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Nacional

Un predial inhumano

Por Aurelio Suárez Montoya   

Indignación ha producido en Bogotá la facturación del impuesto predial y en especial el aplicado al sector residencial. La queja generalizada es que dicho impuesto está superando la capacidad de pago de la población.

Hay razón para la denuncia. El recaudo del impuesto predial en 2011 fue de $1 billón y en 2014 alcanzó $1,7 billones, es decir, 70% más, y si se suma el 28% que el Distrito aspira a recoger según el presupuesto vigente para 2015, llegaría a $2 billones, con lo que el alza para estos cuatro años fiscales superará el 98%.

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Por Aurelio Suárez Montoya   

Indignación ha producido en Bogotá la facturación del impuesto predial y en especial el aplicado al sector residencial. La queja generalizada es que dicho impuesto está superando la capacidad de pago de la población.

Hay razón para la denuncia. El recaudo del impuesto predial en 2011 fue de $1 billón y en 2014 alcanzó $1,7 billones, es decir, 70% más, y si se suma el 28% que el Distrito aspira a recoger según el presupuesto vigente para 2015, llegaría a $2 billones, con lo que el alza para estos cuatro años fiscales superará el 98%.

A contramano, el ingreso promedio por bogotano no subirá en ese mismo lapso más del 13,5%, cinco veces menos, aun si la economía colombiana en 2015 llegara a crecer a un hipotético 4%. Así, el ingreso anual de cada bogotano, en pesos corrientes, pasaría de $21,7 millones en 2012 a no más de $24,6 millones en 2015. ¿Cuáles son las razones para tanta diferencia entre el recaudo y el crecimiento de la capacidad adquisitiva de los bogotanos? El malestar no está, como dicen Petro y el concejal Argote (¿del Polo Democrático?), en que “un grupo de izquierda” se oponga a los “impuestos directos”. Hay razones de más peso.

El modelo económico y el precio de los bienes no transables-inmuebles

Son múltiples las explicaciones, en el mercado del suelo y la vivienda, para justificar el alza en los precios comerciales y en los avalúos catastrales de los predios en Colombia y Bogotá. Pero pocas las que la relacionen con la política económica que nos rige, que adoptó la atracción del capital extranjero como primer objetivo.

La avalancha de dólares entre 2004 y 2014 produjo una revaluación del peso de 40% que descarriló la agricultura y la industria. El capital, el público y el privado, se alejó de estos sectores, llamados de bienes transables, y se “refugió” en otros, como la construcción, lo que produjo un exceso de ahorro para invertir allí, por encima de la oferta disponible. En ciudades como Bogotá —donde no ha crecido a buen ritmo— se expresó en excesiva “inflación de activos inmobiliarios”, agravando debilidades estructurales como la relativa escasez de suelo y otras.

Dicha valorización podría catalogarse como “burbuja inmobiliaria”, definida por Robert Shiller, premio nobel de economía, como el acrecentamiento del monto de los préstamos hipotecarios superior al ingreso de los habitantes. En Colombia así pasó, ya que esta modalidad de crédito aumentó 75% entre enero de 2012 y diciembre de 2014.

Los gobiernos nacional y distrital aprovechan la “burbuja inmobiliaria”

Con fines alcabaleros, los gobiernos de Santos y de Petro vieron la oportunidad de aprovechar la situación para incrementar los recaudos, por la vía del impuesto predial y de patrimonio. Se enfocaron en la “actualización catastral”, desde la de la vivienda suntuaria hasta la de los hogares de ingresos medios y bajos. Fruto de ella, el valor catastral nacional pasó de $520 billones en 2010 a $1,058 billones en 2014 —prácticamente se duplicó—, de los cuales el 42%, $448 billones, pertenecen a Bogotá.

Los mayores crecimientos de los avalúos catastrales se dan en los estratos seis y uno, luego en el cinco, tres, dos y cuatro, respectivamente. Los dos extremos “de la pirámide” son los más afectados, y, aunque en una lógica progresiva lo del seis será aceptable, lo del uno resulta inexplicable. Asimismo, ¿cómo entender que el porcentaje de avance del recaudo, 98%, sea superior inclusive al incremento de los avalúos?

Según el secretario de Hacienda, Ricardo Bonilla, es que hay más predios. Sin embargo, los datos no dicen eso. En 2012 había 2’269.252 predios y para 2015, 2’429.238, un 7% más, de los cuales 141.000 eran residenciales nuevos, siendo una adición marginal que no logra explicar la totalidad del mayor recaudo.

La cuenta es otra: la administración de Petro, pese a haberlo negado, sí subió la tarifa del impuesto. Ésta se fija para cada estrato, como un tanto por mil, pero si un predio llega a pasar de cierto límite fijado por la Secretaría de Hacienda con base en el acuerdo del Concejo, se le sube automáticamente. El truco consistió en que no se “actualizaron” —en la misma proporción— el avalúo y el límite y, en consecuencia, muchos predios que subieron de valor lo superaron y el Distrito les cobró nueva tarifa, aun quedando dentro del mismo estrato.

En el gráfico puede verse que en 2012 los avalúos promedio para todos los estratos, excepto el tres y el cuatro, estaban por debajo del límite establecido para no subir la tarifa. La situación cambió. A punta de “actualización” catastral, el avalúo promedio para 2015 ya sobrepasó el tope para los estratos dos y seis y, en el caso del tres y el cuatro se distanció todavía más del nuevo límite fijado, lo cual hizo que muchos más predios ya no disfrutaran de la tarifa más baja para su respectivo estrato.

Esto implica que muchos más predios del estrato dos ya no pagarán el 2×1.000, sino el 6×1.000; que muchos más del estrato cuatro ya no pagarán el 6×1.000 sino el 7,5×1.000 y que casi todos los del seis, donde se confunden hogares acomodados con élites, subieron al 9,5×1.000.

¿Qué hubiera sido lo humano?

Por lo demostrado, a las clases populares y medias, inmersas en una especulación inmobiliaria que no les atañe, les cayó un impuesto predial afectado por un avalúo mayor y unas tarifas más altas. Con respecto a lo primero, llama la atención que el estrato uno fue, después del seis, al que más se le subió el avalúo promedio, el 65%, y que para los demás (dos, tres, cuatro y cinco) los avalúos se han elevado entre 45% y 57%. Al ascender de esa forma, muchos predios superaron el límite impuesto para gozar de su correspondiente tarifa más baja y se “treparon” a unas contributivas más caras. Así las cosas, fue doble, combinado, el efecto de la “actualización”.

Llama la atención, en el colmo de la inequidad, que al estrato tres, el más numeroso, el 31,82% de todos los predios residenciales, se le establezca un límite más bajo que al del estrato uno y, por tanto, prácticamente ningún inmueble de esta clase media tenga tarifa baja de 4×1.000, sino una mayor, de 6×1.000.

Que no se esgrima que por el hundimiento de la llamada “modernización tributaria”, los bogotanos ahora tienen que vender sus predios para pagar los impuestos, y el alcalde Petro se contente con cobrar cuentas politiqueras a sus contradictores. ¡Un contrasentido inhumano!

El Espectador, Bogotá.

 

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