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Víctor Correa llegará a la Cámara por el Polo de Antioquia a ocupar la curul que dejó Rodrigo Saldarriaga

Por Daniel Rivera Marín / El Colombiano  

Víctor Correa tiene 28 años y ha hecho parte de varios movimientos de protesta como la Mane y contra la reforma a la salud, ahora llega a la Cámara de Representantes por el Polo Democrático de Antioquia a ocupar la curul que quedó vacía tras las muerte de Rodrigo Saldarriaga Sanín

Usar sombrero le llegó como uno de esos embelecos de los muchachos modernos que andan a la inversa, que no van hacia adelante punzados por la tecnología, sino que buscan de para atrás:

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Por Daniel Rivera Marín / El Colombiano  

Víctor Correa tiene 28 años y ha hecho parte de varios movimientos de protesta como la Mane y contra la reforma a la salud, ahora llega a la Cámara de Representantes por el Polo Democrático de Antioquia a ocupar la curul que quedó vacía tras las muerte de Rodrigo Saldarriaga Sanín

Usar sombrero le llegó como uno de esos embelecos de los muchachos modernos que andan a la inversa, que no van hacia adelante punzados por la tecnología, sino que buscan de para atrás:

buscan las raíces, signos que los conecten con sus raíces, dicen.

Así, por los días en que animaba y era vocero del movimiento Dignidad Cafetera, Víctor Correa, ahora representante a la Cámara electo por el Polo luego de la muerte de Rodrigo Saldarriaga, se hizo famoso por el sombrero, y lo que empezó como una forma de decir vengo del campo, se volvió en pieza de marketing político.

Le apena la forma en la que llegará el 20 de julio al Congreso, aunque lo asume. Dice que esa curul se la ganó Saldarriaga luego de mucho trabajo político. Sin embargo ve en esto la oportunidad de representar las ideas del Polo Democrático, de continuar con las luchas sociales que lo han convocado: la salud, la educación, el agro.

Aunque cada vez es más raro ver a alguien llevando sombrero, a Víctor no se le ve extraño, aunque al principio, dice, porque en la Universidad de Antioquia, cuando hacía parte de la Mesa Amplia Regional de Estudiantes de Antioquia (Marea), uno de esos ventiladores que atizó la gran marcha estudiantil, se les hizo raro el sombrero, entonces él les dijo: por qué no dicen lo mismo de las cachuchas con el logo de los Yankees, así zafó la discusión.

Víctor nació en marzo de 1986 en Medellín, pero se crió en Concordia, y eso es lo que quiere recuperar, por eso cuando habla de su infancia, el lugar al que, parece, quiere regresar, recuerda que salía con sus amigos a cazar moras silvestres. A Medellín llegó de 13 años y estudió en un colegio donde lo educaron para las preguntas, por eso, dice ahora, es que cuestiona los modelos de salud, educativos, económicos. Estudió Química y, mientras tanto, era socorrista de la Defensa Civil, pero todo cambió el día en que, bajo su cuidado, después de socorrer un accidente, murió una persona.

Se salió de Química y se presentó a Medicina, pasó, pero no ha terminado porque se le atravesaron varias cosas: el decreto de Emergencia Social del gobierno de Álvaro Uribe en 2010, entonces salió a protestar; la fallida reforma a la educación del gobierno de Juan Manuel Santos en 2011, entonces salió a protestar; la crisis cafetera del año pasado, entonces salió a protestar.

Y parece que en el corto plazo tampoco se podrá graduar, pues cuando vio el celular y vio más de cincuenta llamadas perdidas y entre ellas el mensaje que le anunciaba la muerte de Rodrigo Saldarriaga, supo que seguía él en la lista.

Fue una sorpresa, claro, aunque sabía que Rodrigo venía mal de salud meses atrás, y eso, dice, lo embarga de pena, no es esta una felicidad ni mucho menos. El jueves pasado, día en que el Polo rindió homenaje al director del Pequeño Teatro, Víctor escribió en su página de Facebook: “En toda una vida de lucha, su llegada a la Cámara de Representantes es circunstancial, ya que se ganó un lugar en la historia; eso sí, me asigna ahora un gran reto y compromiso: defender en el espacio del Congreso de la República a quienes son oprimidos por este régimen político que combatió, ser la voz de los movimientos sociales, incluso en solitario, en medio de aquel espacio de lobos vestidos de oveja”.

El Colombiano, Medellín.

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