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Reflexiones

Por José Arlex Arias Arias  

Con el ocaso del que termina y en el umbral del año que comienza, es normal hacer balances de uno y propósitos para el siguiente. Una relación de realizaciones, así como de sueños fallidos, se agolpan en una mente alucinada por la presión de la sociedad de consumo.

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Por José Arlex Arias Arias  

Con el ocaso del que termina y en el umbral del año que comienza, es normal hacer balances de uno y propósitos para el siguiente. Una relación de realizaciones, así como de sueños fallidos, se agolpan en una mente alucinada por la presión de la sociedad de consumo.

Esa que nos ha trastocado las costumbres; la que nos hizo pasar de los juguetes de madera, que reunían a toda la familia a  confeccionarlos para regalar a los hijos, parientes y vecinos, a los más sofisticados, con tecnología de alta gama, pero solo accesibles a los extractos más selectos.

Es la misma sociedad de consumo que se ha apoderado de nuestros saberes: ya no es necesario que las familias se reúnan alrededor del fogón a preparar natilla, tamales, lechón, buñuelos o los dulces, en un convite lleno de alegría, matizado por los cantos de Navidad, sino que ahora las cenas de “Nochebuena” y “Año viejo” vienen precocinadas, porque las fórmulas domésticas fueron acaparadas por multinacionales que las venden, las cuales con un simple hervor tienen listas las carnes hasta los frijoles y el maíz para una mazamorra. Todo está absolutamente comercializado y, como en el buen vallenato, las costumbres cambiaron; nos las arrebataron.

En esa relación se hace el balance del empleo, cada día más exigente y menos remunerado; del estudio de los hijos, con el recuerdo de los que no pudieron seguir en la universidad o del ausente que le tocó buscar suerte en otro rincón del mundo, en el cual se acomodará a pesar de sus nostalgias; del tormento por las deudas, la cascada de impuestos, pagos de colegio, cuotas de la casa, el carro o la moto, los servicios públicos, la tarjeta de crédito; es decir, el balance termina en una verdadera tortura. Para algunos es más positivo; esos ven en la Navidad y despedida de año, una buena oportunidad para el solaz, las vacaciones y los más pudientes hacen todo tipo de ostentosidades, incluso se dan el lujo de obsequiar regalitos a niños pobres para posar de altruistas. El mejor altruismo es la lucha por una sociedad más igualitaria.

Con la media noche del “año viejo”, se da el “corre – corre”; la idea es que en los cinco minutos finales se pueda hacer lo que no se logró en todo el año; se pasa de la alegría desbordante a la más grande depresión o viceversa. Son momentos en los cuales la sociedad de consumo se frota las manos. Para ellos el balance siempre será positivo; las ganancias son multimillonarias. Los grandes medios de comunicación se encargan de hacer la seducción y la manipulación de la gente; los cacaos del periodismo, quienes posan de objetivos e imparciales, están bien fletados para hacer el trabajo sucio pero elegante. Todo lo podemos resumir en dos palabras: modelo neoliberal.

El principal propósito del año nuevo debe ir de la mano del balance de la inmensa mayoría. Si la clase trabajadora, los sin empleo, los que están en el rebusque, los estudiantes y profesionales, los mendigos y los pobres e incluso la clase media, con sus productores pequeños, medianos y grandes, tienen balance negativo, el nuevo año les depara la oportunidad de cambiar su forma de proceder. A escasos dos meses puede estar la solución, cuando se realizan los comicios electorales para el Congreso de la República, recinto donde se define la superestructura del modelo de desarrollo que se implementa en el país. Es entonces la gran oportunidad de votar contra los actores de esta situación. ¡Colombia cambia, el día que el pueblo se decida a cambiar!

Cartagena, 7 de enero de 2014.

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