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Nacional

Competencia desleal en agricultura

Por Mauricio Cabrera Galvis  

La ilusión de un mundo en el que reine el libre comercio y la competencia equilibrada entre países, según sus ventajas comparativas, se desmorona cuando se conocen los enormes subsidios que dan los países ricos a sus productores. Entonces, se comprende por qué los TLC no son

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Por Mauricio Cabrera Galvis  

La ilusión de un mundo en el que reine el libre comercio y la competencia equilibrada entre países, según sus ventajas comparativas, se desmorona cuando se conocen los enormes subsidios que dan los países ricos a sus productores. Entonces, se comprende por qué los TLC no son

acuerdos simétricos que beneficien por igual a las dos partes, sino peleas de tigre con burro amarrado, donde la mejor tajada se la lleva el más rico.

Donde es más desigual la competencia es en el sector agrícola, y el ejemplo más reciente es la aprobación en el Congreso de EE. UU. de la Ley Agrícola, que asigna por lo menos 96.000 millones de dólares anuales para ayudas y subsidios a los granjeros y agricultores de ese país. Estos cuantiosos subsidios equivalen a 4 veces el valor de todo lo que produce la agricultura en Colombia en un año.

Aunque la versión 2014 de esta Ley elimina algunos de los subsidios más inequitativos que favorecían sobre todo a los granjeros más ricos, crea otros nuevos que pueden incluso aumentar el monto global de los subsidios. En particular, los nuevos seguros de cosecha les garantizan a los agricultores ingresos por el 86 por ciento del máximo que recibieron en los años anteriores cuando los precios fueron los más altos de la historia.

A estas ayudas monetarias hay que añadir la protección que dan a algunos productores agrícolas con barreras no arancelarias, como cuotas y requisitos fitosanitarios. El caso más aberrante es el del azúcar, pues aunque Colombia tiene una de las productividades más altas del mundo y podría exportar a un precio inferior al del mercado norteamericano, en el TLC solo se le asignó una cuota de 50.000 toneladas anuales, que crecerá paulatinamente durante 10 años.

Así es muy difícil competir. Las exportaciones agrícolas de EE. UU. a Colombia en el 2013 llegaron a US$608 millones, con un incremento del 33 por ciento, respecto al año anterior; las exportaciones de trigo se duplicaron y las de maíz se multiplicaron por 9, aunque es cierto que en el 2012 habían sido bajas.

También en productos agroindustriales los subsidios gringos favorecen las exportaciones de ese país, como es el caso del etanol, combustible para mezcla con gasolina. Según publicación del periódico El Tiempo, la semana pasada, en el último trimestre del 2013 entraron al país 12 millones de litros de etanol, y en enero de este año otros 4 millones, lo cual representa cerca del 15 por ciento de la producción nacional.

Lo que hace más significativo este caso es que el etanol norteamericano es producido a partir del maíz, y sin los subsidios a este producto sería más costoso que el etanol de caña de azúcar; además, que es mucho más ineficiente en materia ambiental, pues solo reduce 10 por ciento la emisión de gases, mientras que el de caña disminuye hasta 74 por ciento.

Colombia no puede quedarse cruzada de brazos frente a esta competencia desleal. Hay que reclamar compensaciones si se comprueba que están violando acuerdos internacionales, como lo hace Brasil, que logró que EE. UU. le pagara US$147 millones anuales como compensación por medidas proteccionistas en el caso del algodón

Además, se deben utilizar mecanismos de protección y salvaguarda de la producción nacional. Ya se ha hecho con buenos resultados en el caso de los textiles y el calzado, y se debe hacer en otros sectores, como, por ejemplo, aprobar rápidamente el proyecto de resolución del Ministerio de Minas que limita las importaciones de etanol si existe exceso de producción nacional.

20 de marzo de 2014.

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