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Estados Unidos en América Latina: el huracán que no cesa

Por Silvina Romano / CELAG  

Hace un par de semanas, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto llamó a estar “alerta ante fenómenos climáticos” y advirtió que “la prevención es la mejor forma de reducir los riesgos”[1]. Esto es no menos que sorprendente en medio de la ebullición social y el ciclo de protestas que dan cuenta de que el pueblo mexicano no olvida, entre muchas otras cosas, lo ocurrido en Ayotzinapa (que da cuenta de la articulación Estado-no-fallido, policía, corrupción y militarismo)[2], y que poco tiene que ver con los desastres climáticos.

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Por Silvina Romano / CELAG  

Hace un par de semanas, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto llamó a estar “alerta ante fenómenos climáticos” y advirtió que “la prevención es la mejor forma de reducir los riesgos”[1]. Esto es no menos que sorprendente en medio de la ebullición social y el ciclo de protestas que dan cuenta de que el pueblo mexicano no olvida, entre muchas otras cosas, lo ocurrido en Ayotzinapa (que da cuenta de la articulación Estado-no-fallido, policía, corrupción y militarismo)[2], y que poco tiene que ver con los desastres climáticos.

Pero es un error considerar estas afirmaciones de Peña Nieto como carentes de sentido y aislada (como tantas otras verbalizadas por él). En la última reunión de Ministros de Defensa a nivel continental (13 octubre 2014, Perú), el ministro de defensa de EEUU, “Chuk” Hagel, también advertía sobre esta “amenaza brutal” que se cierne sobre el continente en términos de inclemencias climáticas, y hace algunos años, el por entonces jefe del Comando Sur, General Douglas Fraser, sentenciaba: “Sumado a la amenaza generada por el crimen transnacional organizado, la región también es vulnerable a crisis humanitarias como migraciones masivas y desastres climáticos”[3]. En Paraguay (febrero 2014) se inauguró una de las primeras bases militares estadounidenses humanitarias “Centro de Operaciones de Emergencias” para atender estas contingencias, en un contexto en el que se recrudece la lucha por el territorio de las poblaciones locales frente al agro-negocio[4].

Si vamos a las “profundidades de la historia”, deberíamos recordar que a principios de los ’70 del siglo pasado, en medio de la crisis de hegemonía estadounidense, se crea la Comisión Trilateral -EEUU, Europa y Japón)-, cuyos expertos fueron definiendo a lo largo de las décadas posteriores los peligros -sumados al comunismo- que habría que combatir por ser factores de “inestabilidad”: la migración, el crecimiento “desmedido” de la población, la pobreza, el cambio climático y los desastres naturales. En continuidad con esto, a partir de la desarticulación del bloque soviético, se generó un importante consenso sobre las “nuevas amenazas”, que son las mencionadas arriba, solo que en esta ocasión, fueron asumidas a nivel global. En este sentido, y atendiendo los procesos en América Latina, y especialmente en América Central, habría que tomar con cautela el hecho de que tanto las migraciones como el cambio climático o los desastres naturales se inscriban como cuestiones de seguridad, pues ello conduce a justificar la utilización de soluciones militares para enfrentarlas.

Y en efecto, eso es lo que viene ocurriendo con el Plan Colombia, la Iniciativa Regional Andina, la Iniciativa Mérida, la Iniciativa Regional para la Seguridad de Centroamérica (CARSI) y la proliferación de bases militares en toda la región (que suman más de 70)[5]. Si hasta el momento, estas han sido justificadas por la proliferación del narcotráfico, el crimen organizado y el “narco-terrorismo”, ahora se ocuparían de salvar a la gente de las inclemencias climáticas, tal como lo argumentan los programas del Comando Sur estadounidense. Es el caso del programa Más allá del Horizonte, acción militar cívica y humanitaria que reúne tropas especializadas en ingeniería, construcción y salud, que proveen servicios a las comunidades a la vez que reciben una experiencia importante en entrenamiento y que construyen relaciones importantes con naciones aliadas (mayo 2015). Por su parte, la Operación Martillo se centra en el tráfico ilícito. Se trata de un Esfuerzo europeo, estadounidense y del Hemisferio Occidental que tiene como target el contrabando en Centroamérica (enmarcado en el CARSI). Finalmente, el programa Tradewinds implica el entrenamiento de tropas en Centroamérica para enfrentar desastres naturales y amenazas marítimas, incluyendo el tráfico ilícito. Este ejercicio incluye fuerzas militares y agencias de seguridad estadounidenses que se unirán a colegas de 18 naciones (de mayo a junio 2015) y opera en el marco de la Iniciativa para la Seguridad de la Cuenca del Caribe[6].

Hay dos cuestiones que aparecen en estos programas, que llaman la atención. La primera es lo relativo a las “acciones cívicas y humanitarias”, que fueron típicas como parte de la Doctrina de Seguridad en el período de la Guerra Fría. Estas Operaciones de Asuntos Civiles buscaban intervenir en las actividades de modernización económica y progreso social, incluyendo “operaciones de estabilidad, constituidas por la totalidad de las operaciones de defensa y de desarrollo internos. El desarrollo interno de estas Operaciones, consiste en el fortalecimiento de las bases, funciones y capacidades del gobierno y de la viabilidad de la vida nacional de un país con relación a la meta de independencia y libertad internas respecto de las condiciones que fomentan la insurgencia”[7]. Con respecto a la “modernización económica y el progreso social” es interesante señalar que hay una relación estrecha entre las zonas con mayor presencia de esos planes de seguridad y la firma de acuerdos económicos con Estados Unidos. Así, Colombia terminó firmando un Tratado de Libre Comercio con la potencia del norte, lo mismo sucede con Perú y los países centroamericanos, grupo que ahora conforma la Alianza del Pacífico (de la cual EEUU es observador, pero curiosamente encarna varios de los lineamientos alguna vez pensados para el Área de Libre Comercio de las Américas)[8]. En lo relativo a la inestabilidad y las condiciones que fomentan la insurgencia, la semana pasada se hizo público el despliegue de tropas en Centroamérica (liderado por el Comando Sur), protagonizado por 280 marines que se ocuparán del entrenamiento de fuerzas locales para combatir al crimen organizado y realizar tareas de rescate ante desastres naturales[9].

Tal vez algunas de las personas que se informen sobre esto, piensen que es noble y deseable la presencia de militares entrenados para brindar ayuda a pueblos en peligro por inundaciones, huracanes, etc. Lamentablemente, la historia de América Latina durante la Guerra Fría da cuenta de que esta presencia militar no sólo no garantiza la “seguridad” o “bienestar” de la gente, sino que más bien se dirige a combatir a un difuso adversario político.

La otra cuestión que llama la atención, y está directamente vinculada a “liberar a los gobiernos de la insurgencia”, es la definición misma de CARSI, que según el Comando Sur tiene por objetivo “producir una región más segura, donde las organizaciones criminales ya no pueda utilizar el poder para desestabilizar gobiernos o amenazar la seguridad nacional o regional y la seguridad pública, a la vez que se propone prevenir la entrada y distribución de drogas ilícitas, violencia y amenazas trasnacionales en los países de la región y en EEUU”. Claro que faltaría definir quiénes y cuáles son los “criminales”, que puede identificarse indistintamente a terroristas o insurgentes. Tampoco se define quiénes componen el crimen organizado, por lo general grupos y personas civiles y militares ligados a las burocracias y al sector privado de países latinoamericanos y también de Estados Unidos.

El mencionado despliegue militar se lleva a cabo en un escenario de “distención” en las relaciones de Estados Unidos con Cuba, que ahora incluye la eliminación de la isla de la lista de Estados que patrocinan el terrorismo –algo verdaderamente histórico, y que al igual que el resto de las negociaciones que vienen desplegándose desde principios de 2015, es clara muestra de la victoria del pueblo cubano–. Según lo publicado por la BBC, el gobierno estadounidense prohíbe a los países que están en la lista de terroristas exportar o vender armamento, a la vez que controla ciertas exportaciones que podrían mejorar sus capacidades militares y restringe también su asistencia económica. En el caso de Cuba, a lo anterior se suman las sanciones impuestas de manera más extensa por el embargo económico, que siguen vigentes y, por el momento, continúa definiendo la relación entre los dos países[10]. Así, el embargo continúa, pero se perciben nuevas perspectivas de apertura con terceros países. En este sentido, Cuba promete estar alerta ante la entrada de nuevos negocios en la isla, para lo cual ha puesto en vigencia una nueva ley de inversiones extranjeras (Ley 118, junio 2014). Uno de los desafíos será, sin dudas, regular el capital financiero y las telecomunicaciones, considerando el rol político que han jugado en el resto de América Latina (especialmente durante el auge del neoliberalismo).

Pero mientras el gobierno de Obama distiende las relaciones con Cuba, recrudece su guerra psicológica contra Venezuela (léase presión económica y propaganda de desprestigio a nivel internacional). Este llegó a su punto cúlmine con el ultimátum de Obama en marzo de 2015, repudiado por la comunidad latinoamericana e incluso a nivel internacional, pero que es una muestra más de que el país del Norte no escatimará esfuerzos en seguir socavando las bases de la autodeterminación y soberanía Venezolanas.

Por último, vale destacar que en este péndulo entre Venezuela y Cuba, se encuentra una Centroamérica donde la ebullición política y social ya no puede ocultarse. Sumado a las largas luchas de los pueblos indígenas y campesinos por preservar sus territorios del avance del capitalismo neoliberal (sea a través del agro-negocio, extracción de combustibles, minerales o agua), la gente ha decidido salir a las calles en distintas ciudades. En Guatemala, se pide la renuncia del presidente Otto Pérez Molina, se condena la corrupción y se está luchando por recobrar la memoria y ejercer la justicia, tras décadas de terrorismo de Estado[11]. En Honduras, país en el que Estados Unidos apoyó en el 2009 el derrocamiento del presidente constitucional Manuel Zelaya, parte de la población está pidiendo, también en las calles, la renuncia del actual presidente, después de conocerse su implicación en un escándalo de corrupción. Vale recordar que el actual mandatario, Juan Orlando Hernández, llegó al gobierno bajo la acusación de fraude por parte de una de las candidatas a la presidencia, Xiomara Castro, del partido Libre, denuncia que fue rechazada por la Corte Suprema de Honduras sin dar explicación alguna.

Ante este escenario, cabe preguntarse acerca de cuál es la “amenaza real: ¿Serán los desastres naturales o los pueblos y gobiernos que no están dispuestos a renunciar a la autodeterminación y la soberanía? ¿Por qué los gobiernos centroamericanos permiten el despliegue de tropas y operaciones militares para solucionar problemas que no son de “seguridad” sino que obedecen, en primer lugar, a una estructura que garantiza la desigualdad y la injusticia? ¿Por qué deben ser militares y no civiles, tal como sucede, por caso, en las misiones cubanas, los encargados de ocuparse de asistencia humanitaria? Lo cierto es que el huracán que sopla desde el Norte no cesa.
 
[1] La Jordana, 15 mayo 2015 “Ordena Peña Nieto estar alertas ante la temporada de ciclones”
[2] Ver: Katu Arconada, “Ayotzinapa, fase superior del capitalismo del Siglo XXI”, http://www.telesurtv.net/bloggers/Ayotzinapa-fase-superior-del-capitalismo-del-siglo-XXI-20150526-0001.html; Raúl Romero “México hoy (1 de 3): el capitalismo criminal” http://subversiones.org/archivos/114291
[3] Ver: Fraser, Douglas (2012) Declaración de Postura del General (USAF) Douglas M. Fraser, Comandante, Comando Sur de Estados Unidos (USSOUTHCOM), ante el 112avo Congreso, Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, 6 de marzo, 2012.
[4] Ver: Tamara Lajtman Bereicoa (2014) Nos dicen del EPP para quitarnos las tierras: el discurso del enemigo interno como quiebre de la resistencia campesina en Paraguay, Tesis de Maestría en Estudios Latinoamericanos, UNAM, http://132.248.9.195/ptd2014/noviembre/513450152/Index.html
[5] Ver: Atilio Borón (2012) América Latina en la geopolítica del imperialismo. Buenos Aires: Luxemburg
[6] Ver: United States Southern Command http://www.southcom.mil/Pages/Default.aspx
[7] Ver: Tapia Valdés, Jorge (1980) El terrorismo de Estado. La doctrina de la seguridad nacional en el Cono Sur. México: Nueva Imagen
[8] Ver: Silvina M. Romano “La Alianza del Pacífico: “eficiencia” vs. “politización” de la integración”. La Época, La Paz, Bolivia, 26 agosto 2013 http://www.la-epoca.com.bo/index.php?opt=front&mod=detalle&id=2823
[9] La Jornada, 26 mayo 2015, Opinión, “EU: ¿Otra vez militares a Centroamérica?”
[10] BBC Mundo, 29 mayo 2015 “Cuba sale de la lista de países que patrocinan el terrorismo: ¿qué significa para la isla?”
[11] Ver varias notas en Centro de Medios Independientes de Guatemala: http://cmiguate.org/

CELAG.

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