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“En Colombia se puede hacer política decente”: Navas Talero

Por: Cecilia Orozco Tascón  

El representante del Polo Democrático Alternativo, Germán Navas Talero fue la primera votación individual a la Cámara por Bogotá en las elecciones para el nuevo Congreso, el domingo 9 de marzo.

Esta es la quinta vez que usted gana una curul en la Cámara de Representantes. ¿Cuáles han sido sus votaciones? 

La primera vez que me lancé (2002), conseguí 20 mil votos; en la segunda (2006), obtuve alrededor de 41.000; en la tercera (2010), bajé a 27.000.

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Por: Cecilia Orozco Tascón  

El representante del Polo Democrático Alternativo, Germán Navas Talero fue la primera votación individual a la Cámara por Bogotá en las elecciones para el nuevo Congreso, el domingo 9 de marzo.

Esta es la quinta vez que usted gana una curul en la Cámara de Representantes. ¿Cuáles han sido sus votaciones? 

La primera vez que me lancé (2002), conseguí 20 mil votos; en la segunda (2006), obtuve alrededor de 41.000; en la tercera (2010), bajé a 27.000.

Hace cuatro años (2010) subí a 40.000 y este año llegué a 45.400.

Es la mayor votación para Cámara en Bogotá, por encima de los candidatos de todos los partidos. ¿Sorprendido?

Sí, aunque yo soy malísimo para hacer cálculos electorales. De todas maneras, soy consciente de que es una votación bastante alta y estoy muy agradecido con quienes votaron por mí.

¿Cuánto invirtió en su campaña este año y cuánto en las anteriores?

Según los datos que me acaban de suministrar, los gastos de mi campaña fueron de $112 millones. Hace cuatro años, de 120 y hace ocho (en 2006), lo mismo, es decir, $120 millones.

¿Dónde obtuvo los $112 millones de este año?

Como soy organizado y metódico, tenía reservados $85 millones de la reposición de votos de la campaña de 2010, no pensando en esta campaña, porque tenía calculado que me iba a retirar. Los guardé para cualquier contingencia que se presentara, porque no me gusta endeudarme. El resto, es decir, $27 millones, vinieron de aportes de amigos. La más grande de las donaciones fue de $7 millones. Y las otras de 4 o 5.

¿A usted no le dan plata las empresas o los gremios?

(Risas) La única empresa que me da plata es la del ahorro personal.

¿Cómo hizo para que no lo afectaran ni la inflación ni otros factores que inciden en el incremento de los precios, por ejemplo, el de los avisos de publicidad?

Me afectan, pero el grupo de personas que trabaja conmigo y yo somos disciplinados y, si usted quiere, tacaños. Nos propusimos gastar menos y lo logramos.

Aunque usted sólo desarrolló campaña en Bogotá, se sabe que aquí todo vale más. Gastar menos que en 2010 era casi imposible.

Bueno, también tomamos ciertas decisiones. Por ejemplo, contratamos menos cuñas radiales y nos lanzamos a hacer una campaña presencial. Desde el 8 de enero pasado me fui a pararme en las calles horas enteras para entregarles volantes a los transeúntes y para hablar con ellos. También iba a reuniones y a foros universitarios. Así suplí la publicidad, que es muy costosa, por el contacto directo.

¿No pagó buses para llevar votantes a las urnas? Ese es un rubro en que invierten muchos congresistas todavía, pese a que la trashumancia electoral está en vía de extinción.

Siempre he dicho que quien va a votar es, debería ser, como el que entra a la iglesia: no le pide plata al cura por ir a misa ni este se la ofrece por estar en la capilla, así el feligrés haya caminado una hora para llegar a la ceremonia religiosa. Si usted tiene sus ideas bien definidas, en las elecciones vota por el candidato que coincida con usted.

No es tan sencillo. ¿Qué explica que 45.000 habitantes de Bogotá hayan votado por usted sin publicidad, transporte ni lechona rellena de billeticos?

(Risas) Que no descartamos que en Colombia se puede hacer política decente. Convencemos a los votantes de que defendemos ideas que comparten y después, ellos deciden acompañarnos. No hay otra manera de explicarlo, porque no le he conseguido puesto a nadie en la administración pública, no he tramitado becas y tampoco doy recomendaciones. La gente lo sabe y, sin embargo, vota por nosotros. Incluso en los volantes que repartimos durante la campaña con el senador (Jorge Enrique) Robledo, pusimos una frase que decía: “Si usted vino a vender su voto, a nosotros no nos lo ofrezca”. Y en la parte de atrás del volante, imprimimos otra, en letra grande: “Si los candidatos que ofrecen empleo a los electores cumplieran, no habría desempleo en Colombia”.

Un poco ‘suicidas’ los mensajes porque la gente, si no tiene un poco de cultura política, no se moviliza para votar.

Es cierto, no es fácil, ante todo porque la gente tiene muchas necesidades económicas y por eso es más probable que voten por quien les pague.

Entonces, vuelvo a preguntarle: ¿cómo hace usted para disputarles una curul a quienes sí pagan, y mucho?

No lucho contra quienes pagan, porque ni siquiera acepto una conversación que ponga en duda la libertad y voluntad de quienes van a votar por mí. Mire, a mi campaña llegaron personas que iban con el cuento de que tenían 170 votos para ofrecernos reuniones. Les dijimos que íbamos a que nos escucharan, pero sin dar un solo peso.

¿Les pidieron dinero a cambio de la reunión?

Nos dijeron que les diéramos una ‘ayuda’ para alquilar un local y todos esos artificios que usan para pedir plata sin decir directamente que va para el bolsillo de ellos. Hace unos años estábamos en otra reunión y se paró un señor y dijo: “Bueno, ¿aquí qué van a dar?”. Y yo le contesté: “Aquí vamos a dar ejemplo de dignidad, y de pronto hasta un tinto, pero si quiere ‘tamal’, vaya a otras campañas”.

¿Y cuál fue la reacción?

Cuando los posibles electores se dan cuenta de que alguien no habla con pícaros, todos se vuelven honrados. Ahora, tampoco tiene uno que llegar a todas partes a calificar a los presentes de ser los mejores. Por el contrario, les digo que si han vendido sus votos alguna vez, les solicito que hagan lo contrario y a continuación les aseguro que les irá mejor. Algunos me critican y me dicen que yo hago más campaña de regaño que de política. Me parece más leal: a la gente hay que enfrentarla con sus errores y también que ella se dé cuenta de los míos.

¿Funciona?

Pues aquí estoy todavía.

Disculpe la impertinencia: ¿cuál es su edad?

Tengo 72 años y diez meses.

¿No le pesan las campañas, las caminatas, las reuniones, los compromisos y el trabajo mismo en el Capitolio?

Hace 6 o 7 meses había dado por descontado mi retiro, como ya le dije, pero varios compañeros me pidieron que me quedara. Sin embargo, desde ahora digo que este es mi último período y que haré exactamente lo mismo que he venido haciendo: control político y denuncias sin ser agresivo en la palabra ni cobarde en las respuestas.

¿Se siente aislado en el Congreso?

Tengo compañeros de trabajo, pero no amistad íntima con ninguno de ellos. Tampoco soy visitante de grandes convites ni comensal en almuerzos de exhibición.

¿Se considera un bicho raro de la política colombiana?

Los demás sí lo piensan de mí, aunque yo creo que los bichos raros son ellos. No obstante, tengo que reconocer que mis compañeros me tratan con respeto a pesar de que mis posiciones a veces los incomodan. En lo más duro de las discusiones, siempre se refieren a mí en términos como el doctor Navas, el profesor Navas o el maestro Navas. A todo señor todo honor: jamás me han agredido verbalmente en el Congreso.

De los debates que ha dado en el Congreso, ¿cuál le satisface más?

El que di cuando logré demostrar que durante la campaña para el intento de hacer aprobar la segunda reelección de Uribe se habían violado los topes y se habían recibido dineros de la pirámide de DMG. Todos nuestros argumentos fueron validados después por la Corte. Es el trabajo más concienzudo que he hecho y lo realicé metódicamente, buscando información con toda paciencia. Fue una tarea exhaustiva durante la cual no tuve un solo día de descanso.

¿Se refiere al caso que terminó en proceso contra los promotores del referendo reeleccionista de 2007, entre ellos Luis Guillermo Giraldo?

Exactamente. Yo estaba muy molesto por la forma como se habían adelantado los debates en el Congreso sobre este tema y me propuse demostrar que no estaba mintiendo cuando denunciaba lo que venía sucediendo. Conseguí hasta la última de las pruebas y la entregué. Después fue muy reconfortante que la gente que me reconocía en la calle me felicitara y diera las gracias por evitar el quebrantamiento de la democracia.

Usted también fue quien denunció la compra del voto a Yidis Medina cuando se aprobó la primera reelección presidencial.

Así fue, y supe lo que estaba ocurriendo gracias a un reportero que tenía buena información sobre lo que estaban cocinando tras bambalinas. Él me contó que oyó unas declaraciones de Yidis Medina según las cuales ella iba a cambiar su voto, que iba a ser en contra de la reelección, por un voto a favor porque el gobierno le había hecho varias ofertas. Me conseguí la copia de las declaraciones y la recusé durante el debate con el argumento de que, de acuerdo con lo que había dicho, estaba impedida para votar por tener interés personal y directo en el asunto a votar. Después de una feria de impedimentos y del carrusel de la alegría con la no aceptación de los mismos, se votó y aprobó la reelección. Esa me la ganaron, pero le advertí a Yidis que la iba a denunciar por cohecho delante del ministro Sabas Pretelt de la Vega. Para mi alegría, Yidis confesó tiempo después en Noticias Uno y confirmó todo lo que yo había denunciado.

El hundimiento de la reforma a la justicia fue otro capítulo en el que usted tuvo protagonismo. ¿Cómo se enteró de lo que pretendían sus colegas congresistas y los magistrados que querían prolongar sus períodos?

Más que enterarme, me di cuenta desde el inicio de que esa reforma tenía un viso de retaliación y de venganza del Ejecutivo y del Legislativo contra las cortes por los procesos de la parapolítica. Así lo sostuve. Después fueron apareciendo los ‘regalos’ para los miembros de los altos tribunales por parte de sus posibles investigados. Corrimos con la suerte de que se convirtiera en un escándalo nacional, porque se unieron a nuestras denuncias varias organizaciones de la justicia, ONG, veedurías ciudadanas, columnistas y medios. Nuestra pelea dejó de ser un pequeño grito para convertirse en un alarido. Estas son las satisfacciones del oficio.

El Espectador, Bogotá.

 

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