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“Proceso de paz en Colombia requiere una democracia en que los medios de comunicación dejen votar a la gente”: Clara López en carta a revista Semana

La presidenta del Polo Democrático Alternativo, Clara López Obregón envió una comunicación a la revista Semana en la que analiza detalladamente el papel de los medios de comunicación durante la pasada campaña electoral y pone de presente varios casos en los que fue estigmatizada y en los que se violó abiertamente el derecho a su buen nombre y reputación.

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La presidenta del Polo Democrático Alternativo, Clara López Obregón envió una comunicación a la revista Semana en la que analiza detalladamente el papel de los medios de comunicación durante la pasada campaña electoral y pone de presente varios casos en los que fue estigmatizada y en los que se violó abiertamente el derecho a su buen nombre y reputación.

El texto de la misiva que se publicará en su totalidad en la web de la revista Semana es el siguiente:

Bogotá, 1 de noviembre de 2015.

Señores
FELIPE LÓPEZ CABALLERO, Presidente
ALEJANDRO SANTOS RUBINO, Director
RODRIGO PARDO, Director Editorial
REVISTA SEMANA

Apreciados señores:

En mi declaración pública, al aceptar los resultados de las elecciones del 25 de octubre, después de agradecer a mis simpatizantes y contendores y de felicitar al ganador, hice un llamado a la reflexión a los medios de comunicación por su comportamiento desigual y discriminatorio durante la campaña electoral: “Pueden tener sus candidatos– expresé en ese momento- pero quiero decirles que su comportamiento discriminatorio y su monopolio sobre las encuestas afectó gravemente y yo diría, negativamente, la democracia en la campaña de la Alcaldía de Bogotá. Aquí entre los asistentes una mujer reclama decencia. Yo también les pido decencia.  Nunca ha habido una campaña tan cochina contra una mujer en ninguna parte del mundo.”

Puede ser que si la haya habido, pero no la conozco. Desde la publicación de un artículo calumnioso de la señora Fanny Kertzman en la Revista Dinero, pasando por los interrogatorios conducidos por  los señores Arizmendi y Morales de Caracol Radio y Blu, respectivamente, o de la señora Camila Zuluaga en La W y, en tono menor pero insistente, en las entrevistas en distintos medios hablados y escritos; se rebasaba el lindero de la información con una batería de preguntas que pretendían asociarme de cómplice al carrusel de la contratación de Bogotá. La matriz de opinión que de manera sistemática generaron los medios fue la de una mujer que se hizo de la vista gorda, que no era de fiar y que por tanto, a pesar de que reconocían que era persona honesta, no podía ser confiada con la Alcaldía Mayor de Bogotá.

De nada sirvió que hubiese sido alcaldesa por designación del Presidente Santos para asumir la responsabilidad de mi partido para terminar el Gobierno de Samuel Moreno, ni haber salido con el 72% de aprobación de esa compleja gestión, el guarismo más alto de alcalde alguno desde 1993 cuando se inició esa medición. Tampoco que mi conducta haya sido intachable en toda una vida de servicios, incluidos mi paso por la secretaría de gobierno y la alcaldía mayor de Bogotá.

Los periodistas tienen la obligación de pedir explicaciones y las candidatas y candidatos de responder por sus actuaciones, como lo hice a lo largo de las dos últimas campañas presidenciales en las que figuré primero como candidata a la vicepresidencia y después a la presidencia; sin que haya recibido ni tomado ofensa por las preguntas que se me hicieron relacionadas con todos los temas. Pero ahora que tenía posibilidades de ser elegida, los medios cambiaron de actitud. De periodistas y comunicadores pasaron a comportarse como actores políticos, con el agravante de que ni siquiera se les puede deducir la responsabilidad política que tanto exigen. Juan Gossaín, en entrevista a El Heraldo, glosó este tipo de comportamiento en entrevista a El Heraldo en la afirmó: “Nos hemos sentido los periodistas como en confianza de la manipulación y hay uno que me tiene aterrado: las entrevistas. Los noticieros, de radio o de televisión, los programas de opinión, se han convertido, si se trata del adversario del medio en un juzgado de instrucción criminal. Eso no es un noticiero, eso es un proceso. Pero si es un candidato mío, se vuelve la cosa más deliciosa. He oído a periodistas respondiendo lo que no responden sus candidatos. Están participando de la campaña.” (http://www.elheraldo.co/nacional/nunca-habia-visto-la-prensa-revuelta-en-el-mismo-fango-que-los-politicos-juan-gossain).

Nunca he pedido ser eximida de dar todas las explicaciones necesarias. Lo que he exigido, sin éxito, y exijo es ser tratada con respeto por mi dignidad y buen nombre que ahora SEMANA insiste en empañar so pretexto de hacer un balance de las elecciones. A los redactores de SEMANA les pasa lo mismo a muchos electores que partieron al inicio de la campaña a la Alcaldía con buen concepto de mi trayectoria. Se repite en los más importantes medios hasta el cansancio  y sin fundamento, que ni el Polo, mi partido, ni quien estas palabras escribe, su presidenta; jamás hemos asumido la responsabilidad política que nos corresponde por los hechos de la contratación en Bogotá, cuando está ampliamente documentado que fui yo quien le pidió públicamente la renuncia a la Alcaldía al entonces alcalde Samuel Moreno en representación de la colectividad; que una vez surtido el debido proceso interno, los hermanos Moreno fueron separados del partido por su comisión de ética y que en las elecciones de 2011 el electorado bogotano nos castigó con una escasa votación de 30 mil votos para la alcaldía, responsabilidad política que asumimos los polistas de manera individual y colectiva.

Tal vez me puedan mostrar un ejemplo de otro partido que haya actuado de esta manera. No lo conozco, ni tampoco las exigencias de la prensa para que respondan electoralmente por los casos de corrupción como los de la parapolítica, las chuzadas del DAS, el genocidio de la UP, la Dirección Nacional de Estupefacientes, las deficientes contrataciones de obras públicas en Bogotá y en todo el país o los desaparecidos y muertos del Palacio de Justicia. No percibí que Cambio Radical, que respaldó al candidato ganador y que se apresuró a presentar la primera terna en plena campaña electoral para el reemplazo del gobernador de Cundinamarca removido por su vinculación judicial al carrusel contratación de Bogotá, haya sido llamado a cuentas de manera relevante o semejante.

Sin ir más lejos, la misma edición de SEMANA trae un ejemplo del trato desigual y discriminatorio del que hablo. En el artículo, Germán es el man: la victoria del vicepresidente en las urnas, se afirma, diría yo con admiración en vez de reproche: “Que un cachaco –refiriéndose a Germán Vargas- triunfe en esa zona (la Costa Caribe) no es poca cosa. Obviamente esas victorias se basaron en uno que otro aval cuestionable y algunas transacciones poco éticas. Pero en el mundo de la política las cosas funcionan así. Y aunque los votos son más de maquinaria que de opinión, eso le da más solidez a la victoria de Vargas, pues la opinión cambia y la maquinaria, cuando está aceitada, repite.”  Me pregunto ¿cuál habría sido el texto de encontrar semejante comportamiento en algún partido de corriente ideológica adversa a las afinidades de la revista? No estoy pidiendo el trato favorable que se  les confiere a los hombres poderosos. Solo exijo igual trato para todos y todas, que se aplique el mismo racero, sin distingo de credo, pensamiento político, género, raza o posición social, que requiere toda democracia.

En contraste, se me señala y estigmatiza por no haber tenido la información cuando fuera secretaria de gobierno y alcaldesa para sustentar una denuncia contra los actores del carrusel de la contratación que incluye a varios concejales de diversas colectividades políticas que apoyaron a varios de mis contrincantes. Cuando si tuve bases para ello, denuncié la parapolítica y los falsos positivos así como varios hechos que fueron asumidos por la fiscalía y los órganos de control, pero las explicaciones que he dado una y otra vez no son tenidas en cuenta. Solo les interesa tomar por ciertas las insinuaciones y los contenidos de las preguntas tendenciosas y calumniosos, nunca las respuestas. Basta señalar que en nota publicada por El Tiempo el 24 de marzo de 2013 (http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12709584 ), el periodista describe la sorpresa producida por las alegaciones contra Héctor Zambrano a quién trasladé de la Secretaría de Salud a la de Hacienda en 2011, después de haber sido elegido el mejor secretario de despacho por la prensa capitalina en tres oportunidades, 2008, 2009 y 2010. Lo que se busca es editorializar con la pregunta o el comentario para sembrar la duda sobre mi honestidad como si en ese entonces, junio de 2011, se conociera lo que llegó a sorprender al diario de mayor circulación del país casi dos años después. No en vano se afirma que una mentira mil veces repetida en los medios de comunicación se convierte en verdad incontrovertible.

¿Por qué he de sorprenderme, entonces, de que al hacer su análisis SEMANA acoja la misma matriz mediática, que con el resto de medios, por acción u omisión, contribuyó a crear? Pues porque pienso que un medio de la respetabilidad de SEMANA no puede hacer suyo el dicho que afirma que de la calumnia algo queda y proceder a publicarla en la versión de las afirmaciones difamatorias que hace el artículo que toma el nombre de uno de los libros de Nicolás Buenaventura, ¿Qué pasó Camarada?, en la edición que circula esta semana.  

Ya ni siquiera una rectificación que espero se produzca me puede resarcir tanto atropello a mi buen nombre. Pero una reflexión de parte de ustedes y de los demás medios de comunicación puede tal vez, si se hace sinceramente, “mejorar en algo la calidad de la democracia que tenemos en Colombia.  Un proceso de paz necesita una democracia pujante, una democracia sin ventajismos, una democracia sin el todo vale y una democracia en que los medios de comunicación dejen votar a la gente”, como afirmé al reconocer los resultados de las elecciones.

Atentamente,

CLARA LÓPEZ OBREGÓN
C.C. No. 41.481.937 de Bogotá

Posdata: La palabra “cochina” que utilicé para referirme a la campaña mediática es perfectamente castiza. La utilizó  por primera vez Juan Ruiz, el Archipreste de Hita, en El Libro del Buen Amor, una de las piezas cumbre de la narrativa medieval española.

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