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Robledo

Por Aurelio Suárez Montoya  

Robledo es una marca. Eso sucede con pocos dirigentes políticos, solamente en aquellos en los cuales la coherencia -independientemente de la ideología- los identifica con una manera de ser, con una posición que supera coyunturas o afanes de la hora al punto que hasta llegan a ser predecibles. Pero la gente con certeza sabe a qué atenerse con ellos en cada caso.

El mensaje de Jorge Enrique Robledo en 12 años en el Congreso, captado por millones, se resumiría en tres ejes: nacionalismo, democracia y bienestar de la sociedad,

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Por Aurelio Suárez Montoya  

Robledo es una marca. Eso sucede con pocos dirigentes políticos, solamente en aquellos en los cuales la coherencia -independientemente de la ideología- los identifica con una manera de ser, con una posición que supera coyunturas o afanes de la hora al punto que hasta llegan a ser predecibles. Pero la gente con certeza sabe a qué atenerse con ellos en cada caso.

El mensaje de Jorge Enrique Robledo en 12 años en el Congreso, captado por millones, se resumiría en tres ejes: nacionalismo, democracia y bienestar de la sociedad,

los que han guiado toda su vida pero que en este periodo él ha podido difundir con mayor firmeza y despliegue.

Además, Robledo ha demostrado que para su trabajo siempre ha utilizado los medios civilizados de la lucha política sin recurrir ni a la bajeza ni al ataque artero o personal y mucho menos a métodos violentos, al secuestro o al asalto, que no ha practicado ni justificado en ningún tiempo. Precisamente, sus más enconados enemigos, entre los que se encuentra la cúpula de los tres últimos gobiernos y sus apéndices, ante la incapacidad de refutar su dialéctica demoledora, han recurrido injuriosamente al viejo expediente de Joseph McCarthy para sacarlo de carrera. No han podido.

Una síntesis de lo que ha hecho en los periodos como senador supera la imaginación. Es el congresista que más debates de control político ha hecho en los anales del Congreso, 125. Y no sobre temas baladíes. Se destacan los relativos a los TLC y a las aperturas; a la defensa de los recursos naturales nacionales ante el saqueo permitido a las grandes trasnacionales; a la política agraria, con énfasis en las crisis cafeteras y campesinas y del empresariado agrícola; a la desindustrialización del país; al ‘zarpazo’ a las regalías de las regiones; al desenmascaramiento del ‘cartel de las EPS’ y a los abusos contra la ciudadanía sencilla como los de Electricaribe en la Costa Atlántica, para solamente mencionar los más relevantes en el último periodo.

La oposición a Santos y a Uribe ha tenido en Robledo un contrafuerte. Fuera de la confrontación con las políticas comunes de Confianza Inversionista, prioritariamente favorables al capital extranjero, este senador del Polo ha destapado malolientes desaguisados como los negocios de los hijos del Ejecutivo en el gobierno anterior y las maniobras jurídicas del amigo íntimo de Santos y su exembajador en Washington, Carlos Urrutia, para echar en los bolsillos de grandes grupos económicos, como Cargill, las tierras baldías con fines de reforma agraria.

Robledo no se ha circunscrito al debate, que hace con todo detalle e integralidad. Lo ha ligado a la protesta ciudadana y a la resistencia civil. “Mi voz es tan fuerte como la de la ciudadanía en pie”, repite con frecuencia. Es decir, acompaña la encomiable labor con un componente indispensable, el valor. Ese “hálito vital en toda empresa desbrozadora del progreso del hombre”, al decir de Francisco Mosquera.

No hay duda, mi voto al Senado será por Robledo y con él por los candidatos de “indignados” que lo acompañan en las listas del Polo al Senado y a la Cámara en los departamentos. Es lo menos que puedo hacer al reconocer, como Carlos Gaviria, que “Robledo no es sólo el mejor senador que he conocido, sino el mejor de la historia de Colombia”.

 

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