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¿Tendremos apagón?

Por Diego Otero Prada / Razón Pública   

Una comparación con las crisis de 1992 y 1998 ayuda a predecir si habrá racionamientos, pero el problema de fondo es la escasez de gas natural. Habría que permitir que los particulares vendieran sus excedentes de energía a través de la red. 

Las crisis de 1992 y 1998 

La situación que hoy vive el sector eléctrico me hace recordar la de 1991-1992 y también la de 1997-1998. 

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Por Diego Otero Prada / Razón Pública   

Una comparación con las crisis de 1992 y 1998 ayuda a predecir si habrá racionamientos, pero el problema de fondo es la escasez de gas natural. Habría que permitir que los particulares vendieran sus excedentes de energía a través de la red. 

Las crisis de 1992 y 1998 

La situación que hoy vive el sector eléctrico me hace recordar la de 1991-1992 y también la de 1997-1998. 

En la primera coyuntura yo era el presidente de la Asociación Colombiana de Ingenieros Eléctricos, Mecánicos y de Ramas Afines (ACIEM). Por esa época se pensaba que en Colombia existía una capacidad de generación muy superior a las necesidades del país.  Esta creencia dio lugar al descuido de la generación térmica, a que el gobierno no destinara los recursos necesarios para tener el parque térmico en condiciones adecuadas y a que se bloqueara el proyecto hidroeléctrico de El Guavio porque “no había urgencia” de que entrara en funcionamiento.

Entonces, en el segundo semestre de 1991 vino el verano  en lugar de invierno (igual que en 1997 y en este 2015). Infortunadamente se supuso que tendríamos invierno en el primer semestre de 1992 y no se tomaron medidas para ahorrar energía. Pero tampoco hubo temporada de invierno en el primer semestre de 1992 y entonces vino el desastre: racionamientos permanentes durante todo el año, hasta de ocho horas diarias, entre el 2 de mayo de 1992 y el 3 de febrero de 1993.

Con la crisis de 1997, afortunadamente, no se repitió la historia del 1992: como es normal en el ciclo hidrológico, tuvimos invierno a partir de abril de 1998.

¿Habrá verano en 2016?

¿Qué pasará en 2016? ¿Se repetirá 1992, o 1998? Hay parecidos y diferencias con cada uno de estos dos años. En este momento (noviembre de 2015) el parque térmico es mayor que en 1992 y está en buenas condiciones operativas. La capacidad instalada de plantas térmicas ha aumentado de 20 por ciento en 1991 a 30 por ciento en noviembre de 2015.

El problema financiero de las térmicas tiene soluciones, y como último recurso quedaría la opción de nacionalizarlas para que ISAGEN se encargue de su operación (otra vez se hacen evidentes la necesidad de una empresa pública fuerte y la inconveniencia de privatizar ISAGEN). En este punto la situación de hoy es mejor que la de 1991 y también que la de 1997.

En el tema de los embalses, hoy nos parecemos más a 1997 que a 1991. Para el 3 de noviembre de 2015 el nivel del embalse total era de 63 por ciento, contra el 44,9 por ciento que había en 1991 y el 59,1 por ciento de 1997.

El parque térmico está operando 24 horas al día, y esto lo desgasta e implica   problemas, reparaciones y mantenimiento permanentes.

¿Qué pasa si no llueve durante el primer semestre de 2016, como pasó en 1992? En condiciones normales, la probabilidad de que esto ocurra sería muy baja, pero el clima ha cambiado. Hoy los expertos dicen que hay una alta probabilidad de un Niño en 2016, así que lo mejor es cuidarse y tomar medidas 

Los embalses

Volvamos a las crisis de 1991-92 y de 1997-98, pues estas experiencias deberían servirnos. En el cuadro siguiente se presenta el nivel de los embalses para los meses de noviembre de 1991 y 1997 y de diciembre de 1992 y 1998:

Los embalses
Fuente: Informe de operación del SIN y Administración del Mercado

Como sabemos, en 1991-92 la situación fue desastrosa. En marzo de 1992, antes del inicio del invierno de abril, el nivel de los embalses había caído a un nivel de 1,6 por ciento. Como en el mes de abril no llovió los embalses cayeron a 0,6 por ciento, con niveles aun bajos en mayo y junio.

Solo a partir de julio se cambió la tendencia y el nivel de los embalses comenzó a aumentar, pero llegó apenas a 28,0 por ciento en diciembre de 1992. Con la reanudación de las lluvias durante el segundo semestre de 1992, la entrada de la primera unidad de El Guavio y el mejoramiento de las plantas térmicas fue posible suspender el racionamiento a comienzos de 1993.

En 1997 se dio una situación un poco similar a la de hoy, pues el nivel de los embalses cayó a 50,3 por ciento en diciembre y siguió bajando hasta 30,2 por ciento en marzo de 1998. Sin embargo, en abril, a diferencia de 1992, comenzó el invierno y los embalses iniciaron su rápido crecimiento, hasta llegar a 76,3 por ciento en 1998.

¿Ocurrirá en 2016 lo mismo que en 1998? Si esto sucede, no tendremos ningún problema en el futuro cercano.

¿Y si no llueve?

Pero, ¿qué pasaría si 2016 es parecido a 1992, es decir, si no llueve? Entonces sí podríamos tener problemas.

Hoy tenemos algunas ventajas importantes:

– Tenemos más experiencia y más parque térmico.

– Se ha manejado mejor el despacho de las plantas, y las térmicas se han puesto a funcionar a plena marcha.

– Para el 3 de noviembre de 2015 la generación térmica significaba el 42,90 por ciento del total, y las hidroeléctricas el 56,2 por ciento.

Sin embargo  el parque térmico está operando 24 horas al día, y esto lo desgasta e implica   problemas, reparaciones y mantenimiento permanentes. Para mejorar la situación está prevista la entrada en operación del proyecto hidroeléctrico El Quimbo y de una unidad térmica de Termo Tasajero, que agregarán 600 megavatios a la capacidad instalada.

Un escenario pesimista sería el de una sequía que se prolongue hasta junio de 2016, lo cual llevaría el nivel de los embalses a un valor entre 31 y 39 por ciento a finales de junio del próximo año. Esta situación sería manejable, y no nos enfrentaríamos a un racionamiento de la energía eléctrica. Pero esta proyección se basa en el supuesto de un régimen de lluvias similar al de 1998, cuando la perdida el en nivel de los embalses no fue tan intensa.

En Venezuela está la solución al problema eléctrico colombiano.

Si en cambio se presentara una situación similar a la de 1992, con un fenómeno de El Niño tan intenso que en ocho meses disminuyó el nivel de los embalses en un 40 por ciento,  tendríamos que en 2016 ese nivel  podría llegar a menos de 30 por ciento, y las cosas serían más complicadas.

El problema es el gas

Pero el problema verdadero está en otra parte: tenemos que generar nuestra energía usando  un parque térmico costoso, que tiene que usar combustibles líquidos en lugar de gas natural. Este es un error de planeación energética que están pagando la ciudadanía y el sector productivo.

Desde hace años se sabía que de no encontrar nuevos yacimientos de gas, en 2015 comenzaría a escasear este combustible. Sin embargo el gobierno no hizo nada para mejorar la matriz energética. Por ponernos a pelear con Venezuela, dejamos de adelantar los diálogos necesarios para que ese país acelerara la construcción del gaseoducto que conectará con Colombia para alimentar de gas natural a las térmicas, en vez de depender del fueloil y el diesel, dos combustibles caros y muy contaminantes.

Hay que dejar de pelear con el vecino, intervenir en sus asuntos internos o promover odio hacia el presidente Maduro y su gobierno, pues en Venezuela está la solución al problema eléctrico colombiano.

Durante los años ochenta Colombia se embarcó en un plan ambicioso para introducir el gas natural en los hogares y en el sector productivo, reemplazando el consumo de energía eléctrica, carbón y combustibles líquidos. Durante los noventa le apostamos a la generación de electricidad con turbinas de gas.

Hoy, ante la oferta insuficiente de gas ya no es posible mantener el suministro simultáneo para los tres sectores: como la prioridad deben ser los hogares y el sector productivo, las termoeléctricas se han quedado sin gas natural suficiente para prender todas las plantas, lo cual implica  recurrir a combustibles líquidos.

Para aumentar la oferta

El Ministerio de Minas y Energía y la Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG) no han tomado una medida necesaria: permitir lo que se llama “energía distribuida” es decir, la energía de los auto-productores cuyos excedentes hoy no pueden ser vendidos en la red.

De permitirse esta actividad surgirían muchísimas propuestas para producir energía solar en los techos de las casas y edificios para el autoconsumo y para exportar a la red. El potencial es enorme, y esta reserva permitirá superar cualquier emergencia.

Necesitamos un análisis muy serio de lo que está pasando en el sector eléctrico. ¿Fueron buenas las reformas de 1994? ¿Fue un error acabar las empresas públicas integradas y fuertes? ¿Nos ha llevado muy lejos el fundamentalismo de mercado? ¿Es conveniente la volatilidad en los precios de la energía eléctrica?

Se suponía que las reformas resultarían en un sector seguro y libre de problemas, pero hoy los hechos muestran que no fue así. Se dijo que los usuarios no serían perjudicados, pero   hoy tenemos que pagar más por la energía eléctrica. Estos tropiezos deberían inducirnos  a repensar nuestro sector eléctrico.

…a repensar nuestro sector eléctrico.

Razón Pública, Bogotá

 

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