Conecta con nosotros

Nacional

Un nosotros posible

Por Rodolfo Arango  

La nación colombiana anda golpeada. Sus luchas intestinas distraen el cuidado de sus riquezas naturales y culturales. Élites decadentes y subversiones obsolescentes distraen la atención de los asuntos urgentes y fundamentales. Ambos actores son responsables del daño y del atraso colectivos. El pueblo clama, exige, la terminación del conflicto. Condena la estupidez y el dogmatismo; la levedad y el fundamentalismo. Es hora de superar el odio y permitir la construcción de un nosotros todavía en ciernes.

A un pueblo no le basta acordar vivir bajo un orden político; tiene también que quererlo. De lo contrario, la primera crisis puede retornarnos al pasado.

Publicado

en

Por Rodolfo Arango  

La nación colombiana anda golpeada. Sus luchas intestinas distraen el cuidado de sus riquezas naturales y culturales. Élites decadentes y subversiones obsolescentes distraen la atención de los asuntos urgentes y fundamentales. Ambos actores son responsables del daño y del atraso colectivos. El pueblo clama, exige, la terminación del conflicto. Condena la estupidez y el dogmatismo; la levedad y el fundamentalismo. Es hora de superar el odio y permitir la construcción de un nosotros todavía en ciernes.

A un pueblo no le basta acordar vivir bajo un orden político; tiene también que quererlo. De lo contrario, la primera crisis puede retornarnos al pasado.

En esto radica el meollo de la paz: ella es consecuencia, no causa, de la disposición constante a vivir sometidos a un marco normativo común. Sin el compromiso renovado y la lealtad inquebrantable con un proyecto colectivo para una comunidad de destino poco dura la concordia y bien frágil es la paz. Un proceso constituyente es precisamente eso: la inquebrantable voluntad de construir un nosotros ejercida bajo el respeto a una institucionalidad siempre revisable y mejorable.

Nos falta mucha consciencia para querer vivir sometidos conjuntamente a un mismo orden político y legal. Por ahora las motivaciones suficientes parecen aún estar ausentes, desplazadas por la rabia, la desconfianza y el miedo. Priman todavía los actos de fuerza y el odio de clase. Falta buena voluntad a las partes cuando, en lugar de fomentar disposiciones propicias a la paz, buscan sacar ventaja a la contraparte. En este contexto la creación de confianza es determinante. Actividades conjuntas para consolidar la paz son lo indicado. Bienvenidas sean muchas iniciativas.

Algún autor afirmaba que las personas dejan de matarse sólo cuando existe suficiente acumulación de riqueza. Antes primaría la lucha por la supervivencia. Sin duda la prosperidad material y el justo reparto son mínimos necesarios, pero algo más debe asegurarse para posibilitar el florecimiento pleno de la colectividad. Aunque los tiempos del nacionalismo se han ido y el cosmopolitismo reverdece, la construcción del sujeto político “nosotros” sigue siendo tarea pendiente. Idealistas y románticos le apostaron a la cultura; materialistas a la eliminación de las clases sociales; realistas y posibilistas al gradualismo y la reforma. Cuál sea el camino adecuado sigue siendo pregunta abierta y lo deciden los hechos.

Al proceso constituyente en marcha hace años no debe escapar que la finalidad de la Constitución no es hacer a las personas buenas, sólo buenos ciudadanos. El pluralismo, el disenso y el conflicto seguirán presentes, más sin embargo su trámite deberá ser prudente, dialógico, sin fanatismos. El desafío para las próximas décadas será posibilitar el surgimiento de un cuerpo social en el que la justicia, la solidaridad y la lealtad garanticen la paz. Una reforma integral a la educación es en este sentido indispensable. La desigualdad que caracteriza y avergüenza al país es consecuencia de un modelo educativo que perpetúa la violencia en lugar de superarla.

Mucho daño se han infligido los grupos en pugna, inconmensurable dolor han causado a las víctimas. La población entera les exige grandeza. ¡Basta ya! Que el doble juego en ambos bandos, la combinación de formas de lucha, la enconada defensa de las particularidades, no alimenten la desconfianza de ciudadanos y campesinos. Nada nace de la violencia, más asesina de la vida que partera de la historia. Exigente es el camino a una sociedad democrática que resuelve sus diferencias bajo el respeto del derecho. Es la hora de construir un nosotros, inclusivo e incluyente, sin excepciones.

El Espectador, Bogotá.

Continúe leyendo
Click para comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *