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Nacional

Crecimiento sin bases

Por Eduardo Sarmiento Palacio  

La economía colombiana creció por encima de las expectativas en el primer trimestre. El desempeño se explica principalmente por el crecimiento de la construcción del 18% y de los servicios del 6%. En contraste, las actividades transables representadas por las exportaciones y por la sustitución

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Por Eduardo Sarmiento Palacio  

La economía colombiana creció por encima de las expectativas en el primer trimestre. El desempeño se explica principalmente por el crecimiento de la construcción del 18% y de los servicios del 6%. En contraste, las actividades transables representadas por las exportaciones y por la sustitución

de importaciones se vieron seriamente debilitadas. Las exportaciones descienden 6% y las importaciones avanzan por encima del producto. La minería, que hizo de locomotora en los últimos diez años, se ha venido desacelerando y no sería extraño que entrara en una fase de índices negativos.

El comportamiento de la actividad productiva fue estimulada por la política pública. La expansión de la vivienda fue inducida por subsidios a la vivienda de estratos bajos y altos. El sector evoluciona dentro de una burbuja en la que las valorizaciones superan los costos financieros. En el primer trimestre los precios subieron 15%. Por su parte, la construcción pública fue impulsada por el programa de carreteras basado en generosas licitaciones y cuantiosas apropiaciones presupuestales y privatizaciones.

De otro lado, la entrada de capitales y la política del Banco de la República de bajar la inflación a diario acentúan la revaluación y aumentan el déficit en cuenta corriente, que en este año superará el 4% del PIB. El abaratamiento de la canasta industrial y agrícola libera gastos y el déficit en cuenta corriente amplía el margen para expandir el crédito. El ahorro nacional tiende a desplazarse y concentrarse en la construcción.

La gran pregunta es qué tan sostenible es el elevado crecimiento con déficit creciente en cuenta corriente. La dinámica del sistema proviene de la formación de burbujas, el aumento del crédito por encima del producto y del abaratamiento de los bienes industriales y agrícolas. El proceso no puede ir más allá del punto en que se desinflan las burbujas, los agentes económicos dejan de cubrir las obligaciones financieras y la totalidad de los bienes industriales y agrícolas se adquieren en el exterior.

El crecimiento inducido por burbujas es inestable. La economía no tiende a tasas relativamente constantes. Lo usual es que experimente alzas y caídas drásticas. Así lo ilustra la experiencia de Europa y Estados Unidos luego de la crisis de 2008. Sin ir muy lejos, la reactivación de la economía estadounidense a mediados de 2013 fue seguida por el desmonte del programa de compras de bonos (QE) y la caída del producto de 2,9% en el primer trimestre. Las aceleraciones de la actividad productiva son un presagio de caídas posteriores.

Estamos ante un grave error teórico. En la ortodoxia se considera que el déficit en cuenta corriente es un problema de menor orden que se corrige con más inversión extranjera. La presunción es equivocada bajo condiciones de exceso de ahorro mundial y tasa de interés cero. En este caso el déficit en cuenta corriente ocasiona una contracción de la demanda efectiva que tiene que ser contrarrestada por la explosión del crédito y por el abaratamiento de las importaciones, que no pueden mantenerse indefinidamente. En algún momento el endeudamiento y la revaluación se revierten, precipitando la caída del producto nacional.

La economía está expuesta a un proceso de elevado crecimiento con déficit ascendente de la balanza de pagos. El expediente no es sostenible y no puede subsanarse con medidas comerciales puntuales, como zonas francas o subsidios disfrazados. El problema son la inversión extranjera y el Banco de la República, y la solución detener la entrada de capitales y replantear las prioridades y el criterio del sistema monetario y cambiario.

El Espectador, Bogotá, 30 de junio de 2014.

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