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Nacional

Reflexiones poselectorales

Por Octavio Quintero  

¿Qué relación puede haber entre ir a votar y no marcar el voto? Frente al alto grado de corrupción podría ser que el elector, para ganarse la dádiva ofrecida o cobrar el voto vendido, fue hasta la urna e hizo la pantomima de votar y no marcó nada…

Otra hipótesis: que como la tarjeta

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Por Octavio Quintero  

¿Qué relación puede haber entre ir a votar y no marcar el voto? Frente al alto grado de corrupción podría ser que el elector, para ganarse la dádiva ofrecida o cobrar el voto vendido, fue hasta la urna e hizo la pantomima de votar y no marcó nada…

Otra hipótesis: que como la tarjeta

electoral ofrece algunos estímulos y beneficios al elector (estudiantes, empleados públicos, trabajadores particulares, soldados, etc.), el elector va a la urna y vota sin marcar nada con el fin de obtener la tarjeta.

Estas dos hipótesis podrían dominar la especulación analítica en esto de ir a la mesa, reclamar el formulario y meterlo a la urna sin marcar, ni siquiera en la opción ‘blanco’ que era tan fácil. Si realmente hubiera tenido la intención de votar por alguien se habría informado.

Inclusive se oyó de dirigentes muy ponderados, recomendar a los electores que recibieran lo que les ofrecieran por el voto (dádiva o plata) y no votaran por los corruptos.

Al respecto, en Tocancipá, una población de Cundinamarca, se acuñó en alguna elección local el estribillo burlón a algún candidato a la alcaldía que decía… “No’ (por nos) lo bebimos, no’ lo comimos, no’ lo bailamos y no votamos”…

Esto puede resultar ahora aplicable a nivel nacional en donde las elecciones, como también se dice por estos lares, se han convertido en la mejor “navidad” de los pobres.

Pero (siempre hay un pero), ¿por qué se registran más tarjetones sin marcar en el Senado que en la Cámara (casi el doble)?

La hipótesis aquí podría ser que al elector le faltó información sobre los candidatos al Senado, y resulta obvio, pues, el candidato a la Cámara es, por decirlo así, más territorial y, por ende, más visible al elector.

Otra consideración, entre tantas de las que se pueden hacer en torno a un certamen tan complejo como son unas elecciones políticas, sería… ¿por qué se da tanto voto nulo en Cámara con respecto al Senado, si el número de electores es prácticamente el mismo? ¿Si aceptamos que el elector tiene más referenciado al representante que al senador, por qué se equivoca más a la hora de marcar a su candidato a la Cámara que a su candidato al Senado?

El mundo de la corrupción puede volver a dominar la hipótesis. Se dijo por ahí en estas pasadas elecciones que se encontraban muchos votos mal anulados por parte de los jurados. Supongamos que el jurado, como es territorial, tiene el encargo de anular unos cuantos votos de X porque es rival directo de su amigo Z… Sería lógico.

Lo que si resulta reiterativo y contundente es la alta abstención electoral. Si la democracia es, por norma universal, la mitad más uno, en Colombia impera una democracia formal pero no matemática, pues, del potencial electoral (32’835.856) solo acudieron a las urnas 14’310.367 (cifra de Senado) lo que arroja una abstención del 56,42 por ciento.

Pero esto, que es harina del mismo costal, hay que amasarla por aparte…

12 de marzo de 2014.

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