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Detrás del mundial de fútbol de Brasil

Por José Arlex Arias Arias  

Las comunidades inventaron los deportes para integrarse y mostrar la superioridad entre individuos, etnias, tribus o grupos sociales, que luego traspasaron hacia las naciones; se competía por el honor y la dignidad, bajo los principios de solidaridad, fraternidad y el juego limpio, dando nacimiento

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Por José Arlex Arias Arias  

Las comunidades inventaron los deportes para integrarse y mostrar la superioridad entre individuos, etnias, tribus o grupos sociales, que luego traspasaron hacia las naciones; se competía por el honor y la dignidad, bajo los principios de solidaridad, fraternidad y el juego limpio, dando nacimiento

a competiciones del siglo VIII antes de Cristo (a.C) organizados por los antiguos griegos en la ciudad de Olimpia, entre los años 776 a.C y el 393 d.C; posteriormente, en el siglo XIX surge la idea de realizar unos eventos similares, los que se concretarían principalmente gracias a las gestiones del noble francés Pierre Frèdy, Barón de Coubertin (Wikipedia).

Pero los mercaderes se apropiaron de estas prácticas culturales, formando grandes consorcios y monopolios, convirtiendo a los deportes en empresas en las cuales se invierten inmensos recursos, que se recuperan con tasas internas de retorno lo más altas posibles, obligando a los deportistas a todo tipo de prácticas legales e ilegales con el fin de asegurarle a dichos empresarios las máximas utilidades.

La profesionalización de los deportes trajo consigo salarios y contraprestaciones a los practicantes, pero los obliga a desempeñarse con el más alto rendimiento, por lo que se han refinado métodos como el doping, trampas en la medición y en cronometraje de competiciones, empleo de técnicas y tecnología de punta, amañamiento de resultados, ventajas, sobornos, compra de arbitrajes, y se impone la cultura del “todo vale” con el fin de salvar las fortunas invertidas en cualquier tipo de competencia. ¡Al diablo con los principios; viva la “cultura traqueta”!

En los deportes profesionales encontramos esa desviación, pero el fútbol es de los que produce más escándalos. La ‘Federación Internacional de Fútbol Asociación’, FIFA, se arrogó los derechos de las federaciones, agrupando 209 asociaciones de distintos países, contando con 17 países afiliados más que la Organización de las Naciones Unidas. Es un “paraestado” que utiliza el garrote de la desafiliación como amenaza para huir del control estatal. El país que organiza un mundial prácticamente declina su soberanía en favor de la FIFA, quien se queda con las mayores utilidades. No es descabellado desconfiar de los tendenciosos arbitrajes que se vieron en Brasil, pues la FIFA, como las multinacionales, corresponde a intereses poderosos. Los ganadores de los veinte títulos se concentran en ocho países, donde los subdesarrollados son Uruguay y Argentina, que tienen su propia historia.

Brasil tiene un gobierno alternativo con algunos matices antimperialistas, en relación de no profundizar el neoliberalismo que concentra los recursos en los ricos y las multinacionales. Como en octubre próximo hay elecciones presidenciales, los medios de comunicación que hacen parte de grupos económicos –encabezados por los colombianos– han hecho todo tipo de despliegue tratando de sublevar la población. Con la paliza histórica –7 a 1– que asestó Alemania a los anfitriones han conseguido el pasto seco para encender la pradera. El gobierno de Brasil apuntó a hacer un gran mundial con el fin de ganarlo pero ¿será víctima del efecto boomerang? ¡Estarán felices las multinacionales de volverse a apropiar del gigante del sur!    

arlexariasarias@yahoo.com

Cartagena, 14 de julio de 2014.

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