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El poder mundial

Por Rodrigo Borja   

El imperialismo —que, según Lenin, surgió en la etapa de madurez del capitalismo— fue originalmente la dominación militar y política de los grandes imperios de la historia, que extendieron su poder fuera de sus fronteras nacionales y sometieron a otros pueblos.

A lo largo del siglo XX se dieron las acciones dominantes de los Estados Unidos y la Unión Soviética sobre sus respectivas zonas de influencia geopolítica.

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Por Rodrigo Borja   

El imperialismo —que, según Lenin, surgió en la etapa de madurez del capitalismo— fue originalmente la dominación militar y política de los grandes imperios de la historia, que extendieron su poder fuera de sus fronteras nacionales y sometieron a otros pueblos.

A lo largo del siglo XX se dieron las acciones dominantes de los Estados Unidos y la Unión Soviética sobre sus respectivas zonas de influencia geopolítica.

Hoy el imperialismo es la acción expansiva de los Estados capitalistas avanzados —China incluida— sobre países y territorios de ultramar, impulsada no solo por sus gobiernos para la imposición cultural y dominio político, sino también por sus grandes empresas industriales, financieras y comerciales para la consecución de materias primas y la conquista de mercados.

Se equivocan quienes piensan que el imperialismo es solo fuerza física. No. Esa es una percepción reductora. El imperialismo de hoy es, sobre todo, dominio de la ciencia y la tecnología: es innovación científica, patentes de invención, descubrimientos, universidades de excelencia, masiva producción de científicos, manejo de la tecnología de la información y de los medios satelitales de comunicación, dominio del lenguaje binario, difusión planetaria de modelos culturales y, por supuesto, aplicación de todos estos conocimientos a los afanes de dominación global.

No podría entenderse el imperialismo norteamericano sin sus universidades, en las que se forman generaciones enteras de estudiantes provenientes de todos los lugares del planeta, hasta el punto que, como escribió Zbigniew Brzezinski, “es posible encontrar graduados de las universidades estadounidenses en casi todos los gabinetes ministeriales del mundo”.

Y no puede dejar de atenderse este factor a la hora de hablar de imperialismo porque actualmente las raíces de la dominación internacional son de naturaleza científico-tecnológica.

En el escalafón de las 100 mejores universidades del mundo elaborado por la Universidad Jiaotong de Shanghái, 54 son norteamericanas —con Harvard a la cabeza—, 31 de Europa y nueve de la región Asia-Pacífico.

De modo que en la era digital el símbolo emblemático del imperialismo ya no es el “Pentágono” sino “Silicon Valley”.

Estados Unidos es el mayor exportador mundial de cultura de masas —libros, películas, música, series de televisión, juegos de ordenador, modas y costumbres— y el inglés es la lengua de Internet y de la radio, la televisión y el cine planetarios.

Al analizar la competencia informática global, el politólogo español Ignacio Ramonet —hombre de izquierda— anota que hay una clara derrota de Europa frente a los Estados Unidos, ya que este país importa menos del 2% de su consumo audiovisual —con inclusión del cine y la televisión—, mientras que ha penetrado abrumadoramente en la Unión Europea y el mundo con sus medios audiovisuales.

 

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