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Nacional

La tercera oleada neoliberal o quién pagará la crisis

Por Aurelio Suárez Montoya  

El Plan de Desarrollo, incubado por la Ocde, desata una tercera ola neoliberal, que fortalece a las anteriores.

El Plan de Desarrollo incluye 136 recomendaciones de la Ocde en 44 artículos. Desde septiembre del 2013, Colombia firmó una hoja de ruta para adherir a esta organización de las 34 economías más fuertes.

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Por Aurelio Suárez Montoya  

El Plan de Desarrollo, incubado por la Ocde, desata una tercera ola neoliberal, que fortalece a las anteriores.

El Plan de Desarrollo incluye 136 recomendaciones de la Ocde en 44 artículos. Desde septiembre del 2013, Colombia firmó una hoja de ruta para adherir a esta organización de las 34 economías más fuertes.

Coincide el trámite con la tercera crisis en 25 años, que se ocasiona por un déficit en las cuentas externas —que superará el 5 por ciento del PIB— y se manifiesta en un déficit presupuestal que rodea los 20 billones de pesos, contabilizando la descolgada de los precios internacionales de los hidrocarburos y minerales. La crisis da al traste con el actual modelo, cimentado en la cotización de dichos bienes primarios y en políticas conexas para atraer flujos de capital extranjero.

Las dos anteriores, la de finales de los ochenta y la de los noventa, se subsanaron adoptando y endureciendo el neoliberalismo para “reanimar” al capital. La primera, en el marco de la “década perdida” de Latinoamérica y de los quebrantos de Estados Unidos después de la Guerra Fría, radicó en una insuficiencia de divisas para honrar la deuda externa, el gasto público y las importaciones, lo que empujó a Colombia, entre 1985 y 1989, a acudir a tres préstamos internacionales consecutivos por 3.760 millones de dólares, acumulando más de 18.000 millones, tan solo del sector oficial.

Acompasada con la caída del Muro de Berlín, sirvió para instaurar el Consenso de Washington, ese conjunto de reformas que insertaba al país en la globalización, dictado, además, como contraprestación por los créditos concedidos.

Se implantaron entonces la “apertura comercial hacia adentro”; las privatizaciones de empresas públicas, subastadas a la barata, y el libre flujo de capitales dirigidos a “desnacionalizar” empresas en todas las ramas económicas. Por vía constitucional, se prescribieron la toma financiera de la salud, las pensiones y las áreas de bienestar general. Para acrecentar la plusvalía, la Ley 50 redujo el salario real y desnaturalizó el contrato laboral.

En 1999 se agotó esta primera ola neoliberal. El PIB creció -4,5 %; la industria cayó -13,1 %; el desempleo llegó al 18 %; la pobreza, al 55%; y la indigencia, al 21%; y la deuda pública rebasó el 40 % del PIB. El estallido se dio en el sector financiero, reflejo de la crisis agrícola, con un millón de hectáreas perdidas y soportando avalanchas de importaciones, de la quiebra manufacturera y del menoscabo de la capacidad de pago de los deudores hipotecarios. El rescate bancario costó $ 24,54 billones, casi 12 % del PIB.

La solución al ‘crac’ fue una segunda ola neoliberal, recetada en los acuerdos con el FMI y el Plan Colombia y orientada a un nuevo Edén: los TLC. No bastaron los 150.000 millones de dólares atraídos entre 1994 y 2014 y destinados primeramente a la minería, al petróleo y a la especulación, en sus modalidades; ni tampoco el acrecentamiento de la plusvalía, mediante la Ley 789 de 2003, eliminando recargos salariales nocturnos y festivos e indemnizaciones, y fomentando la indignante “tercerización”; ni otra reforma pensional en el 2005; ni el recorte de regalías y transferencias a las regiones. No bastaron, porque tomaron cuerpo los fantasmas de los déficits externo y fiscal.

El Plan de Desarrollo, incubado por la Ocde, desata una tercera ola neoliberal, que fortalece las anteriores, buscando nuevas rentas para el gran capital y más plusvalía. Apuntando a concretar tales cometidos antidemocrática e ilegalmente, incursiona en más de 40 áreas de la vida nacional, trastocando la unidad de materia del Proyecto, y confiriendo en varias de ellas poderes de libre albedrío al presidente Santos.

Áreas mineras y rurales especiales, sustraídas estas últimas del universo de baldíos; concesión total de la red vial, empezando por los proyectos 4G; feria del espectro electromagnético, para “modernizar las TIC” y un nuevo canal privado de televisión son, entre otros, algunos de los enclaves, reales y virtuales, vueltos nuevos nichos de lucro. Para los trabajadores, recortes en la seguridad social, menor asignación salarial, mayores impuestos indirectos y alza en los tributos a la clase media. Esta tercera ola, incluyendo la reforma tributaria en ciernes, que se presagia altamente regresiva, es el mensaje que envían Santos y la Ocde para anunciar sobre qué hombros ellos descargarán la crisis. ¿Cómo responderán las mayorías?

El Tiempo, Bogotá.

 

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