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Con M de Maduro

Por Omar Ospina García  

Maduro accede a la Presidencia como ex dirigente sindical, chofer, sin otros méritos que su trabajo social y político.

El Presidente Maduro, en quien Hugo Chávez delegó el proceso de cambio que impulsó en Venezuela y en América Latina, ha sido el receptor del odio que este generó en las clases

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Por Omar Ospina García  

Maduro accede a la Presidencia como ex dirigente sindical, chofer, sin otros méritos que su trabajo social y político.

El Presidente Maduro, en quien Hugo Chávez delegó el proceso de cambio que impulsó en Venezuela y en América Latina, ha sido el receptor del odio que este generó en las clases pudientes, preteridas allá por el mandatario que asumió el poder con un objetivo: mirar hacia abajo, hacia el pueblo marginado por todos los gobernantes de la historia republicana del país.

Maduro accede a la Presidencia como ex dirigente sindical, obrero del transporte (chofer), sin otros méritos que su trabajo social y político. Producto de lo que gobiernos y clases dirigentes le permitieron ser a los pobres del país: trabajadores, siervos de la gleba, sin más educación que la elemental. Maduro es políticamente incorrecto. En estos países el poder lo han detentado las clases altas, con interrupciones por cuenta de militares elitistas o manejados por los dueños del poder político y económico. Con dos o tres excepciones que se apartaron del libreto y fueron rápida y fácilmente puestos en su lugar.

A Chávez y a Maduro el pueblo venezolano los ha preferido en 19 de 20 elecciones. La única que perdió Chávez fue la que debió perder: El Plebiscito por la reelección indefinida, que el pueblo rechazó. Lo cual le da, por cierto, más validez a las otras, anteriores o posteriores. El pueblo le dijo Sí ahora, no Sí para siempre. Y el “Dictador” lo aceptó. Fue la ratificación de su liderazgo. Pero no agradan a la clase dirigente tradicional. Han mirado hacia el pueblo para tratar de solucionar sus problemas vitales, sin gobernar para “el desarrollo de la nación”, entendido como sumisa entrega de los recursos del país a las multinacionales y a los intereses de la oligarquía.

La Revolución Bolivariana, bajo los presupuestos teóricos del Socialismo del Siglo XXI, está en la otra orilla en la administración del poder político y de la Cosa Pública. Y es eso lo que no se perdona: que se gobierne para el pueblo marginado y desposeído. Cualquier estadística de variables sociales que se consulte, confirmará que el pueblo venezolano está en mejores condiciones de vida que hace 15 años. Sin que las viejas clases dirigentes hayan dejado de hacer negocios, prosperar, acumular capital y vivir en la opulencia. Sólo echan en falta el control del Poder. Y por eso el intento de Golpe.

Las protestas, violentas y sangrientas aunque la maquinaria mediática las presente como pacíficas, no provienen de los pobres de los cerros de Caracas ni de los humildes de la nación, sino de estudiantes de universidades privadas sacados a la calle por sus dirigentes con participación y apoyo de los EE UU, y de las clases medias altas y altas que resienten no manejar a su antojo y conveniencia los recursos de la nación. El Caracazo de 1989 fue de pobres que venían de los arrabales de la miseria con hambre y olían a sudor; los protestones violentos de hoy son ahítos que salen con ropa de marca y olor a Chanel 5.

Coletillas: 1) Lo que indigna de este intento de Golpe de Estado, es la mezquindad y el egoísmo de las clases dirigentes. Si los pobres y los marginados intentan superar sus míseras condiciones de vida y reciben del Estado algo de la riqueza nacional, empuñan las armas y encienden las hogueras del odio. 2) Lo que está en juego en Venezuela no es la permanencia de Maduro sino la continuidad de un proceso que molesta a los dueños de los países, y que los ultra perfeccionistas exigen perfecto desde ya, con un rigor que jamás le han exigido al sistema tradicional que ha hundido en la miseria al 80% de la humanidad.

Quito, Ecuador, 2 de marzo de 2014.

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