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Vientos de crisis económica

Por: Eduardo Sarmiento

Luego de que el Gobierno y la Andi presentaran la industria como la muestra de la nueva economía, el sector experimentó una fuerte caída en julio, que fue atribuida precipitadamente al paro camionero.

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Por: Eduardo Sarmiento

Luego de que el Gobierno y la Andi presentaran la industria como la muestra de la nueva economía, el sector experimentó una fuerte caída en julio, que fue atribuida precipitadamente al paro camionero.

La producción industrial cayó 5,4 % y sin Reficar 9 %, lo que se ha presentado tres veces en los últimos 25 años, y fue acompañado de descensos similares en las principales variables económicas. Las exportaciones cayeron 29 %, las importaciones 30 %, las ventas del comercio 3,5 %, las licencias de construcción 20 %, la producción de cemento 25 % y el consumo de energía 1 %. Semejante cuadro constituye una clara evidencia de que los descensos de la actividad productiva se propagan como pólvora.

En oportunidades anteriores advertí que el deterioro creciente de la producción y el empleo se originaba en el colapso del modelo macroeconómico de cambio flexible y política monetaria de tasas de interés para regular la inflación. Simplemente, la caída de los precios del petróleo, la devaluación masiva y posteriormente la elevación de las tasas de interés ocasionaron la caída del gasto de consumo y de las exportaciones. En julio se agravó la tendencia, provocando una fuerte reducción de la producción industrial y de toda la economía, lo que, a su turno, se llevará por delante la inversión. El producto quedó expuesto a un proceso de caída libre que se extiende a todos los rincones del país.

El proceso descrito no ha sido entendido por los organismos internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, que a estas alturas proyectan el crecimiento de la economía en 2,5 %. Si se tiene en cuenta que el crecimiento del producto nacional comenzó el año con esa cifra, bajó a 2 % en el segundo trimestre y, como van las cosas, estará por debajo de 1,5 en el tercero, solo con una recuperación milagrosa se podría cumplir al vaticinio.

La visión de estos organismos se replica en las oficinas gubernamentales y en los altos círculos. Se da por cierto que las economías están en equilibrio y que las caídas del producto generan fuerzas que las retornan a la posición inicial. Las recesiones se curan solas. La realidad actual de la economía colombiana revela un diagnostico totalmente distinto. La caída del producto genera fuerzas que lo acentúan, y solo puede detenerse con una organización económica que se aleje de la ortodoxia monetarista.

Por su parte, el Gobierno no ha salido de los anuncios semánticos. El ministro de Hacienda no ha concretado la forma como se transitará de la economía denominada por la minería y el petróleo a la nueva economía liderada por la industria. El Banco de la República confía en que la trilogía mágica del tipo de cambio flexible, movilidad de capitales e inflación objetivo le hará el milagro de la reactivación. La ministra de Comercio Exterior no se inquieta por la caída de la industria y espera que se modere al final del año.

En oportunidades anteriores advertí los riesgos que le significaba al país llegar a un estado de las características descritas. Luego de que nuestras recomendaciones y advertencias no fueran escuchadas, hoy en día las autoridades oficiales se enfrentan a determinaciones más drásticas que probablemente serán obligadas por los hechos. Tal es el caso del déficit fiscal, que asciende a 4 % del PIB, incumpliendo la regla fiscal, y que por más reformas tributarias que se adopten, no podrá bajarse a los niveles anunciados por el ministro de Hacienda. Lo mismo puede ocurrir con el manejo de las tasas de interés, que es cuestionado por el alto Gobierno; el régimen de cambio flotante, que ha demostrado total ineficacia para controlar los ciclos, y el libre comercio, que está en mora de rectificarse con una política industrial bien concebida.

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