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Corbyn, el nuevo líder del laborismo, sacudió el Parlamento británico

Por Marcelo Justo / Página/12   

Batió todos los ratings en su primera batalla como líder de la oposición frente al premier David Cameron. Lo que suele ser una guerra de frases teatrales se convirtió en un mesurado intercambio de ideas en la Cámara de los Comunes.

A cuatro días de ser elegido líder de la oposición, en medio de una implacable ofensiva mediática en su contra, Jeremy Corbyn logró una considerable victoria al cambiar el formato de los debates parlamentarios con David Cameron y plantearle seis de las 42 mil preguntas que le enviaron británicos por e-mail.

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Por Marcelo Justo / Página/12   

Batió todos los ratings en su primera batalla como líder de la oposición frente al premier David Cameron. Lo que suele ser una guerra de frases teatrales se convirtió en un mesurado intercambio de ideas en la Cámara de los Comunes.

A cuatro días de ser elegido líder de la oposición, en medio de una implacable ofensiva mediática en su contra, Jeremy Corbyn logró una considerable victoria al cambiar el formato de los debates parlamentarios con David Cameron y plantearle seis de las 42 mil preguntas que le enviaron británicos por e-mail.

Con un tono sobrio, tranquilo y mesurado que contrastó con el rabioso extremista que pintaron los medios, Corbyn dejó en claro que seguirá apostando a cambiar la forma de hacer política en el Reino Unido.

La furia mediática en su contra ha tenido el paradójico efecto de convertirlo en el centro de atención. En su primera aparición en Prime Minister Question Time (PMQT) Corbyn batió todos los ratings para esta tradicional batalla en la Cámara de los Comunes entre el primer ministro y el líder de la oposición. Corbyn consiguió algo más. La PMQT, que suele ser una guerra de “sound bites” (frases sintéticas y premanufacturadas) y zancadillas al oponente, se convirtió en un mesurado intercambio de ideas. “Es lo que me pidieron los votantes en todos los encuentros que tuve durante mi campaña. Terminar con la teatralidad de estos enfrentamientos”, aclaró Corbyn al principio del debate.

Más acostumbrado a la esgrima británica del “wit” (ingenio) rápido y venenoso, el primer ministro Cameron tuvo que amoldarse a este estilo. Le costó. En un momento, ante una pregunta de los nacionalistas escoceses, tuvo una reacción pavloviana y respondió con el típico ataque frontal de estos intercambios parlamentarios. Igual el contraste con la era “pre Corbyn” no se limitó a una cuestión de estilos. El intercambio en el Parlamento dejó en claro una línea divisoria imborrable entre conservadores y este laborismo que dejó atrás el centrismo de Tony Blair-Gordon Brown-Ed Miliband.

Corbyn le transmitió en vivo a Cameron seis preguntas que le enviaron votantes británicos para esta ocasión, centradas en el fuerte déficit de vivienda, la eliminación de un beneficio impositivo para los salarios más bajos (convertida el martes en ley) y la crisis para la atención de los problemas de salud mental. Cameron defendió su política en estos frentes añadiendo que sólo con una economía que crece se puede atender estos problemas sociales. “Sólo los conservadores hemos llevado adelante la política económica necesaria para hacerlo, una política que no pondrá en juego la seguridad de los británicos”, dijo.

Esta referencia de Cameron a la economía y la seguridad no es casual. A menos de un día de confirmada la victoria de Corbyn, los conservadores se lanzaron a la ofensiva con un tweet de Cameron que lo acusaba de poner en peligro la seguridad del país y la seguridad económica de los hogares, repetido por diputados conservadores en otros tweets y el agregado de un video sobre “Labour’s new leader. The facts”. Los “hechos” que nombraba el video parecían salidos de una usina de propaganda dictatorial: “Piensa que la muerte de Bin Laden fue una ‘tragedia’, que los terroristas son ‘amigos’, quiere abandonar nuestra protección nuclear, quiere desmantelar las fuerzas armadas”.

El ataque resultó tan exagerado que terminó siendo ridiculizado por humoristas y comentadores. Una de las más divertidas fue la humorista Viki Stone, en una foto con un casco de guerra, apenas asomando la cara detrás de una ventana, y un texto a Cameron: “Estoy aterrorizada, ¿le parece que acá estaré a salvo del Partido Laborista?”. Un comentarista de políticas mediáticas, Jonathan Jones, resumió el impacto contraproducente de los ataques. “Da la impresión de que los conservadores están aterrados con Jeremy Corbyn”, escribió.

La realidad es que las huestes de Cameron no se deberían haber molestado en lanzar este ataque. Los medios, abrumadoramente conservadores, le estaban haciendo el trabajo sucio como se vio desde el momento mismo de su elección. Siguiendo el viejo principio mediático de la gata Flora dijeron que Corbyn significaba el fin del laborismo y el mayor peligro que enfrentaba Gran Bretaña, que estaba traicionando sus promesas y que era un rígido principista, que los sindicatos lo trataron como a un héroe o con extrema frialdad cuando habló el martes ante la Central de los Trabajadores, que era maquiavélico y un “caos”, que era un misógino a pesar de que en su gabinete en la sombra (que replica los puestos del gabinete gubernamental) hay más mujeres que hombres y que era un traidor a la patria porque en una ceremonia no cantó el himno “God Save the Queen” (Corbyn es un republicano). En pocos días la lista de titulares y ataques se volvió interminable.

La estrategia comandada por la poderosa maquinaria de Ruppert Murdoch es identificar a Corbyn con el extremismo y la incompetencia, asimilándolo a Michael Foot, el líder laborista que perdió por goleada ante Margaret Thatcher en las elecciones de 1983 con la última plataforma programática de izquierda del partido. El bombardeo será incesante e ilimitado. En Guido Fawkes blog, muy leído entre conservadores, un fotógrafo dijo que Corbyn había robado sandwiches que eran para los veteranos de guerra en un servicio religioso conmemorativo celebrado el martes.

La respuesta de Corbyn a este asedio mediático fue una mezcla de silencio e indiferencia. Es una táctica que le dio resultado en la elección laborista porque lo muestra más centrado en los temas concretos que en su proyección mediática, pero que es de incierto resultado ante el resto de los británicos.

Página/12, Buenos Aires.

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