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Burbuja de la construcción

Por Eduardo Sarmiento Palacio  

El Banco de la República ha rechazado por diferentes conductos la presencia de una burbuja en la construcción.

En un estudio reciente, elaborado por investigadores externos, se reitera el diagnóstico. Una de las características de las burbujas es que los gobiernos y los economistas ortodoxos

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Por Eduardo Sarmiento Palacio  

El Banco de la República ha rechazado por diferentes conductos la presencia de una burbuja en la construcción.

En un estudio reciente, elaborado por investigadores externos, se reitera el diagnóstico. Una de las características de las burbujas es que los gobiernos y los economistas ortodoxos

las niegan, porque constituyen un comportamiento irregular y un presagio de crisis. Por eso las burbujas sólo se reconocen cuando se desinflan y causan los estragos.

El origen de la burbuja de la construcción estuvo en los grandes subsidios y las bajas tasas de interés. Ambos factores colocaron al sector en clara posición de ventaja. Los inversionistas encontraron que la rentabilidad era mayor que en cualquier otro sector. De otro lado, la edificación está expuesta a toda clase de cuellos de botella, entre los cuales el más importante es la disponibilidad de tierra, que restringe la oferta.

El resultado está a la vista. En los últimos cinco años los precios de la vivienda han subido cuatro veces más que el índice de precios al consumidor. Lo normal en cualquier actividad usual es que una elevación del precio de semejante magnitud induzca un aumento de la producción y una reducción de la demanda que lo frene o retorne a la tendencia histórica. No ocurre así en actividades especiales, como son los de la bolsa de valores, el mercado cambiario y la construcción. En estos sectores, a diferencia de los bienes perecederos, el alza del precio del producto es un indicio de que continuará presentándose durante un tiempo, induciendo a adquirirlo en mayores cuantías. El proceso sólo se detiene cuando los agentes consideran que los precios están muy por encima de los fundamentos y, en consecuencia, esperan que de un momento a otro se revierta el comportamiento.

¿Si esto no es una burbuja, qué es? Es hora de que se entienda que el término se refiere a las criaturas cuyos precios aumentan muy por encima de la inflación durante períodos largos y caen drásticamente.

El otro combustible ha sido la alta liquidez mundial y la revaluación del tipo de cambio. Las entradas de capitales no sólo han obtenido las ganancias de la revaluación, sino la valorización de las acciones y la edificación. Sin embargo, estas condiciones se han modificado por las nuevas realidades mundiales. La reversión de los flujos de capitales debilitará la demanda de la edificación y suministra la primera señal de desinfle de la burbuja.

No es posible controlar y evitar las burbujas mientras no se reconozca su existencia. Mal podría esperarse que la construcción impulsada por el alza de precios pueda mantenerse por tiempo indefinido. Las burbujas son una clara manifestación de un estado de desequilibrio que se aparta de las concepciones ideales.

Por lo general, se trata de procesos que redundan en ganancias extraordinarias que amplían la concentración del ingreso y le introducen grandes inestabilidades en las economías. Infortunadamente, las autoridades fiscales y monetarias las ven como fenómenos ambiguos y novelescos, y se resisten a enfrentarlas en forma explícita. Se equivocan. Las burbujas son realidades tangibles, predecibles y controlables.

El Espectador, Bogotá, 9 de febrero de 2014.

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