Nacional
Clientelismo y modelo económico
Por Jorge Enrique Robledo
Los casi tres billones de pesos que aparecieron en el computador de Palacio como cupos indicativos de los congresistas partidarios de Santos, para que ellos escojan en qué obra pública gastarlos, son parte del clientelismo con el que se extorsiona a las comunidades: “Si no votan por mí
Por Jorge Enrique Robledo
Los casi tres billones de pesos que aparecieron en el computador de Palacio como cupos indicativos de los congresistas partidarios de Santos, para que ellos escojan en qué obra pública gastarlos, son parte del clientelismo con el que se extorsiona a las comunidades: “Si no votan por mí
no tendrán la obra”. Y así determinan el gasto alcaldes y gobernadores, a través de concejales y diputados, todos los cuales son súbditos del jefe del Estado, que controla un porcentaje enorme de los recursos de municipios y departamentos, sean estos en moneda o en especie.
También con propósitos clientelistas, la Presidencia de la República creó el Departamento para la Prosperidad Social, cuyo origen primigenio son las determinaciones del Banco Mundial al inicio del libre comercio, calculadas para mantener dentro del corral de la clase política a los nuevos arruinados, desempleados y empobrecidos por el modelo económico de sustitución del trabajo nacional por el extranjero (http://ow.ly/tDmRG). Para comprarles los votos a los más pobres –porque, sin eufemismos, de eso se trata– en 2014 disponen de 8.7 billones de pesos para pequeños auxilios a 21 millones de personas, a través de programas como Familias en Acción. Y otros 8 billones de pesos les llegan a casi 26 millones –que se cruzan con los 21 millones primeros–, a través del gasto clientelista de los Ministerios de Salud, Trabajo y Vivienda (http://ow.ly/tDo0Z)
Son estas formas de constreñimiento al elector, además de la compra de votos en dinero efectivo, las que explican por qué pueden gobernar tan en contra del progreso del país y ganar las elecciones con los sufragios de los colombianos que más sufren con sus políticas. A manera de ejemplo, el voto amarrado opera así: el ciudadano no sabe quiénes son los responsables de las políticas del libre comercio que lo arruinan, dejan sin empleo y empobrecen –Presidentes, congresistas y ciertos partidos políticos–, pero sí conoce el símbolo y el número en el tarjetón que hay que marcar para votar por el político que le da o le promete dar los subsidios de Familias en Acción, de jóvenes no se qué o de ancianos sí se más. Para mayor ignominia, a la clientela no le cuentan que las “ayudas” que les dan el Presidente y “los doctores”, como si salieran del bolsillo de ellos, se originan en el IVA y en los otros impuestos que castigan a los sectores populares. ¿Cuántos votos sacarían sin estas corruptelas y si dieran la cara por las medidas retardatarias con las que gobiernan?
De esta manera, los asuntos principales de la economía –que definen la suerte del agro y de la industria, del empleo y el ingreso– se les ocultan a casi todos los electores, en tanto a muchos los obligan a votar por quienes les imponen los TLC, las EPS, la gran minería destructora y los demás engendros neoliberales. Cuando se las dan de estadistas, cacarean sobre unas cuantas casitas, que no son gratis porque se pagan con votos en las urnas. Y apoyados en la legitimidad espuria de una democracia falsa, la de la mermelada corrupta y el chantaje al ciudadano, en el gobierno y en el Congreso hacen lo que se les da la gana contra el progreso del país y se cobran sus servicios con burocracia y contratos. Que los trabajadores y los empresarios víctimas de este modelo de país inicuo tomen nota de cómo es que unos cuantos pueden gobernar contra ellos y contra Colombia y además ganar las elecciones.
Coletilla: aunque el voto en blanco aparece como una expresión del muy justo repudio ciudadano al clientelismo, el voto amarrado y la corrupción política, puede generar consecuencias contrarias a las que desean sus partidarios. Porque el Artículo 258 de la Constitución dispone que si el voto en blanco gana en las elecciones de Congreso, estas tendrán que repetirse. Pero también dice que podrán participar los mismos candidatos derrotados y con ellos se conformarán la Cámara y el Senado, así el voto en blanco vuelva a ganar en la segunda elección. Luego es falso que el voto en blanco impida que los corruptos lleguen al Congreso.
Y puede ser peor. Porque como por definición el voto en blanco no le resta al voto amarrado, clientelista, sino al de opinión, su aumento puede sacar del Congreso a quienes nos elegimos con votos libres. E incluso podría eliminar de la competencia a las fuerzas no clientelistas, porque la norma también establece que en la segunda vuelta solo podrán participar los partidos que superen el umbral, con certeza el Liberal, el Conservador y el de la U. El peor de los mundos (http://ow.ly/tDokb).
Bogotá, 14 de febrero de 2014.