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Nacional

El problema con las cifras sobre pobreza

Por Juan Manuel López Caballero    

Tal vez un título más correcto sería ‘nos engañan o se engañan’, puesto que el gobierno sí parece creer en las cifras que presenta.

Con toda seguridad ninguno de los supuestos setecientos y pico mil colombianos que según la estadística del Dane habrían salido de la pobreza sabe que pertenece a ese grupo, o sea que ya no es pobre.

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Por Juan Manuel López Caballero    

Tal vez un título más correcto sería ‘nos engañan o se engañan’, puesto que el gobierno sí parece creer en las cifras que presenta.

Con toda seguridad ninguno de los supuestos setecientos y pico mil colombianos que según la estadística del Dane habrían salido de la pobreza sabe que pertenece a ese grupo, o sea que ya no es pobre.

Por eso —y aceptando que no es manipulación ni mala fe de esa entidad— debe haber una explicación de porqué la presentación no coincide con la realidad de ellos.

También se debe aceptar que en algo puede y debería haber mejorado ese aspecto para algunos colombianos. Al fin y al cabo lo natural es que los países progresen y no solo en cuanto al crecimiento del producto bruto (PIB) sino también en cuanto a las condiciones de vida de la población.

El quid del asunto —y de lo que todo depende— es cómo se define y cómo se mide esa pobreza.

Por ejemplo, si se determina que una cifra fija del ingreso es el umbral de la pobreza, la simple devaluación de la moneda haría que ésta disminuyera. Se produciría la paradoja de que entre más subiera el costo de vida más parecería que desaparecen los pobres.

Si para evitar eso se define como parámetro de medición un umbral ajustable como sería por ejemplo amarrarlo al salario mínimo, la cantidad de pobres se establecería por decreto —lo cual sería absurdo—.

Si se amarra a la canasta familiar, depende de cómo esté constituida. Si no se actualiza adecuadamente ciertos elementos podrían ya no pesar lo mismo distorsionando así la base de la medición; por ejemplo, hoy las formas de comunicación son diferentes de hace cinco o diez años y el acceso a un celular ya no es un lujo, sin embargo sin que sea una mejora en la condición del habitante su ausencia sí es prácticamente expresión de pobreza que no se compensa con más ingreso real ni más poder adquisitivo.  En nuestro caso actual además existe como variable que no se incluye como costo el aumento de los impuestos.

Incluso en los casos en que se puede dar un aumento real del ingreso, si el aumento de los precios es igual o superior a éste, la realidad de la pobreza seguirá siendo por lo menos la misma.

Lo que sucede es que nos encontramos ante una prueba de la validez de la tesis de Pikkety ya que el aumento del PIB cuando es superior a la inflación sí puede mejorar el ingreso de todos los estamentos de la población; pero, si ese excedente se distribuye conservando las participaciones en los diferentes estratos y no se orienta y concentra en las capas pobres del país, la diferencia y la relación de pobres y ricos se mantiene; y así mismo la pobreza ya que esta responde a un criterio comparativo (si no lo fuera y se tomara como referente el pasado, hoy no habría ‘pobres’ en el mundo).

El caso es que en simultánea —aunque sin darle el mismo despliegue— los datos del Dane muestran que el coeficiente Gini, es decir el que refleja los niveles de concentración de la riqueza en Colombia, no ha variado y sigue siendo el mayor de Latinoamérica, siendo esta la zona de mayor desigualdad en el mundo. La conclusión es que las cifras se pueden cambiar según la metodología que se use, pero la pobreza real no necesariamente disminuye. Si el ingreso sube pero no mejora la posibilidad de acercarse a los nuevos beneficios que va ofreciendo el desarrollo, mal se puede considerar que se está saliendo de la pobreza.

Porque el verdadero problema no es la pobreza y las maneras de medirla, sino la desigualdad: con el nombre de Justicia Social o de inequidad, la realidad es que esta es la primera fuente de la violencia y de la delincuencia en la Nación. Poco discutible es que la mejor definición es que pobreza existe cuando lo que se recibe no alcanza para las necesidades del individuo o de la familia. Si los índices que tanto se han promovido recientemente (sobre pobreza y desempleo) reflejaran en verdad alivio para la población, no estaría aumentando sino disminuyendo la delincuencia —cuando lo que está sucediendo y notoriamente es lo contrario—.

La pobreza y la desigualdad no se solucionan con el crecimiento económico sino con modelos de desarrollo social que contemplen el manejo de la economía en función de los atrasos que tiene nuestra sociedad (Educación, Salud, Justicia, Pensiones y sobre todo empleo). Los acuerdos con las Farc son necesarios, pero no traerán esto; y sin esto no llegará la paz a la que aspiramos. Sin embargo en las reivindicaciones de los éxitos del gobierno nunca se toca el tema de cambiar el modelo o el objetivo de ‘desarrollo económico’.

Vuelve la pregunta para el gobierno: ¿nos engañan o se engañan?

 

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