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Los silenciados por el sistema deben rebelarse contra él, creando un discurso que contradiga el del dogma neoliberal
Economistas Sin Fronteras
Los medios de comunicación de masas se han convertido en una herramienta esencial en la propagación del discurso neoliberal. El pensamiento único hace uso de las herramientas del lenguaje para acabar influyendo en la mente de la sociedad y así legitimar su forma de actuar.
Discurso, poder e ideología
Economistas Sin Fronteras
Los medios de comunicación de masas se han convertido en una herramienta esencial en la propagación del discurso neoliberal. El pensamiento único hace uso de las herramientas del lenguaje para acabar influyendo en la mente de la sociedad y así legitimar su forma de actuar.
Discurso, poder e ideología
El neoliberalismo, paso a paso, va avanzando dentro de Europa siguiendo diferentes estrategias: algunas contundentes, como el chantaje al pueblo griego, y otras más sutiles, como su implantación en los currículos educativos de los países (la LOMCE en España), o la conquista de la opinión pública a través de los medios de comunicación. Es realmente paradójico observar como una ideología tan beneficiosa para muy pocos y, por tanto, tan perjudicial para muchos, consigue imponerse de esta manera.
Parece ser que los medios de comunicación de masas se han convertido en una herramienta esencial en la propagación del discurso neoliberal. Puesto que como ya identificó Michel Foucault, existe una relación entre discurso, poder y a la vez, con el saber. El discurso legitima el poder y este último institucionaliza el saber, con el que se decide que es y que no es verdad, y aquello permitido, o no, para quien ostenta el poder.
El lenguaje no es neutro sino que sirve para construir diferentes realidades y con ellas ejercer formas de poder que bien pretenden perpetuar la actual hegemonía, en el caso de las clases dominantes, o bien derrotarla, en el caso de las clases dominadas. El ‘pensamiento único’ (término acuñado por Ignacio Ramonet) hace uso de las herramientas del lenguaje para acabar influyendo en la mente de la sociedad y así legitimar su forma de actuar. En concreto, John B. Thompson en su obra “Ideología y cultura moderna” (1) identifica cinco formas a través de las cuales la ideología opera a través del discurso.
Una primera forma sería la de presentar la forma de dominación como justa. Con este fin, se racionaliza cualquier acto creando una cadena de razonamiento que lo justifique. Un ejemplo podría ser el siguiente:
“Nosotros definimos competitividad como el conjunto de instituciones, políticas, y factores que determinan el nivel de productividad de un país. El nivel de productividad, a su vez, establece el nivel de prosperidad que una economía puede alcanzar. El nivel de productividad también determina las tasas de rendimiento obtenidas por las inversiones (…) elementos esenciales para su tasa de crecimiento. En otras palabras, una economía más competitiva es probablemente una economía que crecerá más rápido en el tiempo”, The Global Competitiveness Report 2014–2015 (p.4).
Si nos fijamos está justificando claramente cualquier recorte y ajuste en las economías si con ello los negocios van bien, pues sólo así las economías irán mejor. Muy parecido al discurso del presidente del gobierno español Mariano Rajoy según el cual en su país sufren hoy para un mañana más próspero. Es decir, nos presentan algo que beneficia a unos pocos como algo bueno para la sociedad e incluso, si es necesario, se construye toda una historia que justifique una determinada posición. Este último caso sería el de que los habitantes del Sur de Europa son unos irresponsables por haberse endeudado, sin decir en ningún caso que también existió irresponsabilidad en las economías del Norte cuando les prestaron.
Otra forma en la que el uso del lenguaje sirve para la ideología, es escondiendo o disimulando la relación de dominación. Esta crisis en Europa nos ha dejado un lenguaje plagado de eufemismos, “reformas”, “externalización”, etc. Aunque también recursos típicamente literarios como la metáfora, la metonimia y la sinécdoque son útiles para estructurar nuestros pensamientos. Si algo va mal y hay que tomar medidas nos viene rápidamente a la mente “apretarse el cinturón”.
La tercera forma, denominada unificación, consiste en crear un tipo de unidad independientemente de las diferencias individuales que conforman el grupo. Una acepción de “sociedad civil” parece esconder dentro de la misma denominación a grupos de individuos que dejan de conformar clases sociales, grupos económicos, incluso ONG creadas por la clase dominante y pasan a ser un solo grupo con iguales derechos y obligaciones.
La fragmentación es una forma de romper relaciones que pueden ser amenazantes para las clases dominantes. Existen gran cantidad de ejemplos ya que resulta una forma de expandir esta ideología de forma efectiva y rápida. Cuando nos muestran a sindicalistas comiendo gambas en día de manifestación se pretende demostrar que no defienden los intereses de los trabajadores. O cuando justifican el alto paro porque los sindicatos defienden los intereses de los que están trabajando y no de los parados. El motivo es claro: los sindicatos son una amenaza para el orden hegemónico pues ostentan una posición y una estructura que puede hacer sombra a la clase dominante.
La cosificación es una herramienta muy usada, pues nos hablan de “adaptarnos al fenómeno de la Globalización” como si esta última fuera algo natural y no estuviera promovida por decisiones políticas. O “los mercados”, famosos ellos, pues han sustituido a los gobiernos legítimamente elegidos.
Con todo, estas estrategias que son repetidas en forma de bucle por los medios de comunicación de masas y están reforzadas por una serie de intelectuales al servicio del ‘mainstream’ van creando un estado de opinión pública bastante lejano de lo que se consideraría una sociedad crítica. Según Ignacio Muro, en una ponencia titulada “Comunicación y poder en el capitalismo global. El papel de los medios”, éstos han dejado de formar parte de la superestructura ideológica (presupuesta por Gramsci y la Escuela de Frankfurt) y han pasado a ser poder económico. Un ejemplo de cómo los medios legitiman a esta ideología sería lo ocurrido hace pocas semanas con el Foro Económico Mundial de excusa. Miren la “coincidencia” de titulares en medios en lo que concierne a España:
El Foro Económico Mundial reconoce los esfuerzos que ha hecho España
El Foro Económico Mundial reconoce los esfuerzos de España
Davos elogia las reformas españolas
Es probable que sea esto lo que explique cómo una sociedad de dominados continúa haciendo el juego a los dominadores. En su “Filosofía de la Liberación”, Enrique Dussel habla sobre la importancia de construir un discurso desde y para los dominados. Los silenciados por el sistema deben rebelarse contra él, crear un discurso que contradiga la verdad actual y que llegado el momento pueda sustituirla. Ello requeriría del reconocimiento de uno mismo como dominado y tomar conciencia de clase, salir a la calle, compartir espacios. Parece muy lejano.
Y es que “cuando todos piensan igual es que nadie está pensando” (Walter Lippman).
1. John B. Thompson, Ideología y cultura moderna. Teoría crítica social en la era de la comunicación de masas (México: UAM, 1993).