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Nacional

El choque externo en marcha

Por Eduardo Sarmiento Palacio  

La economía colombiana está expuesta a un cuantioso déficit en cuenta corriente ocasionado por la revaluación del pasado, la caída de los precios de los productos básicos, en particular del petróleo, y ahora por la relajación cuantitativa (QE). Como van las cosas, el déficit en cuenta corriente podría ascender a 6% del PIB, lo que colocaría a la economía ante una seria contracción de demanda con serias repercusiones en la producción el empleo y la estabilidad.

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Por Eduardo Sarmiento Palacio  

La economía colombiana está expuesta a un cuantioso déficit en cuenta corriente ocasionado por la revaluación del pasado, la caída de los precios de los productos básicos, en particular del petróleo, y ahora por la relajación cuantitativa (QE). Como van las cosas, el déficit en cuenta corriente podría ascender a 6% del PIB, lo que colocaría a la economía ante una seria contracción de demanda con serias repercusiones en la producción el empleo y la estabilidad.

Ya se tienen los primeros resultados. En noviembre la producción industrial cayó 1%, la construcción privada 25% y las exportaciones 22%. La información de las empresas petroleras señala reducciones considerables de producción en los próximos meses. En diciembre el desempleo cambio de tendencia y se perdieron 500 mil empleos con respecto al mes anterior.

La respuesta del Gobierno ha sido bajar el crecimiento del producto y en un punto porcentual y anticipa que compensará la caída de la factura de los precios de los productos básicos con la expansión de la construcción. En efecto, ha anunciado el aumento de las subvenciones a la vivienda, la privatización para impulsar la infraestructura de carreteras y una nueva reforma tributaria.

La realidad es distinta. La construcción privada tiene ciclos opuestos a los ingresos de divisas. El aumento del déficit que ocasionara una contracción de la liquidez que reducirá las posibilidades de financiación de vivienda, al tiempo que la devaluación bajaría los salarios. Por su parte, la construcción de obras públicas requiere cuantiosos recursos financieros y tiene un reducido efecto sobre el empleo y el valor agregado nacional. La construcción siempre será un sector vital para la economía por su contribución al empleo y al bienestar individual, pero su liderazgo es discutible en el estado de desarrollo del país. Su productividad y capacidad de arrastre es inferior al de la industria e incluso al de la agricultura.

La verdad es que el marco de referencia de la economía cambio drásticamente. El Gobierno y los organismos internacionales por estar montados en las teorías neoclásicas de la neutralidad del comercio internacional, no tienen suficiente claridad de lo que significa nuevo marco internacional para América Latina, y en particular para Colombia. Se considera que el cuantioso déficit en cuenta corriente se resuelve con una devaluación del tipo de cambio y unos gastos en construcción pública y privada. Se equivocan. Ninguno de los dos mecanismos está en capacidad de contrarrestarlo sin traumatismos. Más aun, la tarea no puede hacerse en forma aislada. Lo peor que le podría acontecer a América Latina es que entrara en una guerra de retaliaciones con los vecinos para resolver problemas que son similares.

Si el país no le introduce cambios de fondo a la organización cambiaria y comercial y no da los primeros pasos de una política industrial, podría retornar a las dificultades cambiarias que parecían historia superada. No se trata de volver a la política industrial de la segunda parte del siglo XX en que la región buscó replicar en forma afanosa las estructuras de los países desarrollados. El expediente generó excesivos niveles de protección que elevaron la inflación, introdujeron ineficiencias y se tornaron insostenibles. En las nuevas realidades, lo que se plantea es un proceso escalonado en que la protección se concentra en los productos que están en mejores condiciones de producirse en el futuro, y en la medida en que se eleva su productividad por el aprendizaje en el oficio, se traslada a otras actividades más complejas hasta cubrir la totalidad del espectro industrial.

El Espectador, Bogotá.

 

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