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Recordar es vivir

Por Ricardo Villa Sánchez  

–    Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. Jorge Luis Borges

La memoria histórica es la bisagra del derecho a la verdad. Conocer cómo ocurrieron los hechos, qué pasó, quiénes fueron, para qué lo cometieron estos crímenes atroces, ayuda a cerrar heridas pero nunca nos devuelve a nuestros seres queridos.

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Por Ricardo Villa Sánchez  

–    Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. Jorge Luis Borges

La memoria histórica es la bisagra del derecho a la verdad. Conocer cómo ocurrieron los hechos, qué pasó, quiénes fueron, para qué lo cometieron estos crímenes atroces, ayuda a cerrar heridas pero nunca nos devuelve a nuestros seres queridos.

Mirar a los ojos,  poder escuchar pedir perdón a los victimarios y que se les condene en justicie transicional, es un gran logro para nuestra herida democracia y nos da un respiro que nos permite avanzar colectivamente, en el camino, lleno de espinas, hacia la luz de la reconciliación y de la garantía de no repetición.

Muchos hemos pedido verdad, justicia, reparación integral y garantía de no repetición, en ese orden, como base de la reconciliación nacional. No es fácil. Fueron décadas de terror. Muchas familias destruidas, procesos políticos truncados, identidades y sueños rotos, indignidad, ríos de dolor y vacíos en los corazones, por la mano negra de diversos y perversos  actores del conflicto armado.

En esta coyuntura se habla de la Paz posible. Desde los sobrevivientes, testigos, víctimas, defensoras y defensores de derechos humanos, en fin, muchas y muchos están comprometidos con este anhelo. Para lograrlo, se requieren cambios reales. Si el país nacional, aspira a cruzar la oscura página del conflicto, es pieza fundamental llegar a acuerdos sobre mínimos éticos y nuevos pactos sociales que permitan construir un país revitalizado.  Ese es un propósito común que genera esperanza.

En ese marco nos preguntamos, ¿de todas las paces que sueña este país, qué lugar ocupa la educación? Somos conscientes que la educación pública, gratuita, universal y de calidad, puede constituirse en el eje de las transformaciones en el alma de nuestra gente, de nuestras bases sociales, de todo lo que nos une como nación.

Programas como Ser Pilo Paga, son importantes, con créditos condonables para estudiantes excelentes, de bajos recursos, que les abre una ventana de posibilidades, para quienes más se esfuerzan y puedan convertirse en agentes del desarrollo del país de no me acuerdo, que será el nuevo país del postconflicto armado. Sin embargo, estos programas, además de ser costosos y limitado su acceso, no garantizan la gratuidad y universalidad del acceso al derecho a la educación en nuestros jóvenes que serán la generación de la Paz.

Cuando se firmen los acuerdos de La Habana, arribaremos a un nuevo momento en nuestro país, en el que deberemos transitar hacia la Paz con justicia social. Para cruzar ese río, padeceríamos como nación un cruento conflicto armado de seis décadas que dejó una estela de sangre, deseos de venganza, odios, exclusión, inequidad y engaños.  Son cerca de 5.7 millones de víctimas del conflicto armado en las últimas tres décadas. En ese lapso por año, en promedio más  de 200 mil personas se han desplazado dentro del país;  220 mil caídos por violencia política y se hablan de más de 4000 sólo en el holocausto de la UP; cerca de 50 mil desaparecidos; aproximadamente 3,5 millones  de colombianos salieron del país y de ellos más de 500 mil son reconocidos en el exilio y según el reciente informe de Human Rights Watch, cerca de 3000, eufemísticamente llamados “Falsos Positivos”, que llamaríamos, más bien, crímenes de lesa humanidad.

¿Cómo ligar la memoria histórica  a estos programas sociales de acceso a educación superior como Ser Pilo Paga? Desde la Corporación Ricardo Villa Salcedo, (Un abogado, defensor de derechos humanos, dirigente político de izquierda democrática, asesinado a comienzos de los noventa, curiosamente cuando fueron las primeras reinserciones de la insurgencia, época en que la esperanza de Paz se creía a la vuelta de la esquina), creemos que es clave se le pongan nombres a este tipo de becas o se formalicen becas para víctimas y excombatientes.

Muchas y muchos profesionales, líderes sociales, políticos y comunitarios, defensores de derechos humanos, sindicalistas, candidatos presidenciales, periodistas, artistas, religiosos, docentes, campesinos, indígenas, lgbti, afros, en fin, cayeron en forma violenta en este conflicto armado. Desaparecidos, torturados, desplazados, secuestrados, asesinados, que no sólo los eliminaron sistemáticamente, sino que rompieron los hilos de su dignidad, invisibilizaron, olvidaron y sus muertes violentas, muchas se encuentran aún en la impunidad.
 
A ellas y a ellos, a sus espacios, a sus sueños y esperanzas hay que recuperarlos, así sea de manera simbólica. Por eso, creemos que cada beca o créditos condonables, o como lo denominen, como los de los programas Ser Pilo Paga, deberían ser un acto de memoria histórica y en cada lar, universidad, escenario público, se les ponga el nombre de los líderes y lideresas del lugar, que perdimos en esta aciaga época de violencias que ojalá nunca más vuelva a ocurrir en un país democrático.

Recordar es vivir, desde esta tribuna le hacemos un llamado al señor Presidente de la República, al Ministerio de Educación, al Icetex, a los estamentos universitarios, a la Unidad Nacional de Víctimas y a la sociedad civil en su conjunto, a que piensen en lo bien que le haría a la nación este reconocimiento público a las víctimas, independientemente de la orilla en que hayan ocurrido estos tristes hechos de violencias. Así, sin olvido, se construye entre todas y todos, Paz social.

Fuentes:

http://www.eltiempo.com/contenido/politica/justicia/ARCHIVO/ARCHIVO-15997016-0.pdf

http://www.colombiaaprende.edu.co/html/micrositios/1752/w3-article-348446.html

@ciudadcaotica

Santa Marta.

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