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Nacional

Educación discriminatoria

Por Eduardo Sarmiento Palacio  

Los exámenes Pisa divulgados a finales de la semana pasada replican los resultados de los obtenidos en los últimos 6 años.

El país se mantiene en los últimos lugares en las pruebas de matemáticas, ciencias y lectura. El primero revela un fracaso creciente, el segundo un estancamiento

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Por Eduardo Sarmiento Palacio  

Los exámenes Pisa divulgados a finales de la semana pasada replican los resultados de los obtenidos en los últimos 6 años.

El país se mantiene en los últimos lugares en las pruebas de matemáticas, ciencias y lectura. El primero revela un fracaso creciente, el segundo un estancamiento

y el último una pequeña mejoría. Cada vez que se presentan los resultados el Gobierno sale a culpar las encuestas y a los profesores.

La principal causa de los malos resultados es la inequidad de la sociedad colombiana. Los puntajes obtenidos en la muestra muestran la distribución del ingreso. La mayoría de los estudiantes están en los percentiles más bajos y muy pocos en los más altos. Al igual que en las pruebas nacionales, los mejores desempeños los obtienen los jóvenes que provienen de los hogares de altos ingresos.

El sector educativo ha evolucionado dentro del predominio de las instituciones privadas. Lo beneficios individuales han primado sobre el interés público. Se ha dado rienda suelta para que los sectores altos obtengan los mayores beneficios mediante procedimientos discriminatorios, como el establecimiento de altas matrículas y la abierta preferencia por los estratos altos en las distinciones y becas. Los estudiantes de altos ingresos van a los colegios privados y se interrelacionan con otros del mismo nivel social. Aquellos que obtienen los mayores rendimientos acceden a las universidades mejores y finalmente obtienen remuneraciones más altas. Lo cierto es que la relación entre el ingreso familiar y el desempeño observado en los primeros años del proceso educativo se mantiene en la etapa universitaria. Se configura un círculo vicioso que transmite las desigualdades de una generación a otra.

El modelo no ha sido muy funcional. El conocimiento de la cúpula de la pirámide no se traduce en innovación y productividad hasta que se interconecta con los gestores que se encuentran en la base. Cuanto más extensa la educación, tanto mayor su influjo. No es casual que los mejores desempeños en las pruebas Pisa se encuentren en los países nórdicos y asiáticos, donde se presentan las menores dispersiones de ingresos y desempeños escolares.

Lo grave es que el sistema colombiano se hace cada vez más segregado. La presencia de los estratos 5 y 6 es prácticamente inexistente en la educación secundaria. El acceso de los estratos bajos a la educación superior es de 8%, en tanto que la de los altos es de 80%. La diferencia entre las matrículas privadas y las apropiaciones presupuestales por estudiante aumenta. Los beneficios de la tradición cultural se queda en los estudiantes de altos ingresos y no se extienden a toda la población. Las deformaciones son similares a las de la salud y otras áreas públicas guiadas por criterios de mercado. Los agentes privados adquieren poderes monopólicos que les significan grandes ganancias a cambio de lesionar a las mayorías por la vía de la discriminación.

Si la principal causa del mal desempeño escolar son las diferencias de ingresos y éstas se acentúan por la naturaleza discriminatoria del sistema, no es difícil identificar el antídoto. La solución es una educación integrada en que los estudiantes de diversos estratos concurran a las mismas dependencias. No hay otro camino para que los estudiantes de menores estratos tengan acceso a la misma inversión educativa que los sectores altos y puedan favorecerse del intercambio con compañeros de mayor tradición cultural. Los primeros pasos son el reconocimiento del liderazgo de la educación pública, el acceso de los estratos menores a los colegios privados mediante becas otorgadas por convocatoria pública y el mejoramiento de las formas de preparación y evaluación de los maestros.

El Espectador, Bogotá, 15 de diciembre de 2013.

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