

Si entendemos por raza no solo las condiciones anatómicas sino el conjunto de factores que caracterizan la forma de vida, podemos hablar de transformaciones tales que, más que una evolución por adaptación al medio, el hombre crea un medio que se adapte a él.
 
A comenzar solo por el siglo anterior, la capacidad de movilización que aportó el automóvil inició un desarrollo de algo como un nuevo órgano sin el cual parecería hoy imposible vivir. Hoy ocupamos un nuevo espacio vital determinado por el acceso que tengamos individualmente al transporte. Basta ver desde el satélite como la tierra parece un cuerpo donde los carros circulan como la sangre en nuestras venas —y en el fondo el funcionamiento de los países y de las sociedades igual dependen de esto—.
 
La organización de esa movilidad hoy es tan necesaria para el hombre como lo fue en su momento la cacería para la supervivencia del hombre primitivo (debates como el Uber equivalen a lo que en su momento era la planeación de la caza).
 
Nuevo órgano también se puede considerar el celular. En menos de una década de existencia hoy hay tantos aparatos de esos como seres humanos. Quienes no tienen acceso a ellos dentro de una sociedad donde este servicio existe son como los discapacitados en el mundo primitivo; y las comunidades que aún no cuentan con él son vistas como —y probablemente pertenecen-—ya no a un mundo subdesarrollado sino a algo como la historia del pasado de la humanidad. Si el dedo pulgar en la evolución marcó el paso del simio al hombre, ahora su uso para ‘chatear’ es una etapa similar —aunque además con el nuevo lenguaje que la acompaña—.
 
Pero tal vez la evolución más ‘evolutiva’ —en el sentido que se puede decir que modificó la naturaleza de la especie misma— fue el control sobre la reproducción.  El paso del conocimiento de los ciclos fértiles y el método de Ogino y el uso pecaminoso de los preservativos a la píldora significó un cambio en las relaciones de género mismas pero más en los valores y la mentalidad de las sociedades. Si antes el instinto sexual se cumplía prácticamente como los animales (exceptuadas algunas influencias religiosas), desde entonces es justamente eso lo que físicamente más nos distingue de ellos.
 
Desde el punto de vista de la Economía Política es un fenómeno tan importante o más que la revolución industrial. La llamada transición demográfica —en la que la pirámide se invierte y cada vez son más viejos los viejos y menos numerosos los jóvenes que deberán proveer por ellos— es hoy a través del tema pensional una crisis en todos los Estados. Si en algunos núcleos sociales primitivos se descartaba o abandonaba a los miembros que por enfermedad o por vejez eran una carga para la comunidad, hoy una de las primeras preocupaciones sociales es justamente la contraria.
 
Pero mayor aún es la forma en que afectó la naturaleza del ser humano. El acabar con la diferenciación de las funciones del hombre y la mujer (básicamente al no tener que condicionarlas a su rol reproductivo —la hembra en el hogar y el varón proveyendo para él—) permitió no solo el cambio en el papel en la economía sino también en la identificación vis a vis de los otros seres humanos. Si hoy solo sectores marginales se niegan a reconocer a la comunidad LGTB y si ésta se multiplica exponencialmente es porque estamos ante una nueva especie humana, más liberal intelectualmente y más liberada socialmente.
 
Porque la transformación se manifiesta también en lo físico. Ya el hombre no es ‘como el oso entre más feo más hermoso’, ni se precia de ser ‘de pelo en pecho’, sino lampiño, trans o efébico. Y la mujer no es ‘casquivana’ o delicada y coqueta sino ejecutiva o competitiva.
 
Igual la evolución crea los órganos necesarios para la adaptación a los cambios de medio, también suprime los innecesarios; con el impulso reproductivo de la  sexualidad está sucediendo como con las muelas cordales o del juicio que ya por no ser necesarias la mitad de la población no las desarrolla.
 
Se equivocan quienes enfocan la nueva actitud ante las relaciones sexuales como una conquista de un derecho que había sido negado; es más un reconocimiento de una evolución del ser humano, tanto como individuo como en sus relaciones con sus congéneres.

 

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