Nacional
Persiste el déficit externo
Por Eduardo Sarmiento Palacio
La economía no reacciona y el año arranca mal. La inflación se disparó en enero, la actividad productiva se deteriora aceleradamente, el déficit en cuenta corriente se aproxima a 7% del PIB y el precio del dólar supera los $3.400. El sistema entró en el sendero de crecimiento de 2% e inflación de más de 5%.
Los gobiernos se acostumbraron a incurrir en grandes errores que persisten y no tienen responsables. El país no podía realizar una devaluación de 60% sin un estudio detallado de las características propias de la economía colombiana.
Por Eduardo Sarmiento Palacio
La economía no reacciona y el año arranca mal. La inflación se disparó en enero, la actividad productiva se deteriora aceleradamente, el déficit en cuenta corriente se aproxima a 7% del PIB y el precio del dólar supera los $3.400. El sistema entró en el sendero de crecimiento de 2% e inflación de más de 5%.
Los gobiernos se acostumbraron a incurrir en grandes errores que persisten y no tienen responsables. El país no podía realizar una devaluación de 60% sin un estudio detallado de las características propias de la economía colombiana.
La política se fundamentó en un ejercicio del FMI que establece que por cada diez puntos de devaluación las exportaciones se incrementan 1,5% del PIB. Se dio por sentado que la devaluación cerraría el déficit en cuenta corriente en un plazo corto. Como se previno en su momento, no ocurrió de esa manera por la alta dependencia de la economía y las commodities y el alto componente de las importaciones con respecto a las exportaciones. Se configuró el peor de los mundos. A la contracción ocasionada por el déficit en cuenta corriente, conformado por la revaluación de diez años y la caída de las cotizaciones del petróleo, se le agregó el disparo de la devaluación y la consecuente elevación de la inflación.
Ante el fracaso, el Banco de la República ha procedido a subir las tasas de interés para moderar la devaluación y la inflación provocadas por sus mismas decisiones. Adicionalmente, se anuncia una reforma tributaria basada en la elevación y extensión del IVA para contrarrestar la reducción de los ingresos tributarios ocasionada por la caída de los precios del petróleo y por el mismo déficit en cuenta corriente que tiende a tener como contraparte déficits fiscales del mismo orden. Ambas políticas ocasionarían una fuerte contracción de la demanda que conduciría la economía a una recesión. Para completar, no faltan quienes soliciten eliminar los aranceles, sin advertir que el despropósito ampliaría el déficit en cuenta corriente e incrementaría la devaluación.
El panorama se enrarece a diario por las condiciones externas. Otra fuente de equivocación son los diagnósticos y predicciones de precios del petróleo. Tal como lo señalé hace un año, el sector enfrenta un exceso de oferta sobre la demanda y no tiene ninguna posibilidad de corregirse sin un cartel amplio y organizado. Los rumores de que se realizaría un acuerdo entre Rusia y las naciones asiáticas agravaron el desplome.
No menos grave es el desvarió de la Reserva Federal de Estados Unidos de elevar la tasa de interés en el marco de una economía mundial que opera con un exceso de ahorro y tasa de interés cero. La obsesión de las autoridades monetarias para volver a tasas de interés positivas de libro de texto no ha funcionado. El alza reciente de la tasa de referencia y el anuncio de que continuará en la misma dirección precipitó la caída de las bolsas mundiales, aumentó la caída de los precios del petróleo y amplió las devaluaciones de América Latina.
Es hora de que se entienda que los quebrantos de la economía provienen del déficit en cuenta corriente y la devaluación fallida que tienden a reforzarse. El alza de la tasa de interés y la elevación del IVA actúan sobre la inflación y el déficit fiscal, que son simples manifestaciones. La receta no corrige la dolencia y, en su lugar, genera presiones recesivas. Aunque tardío, el mejor camino que tiene la economía en las circunstancias actuales es intervenir el tipo de cambio en un nivel razonable, adoptar un plan selectivo cambiario y comercial para impulsar las exportaciones y racionalizar las importaciones, y avanzar en una política industrial y agrícola que señale los sectores prioritarios y los medios para movilizarlos.
El Espectador, Bogotá.