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España en su laberinto

Por Marcelo Righetti / Marcha  

A partir del desacuerdo entre los partidos políticos para alcanzar un Gobierno de consenso, ya es un hecho la repetición de las elecciones en España, una situación inédita en la historia del país. El escenario que se abre y las negociaciones entre Podemos e Izquierda Unida.

El 20 de diciembre pasado se realizaron en España las elecciones para designar un nuevo presidente. Los resultados trajeron varias novedades al convulso escenario político español, siendo la principal la imposibilidad de los dos partidos principales, el ultraconservador Partido Popular (PP) y el derechista Partido Socialista Obrero Español (PSOE), de poder armar gobierno por sí solos o con simples alianzas con partidos menores.

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Por Marcelo Righetti / Marcha  

A partir del desacuerdo entre los partidos políticos para alcanzar un Gobierno de consenso, ya es un hecho la repetición de las elecciones en España, una situación inédita en la historia del país. El escenario que se abre y las negociaciones entre Podemos e Izquierda Unida.

El 20 de diciembre pasado se realizaron en España las elecciones para designar un nuevo presidente. Los resultados trajeron varias novedades al convulso escenario político español, siendo la principal la imposibilidad de los dos partidos principales, el ultraconservador Partido Popular (PP) y el derechista Partido Socialista Obrero Español (PSOE), de poder armar gobierno por sí solos o con simples alianzas con partidos menores.

Además, la irrupción de formaciones nuevas (Podemos y Ciudadanos) complejizó aún más el tablero, generando un entramado de aspiraciones e intereses muy difícil de resolver.

El PP fue el que más escaños obtuvo, sin embargo, debido al aislamiento en el que se encuentra principalmente por el cúmulo de casos de corrupción que involucran a casi todos sus ´lideres principales -incluido el propio presidente Mariano Rajoy-, no logró formar gobierno. Entonces, el candidato del PSOE, Pedro Sánchez, tuvo su oportunidad para construir los acuerdos necesarios para alcanzar un nuevo gobierno. Claro que su tarea no era sencilla, ya que debía conciliar intereses fuertemente contrapuestos, incluso hacia el interior de su partido.

Las aspiraciones a conformar un acuerdo con Podemos, la tercera fuerza, y otras fuerzas de la izquierda, se notó muy difícil desde un principio. En el debate público, la principal diferencia se dio en torno a la cuestión de Catalunya y la forma de abordar la problemática independentista. Mientras Podemos sostiene la necesidad de realizar un referéndum en el que se consulte a los catalanes, el PSOE, y el conjunto de las fuerzas del régimen, rechazan de pleno esta posibilidad, aunque no proponen ninguna medida para resolver esa crítica situación.

Vista la imposibilidad de alcanzar acuerdos hacia la izquierda, Sánchez decidió reorientar su marco de alianzas y apuntó hacia Ciudadanos. La fuerza liderada por Albert Rivera tuvo una elección ciertamente decepcionante teniendo en cuenta las expectativas existentes, aunque se instaló como cuarta fuerza nacional en un muy breve período. El acuerdo entre PSOE y C´s resultó mucho más sencillo, a pesar de la beligerancia discursiva que enfrentó a estos dos partidos durante la campaña electoral, marcando la perspectiva compartida sobre la forma de abordar la crisis española con un horizonte de estabilidad y recomposición del régimen.

La apuesta de Sánchez buscó presionar a Podemos y colocarlos en una disyuntiva: abstenerse en la votación del gobierno PSOE-C´s (única opción para que este acuerdo tenga éxito) o votar en contra, junto con el PP, y mostrarlos como los responsables de que Rajoy siguiera gobernando. La joven formación liderada por Pablo Iglesias resistió el embate y logró que todas las confluencias regionales que apoyaban su candidatura (En Comú de Catalunya, En Marea de Galicia y Compromís de la Comunidad Valenciana) e Izquierda Unida, se mantuvieran a su lado en el proceso de negociación.

Los caminos quedaron clausurados y las elecciones se deberán reeditar, hecho absolutamente inédito en la historia de la España posterior a la muerte del dictador Francisco Franco. Ante estas circunstancias, se reabre el debate electoral y si bien en una primera instancia pareciera que no habrá grandes cambios en los nombres y en las listas, todavía quedan unos días en los que muchas cosas pueden pasar.

Rajoy todavía mantiene el control en el PP, a pesar de la seguidilla de casos de corrupción que rodean a las altas cúpulas del partido y a que su gestión presidencial no ha logrado resolver casi ninguna de las aristas de la crisis que vive el Estado español, incluso en algunos casos ha agravado el nivel de las problemáticas.

El joven partido de la centro-derecha, Ciudadanos, busca generar grietas al interior del PP, ya no sólo aspirando a su electorado sino tentando a los cuadros intermedios para que den el salto a las filas de Albert Rivera, bajo el apelativo de la regeneración y la renovación, aunque con planes de gobierno bastante similares. Por razones como estas es que desde Podemos se califica a C´s como la “muleta del régimen”.

Por su parte, Pedro Sánchez debe manejar la profunda interna que vive el PSOE, con varios “barones” que ya están presionando para la incorporación de algunos nombres en las nuevas listas, mientras esperan que un mal resultado el 26 de junio le cueste la cabeza a Sánchez y se apoderen del partido. Sin dudas, la figura más representativa de este grupo es Susana Díaz, actual presidenta de la Junta de Andalucía, principal bastión del PSOE en todo el territorio español. El camino de Sánchez continuara siendo tan complicado como ha sido hasta ahora.

¿Y a la izquierda qué?

La única variante significativa que puede llegar a suceder en las nuevas elecciones, en relación a lo que pasó a fines del año pasado, es que Podemos e Izquierda Unida lleguen a un acuerdo para presentarse de manera conjunta. La injusta proporción entre votos y cantidad de escaños que genera la legislación electoral castiga a los partidos más pequeños, quienes para conseguir cada diputado electo necesitan más votos en comparación con las fuerzas más votadas. Así, IU fue la cuarta fuerza más votada en todo el país pero sólo obtuvo dos escaños.

Esta situación presiona a la unidad de estos sectores, sin embargo, las diferencias en la forma de encarar el proceso electoral continúan latentes y todavía parece difícil llegar a un acuerdo. Los puntos en debate tienen que ver con la denominación del espacio (Podemos siempre se opuso a lo que llamaron la “sopa de siglas”), si los acuerdos serán a nivel nacional o a escala regional (como sucedió en Catalunya) y los nombres y lugares de las listas.

Esta mayor predisposición por parte de Podemos a un acuerdo con IU parece tener que ver con el cimbronazo interno que tuvieron durante el período de discusión para la conformación de gobierno, cuando se vieron algunas diferencias entre Pablo Iglesias y su número 2, Íñigo Errejon. El proceso de negociación está abierto y tienen tiempo hasta el 13 de mayo, fecha tope para la presentación de las alianzas electorales.

Cada una de las fuerzas ha buscado mostrar al otro como responsable de que no se forme gobierno, de manera que se lo castigue en las elecciones de junio. Todavía está por verse cuánto cambiará el voto de las y los españoles después de esta fallida legislatura y si alguno de los partidos podrá sacar rédito de estos acontecimientos. Por ahora, la situación de empate de fuerzas en las que nadie por si sólo puede imponer la dinámica de la disputa política ha dominado. Si el escenario electoral se repite, la disyuntiva estará entre la ampliación de este abismo catastrófico o la moderación de las autodenominadas “fuerzas del cambio”. A partir del 26 de junio comenzará a develarse esta historia.

Marcha, Buenos Aires.

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