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Nacional

La Galaxia Uribe

Por Omar Ospina García  

Es gracia que aún no hayan fracasado los diálogos de paz y vuelto a la vieja costumbre de falsos positivos…

En un país curado de espantos después de 60 años de guerra fratricida, de la repetitiva traición de sus clases dirigentes al pueblo que dicen representar cuando llegan al poder o a los congresos

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Por Omar Ospina García  

Es gracia que aún no hayan fracasado los diálogos de paz y vuelto a la vieja costumbre de falsos positivos…

En un país curado de espantos después de 60 años de guerra fratricida, de la repetitiva traición de sus clases dirigentes al pueblo que dicen representar cuando llegan al poder o a los congresos

de la “Democracia Participativa”, de narcotraficantes elevados por la gente humilde a la condición de hacedores de milagros y llevados en andas por la clase política al Senado de la República, de capataces de finca vinculados con el crimen organizado y trasmutados en líderes mesiánicos investidos de dignidad presidencial con repetición incluida, se pensaría que ya nada puede suceder que asombre. Pero, como postulan las leyes de Murphy, toda situación mala es susceptible de empeorar o, más gráficamente, todo lo que huela feo bien puede llegar a oler a caca. Ese es el panorama, o más bien la cloaca que se ha destapado desde hace un par de semanas en la Colombia de Uribe, de Santos, de las FARC y del Sagrado Corazón de Jesús, cuya efigie preside la sala del noventa y nueve por ciento de los hogares de nuestra gente más humilde, que deposita en ella sus más caras esperanzas de salvación eterna, porque la terrena está más perdida que iguana en el polo por acción de sus políticos y violentos de siempre.

A pocas cuadras de los centros de Poder de Colombia, es decir, del Palacio de Nariño, hace poco de Nari…, del Congreso, de la Corte Suprema de Justicia, del Palacio alcaldicio, de la Registraduría Nacional, de la Catedral Primada y hasta de ese foco de hipócrita e inquisitorial santidad que es la Procuraduría General de la Nación, funcionaba una Central de Inteligencia Militar encargada de mantener viva la política de las chuzadas (i)legales de la era Uribe, para que sirvan a los mismos propósitos en la Era pos Uribe, o sea la Era Santos/Pinzón. Con tecnología CIA, por supuesto.

El establecimiento, camuflado bajo el galáctico nombre de Restaurante Andrómeda, tenía las mismas intenciones de la Galaxia vecina con respecto a la Vía Láctea, hogar inmenso de nuestro pequeño hogar terráqueo: engullirse la siempre débil, tornadiza y parapléjica Democracia colombiana. Con la diferencia de que la Galaxia nos engullirá dentro de unos miles de millones de años, y la Andrómeda gastronómica lo haría en pocos meses cuando lograra deglutir los procesos de paz, debidamente sazonados en fórmula Uribe y Cocinero Ministro al borde de la olla.

De la cocina del Andrómeda no salían olores ni aromas culinarios sino antenas de corto, medio y largo alcance, cuyas redes cubrían los mencionados centros de poder y hasta los lejanos espacios caribeños donde se mezclan las conversaciones de paz, adobadas con las usuales sales dubitativas de Santos, los agrios trinos uribistas y el ríspido jetabulario guerrecrista del Gran Chef Pinzón, en su calidad de Dron teledirigido desde El Ubérrimo.

Con tales cocineros, mezcladores de brebajes de alta traición, es gracia que aún no hayan fracasado los diálogos de paz y vuelto a la vieja costumbre de minas antipersona, falsos positivos, ruido de motosierras y tumbas clandestinas. ¿Será que el Chef Mayor, Cordon Rouge (es liberal, o sea rojo. O era) y Anfitrión de la convivencia entre colombianos, el Presidente Santos, no ha escuchado nunca de Traición a la Patria? Porque hay varios candidatos a esa Medalla: los mandos militares (no sargentos sino algo más arriba) que comandaban el operativo Andrómeda, y su Mariscal de Campo, el Twitero mayor.

Coletilla: Ya sería tiempo de que se amarre los calzones y los ponga a todos frente a la Justicia. Secretos conoce y argumentos hay.

Hoy, Quito, Ecuador, 16 de febrero de 2014.

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