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Nacional

Evaluación docente

Por Eduardo Sarmiento Palacio  

Cuando el Gobierno anuncia su prioridad a la educación entró en un abierto conflicto con los educadores. Ante el aumento de los presupuestos públicos para el sector, los maestros se movilizaron a solicitar una mejoría de sus condiciones laborales. Dentro de un largo proceso de negociación, el Gobierno condicionó la solicitud a un examen preparado por el Ministerio de Educación, que finalmente fue rechazado por Fecode.

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Por Eduardo Sarmiento Palacio  

Cuando el Gobierno anuncia su prioridad a la educación entró en un abierto conflicto con los educadores. Ante el aumento de los presupuestos públicos para el sector, los maestros se movilizaron a solicitar una mejoría de sus condiciones laborales. Dentro de un largo proceso de negociación, el Gobierno condicionó la solicitud a un examen preparado por el Ministerio de Educación, que finalmente fue rechazado por Fecode.

El paro de Fecode fue presentado como una actitud obstinada para obtener alzas de remuneración sin contraprestación. Mal pueden los profesores desconocer la evaluación, cuando es algo intrínseco a su oficio. No existe otra profesión que esté sujeta a más requisitos de exámenes y rendición de cuentas. Son categorizados en un severo escalafón, que incluye un historial de conocimientos realizaciones y evaluaciones, y constituye la base para los ascensos y remuneraciones. En realidad, la oposición de los maestros no es a la evaluación propiamente dicha, sino a la forma de realizarla.
 
La manzana de discordia entre el Gobierno y Fecode fue el examen propuesto por el Ministerio de Educación para justificar los ascensos en el escalafón y al acceso al ajuste de salarios. Los resultados del ejercicio lo dejaron sin piso. El hecho de que lo aprobaran únicamente el 20% de los docentes creó dudas sobre el diseño de la prueba y su eficacia. En el fondo, revela las deficiencias de las estructuras educativas que se observan en los exámenes Pisa, Saber Pro y Ecaes. Los puntajes de los profesores son el reflejo de las enormes diferencias socioeconómicas personales y regionales de la nación.
 
En columnas anteriores mostré cómo los puntajes de los exámenes Pisa reproducen las desigualdades de la distribución del ingreso. Así como la mayoría de la  población obtiene ingresos muy por debajo del promedio, más concretamente el 40% apenas obtiene el 12% del ingreso nacional, la mayoría de los estudiantes obtienen puntajes muy por debajo del promedio.
 
Infortunadamente, la política educativa se quiere forzar sin reconocer que su principal obstáculo es la inequidad. La idea de descalificar el 80% de maestros de Fecode y sustituirlos por cuerpos de élite no tiene viabilidad práctica y es excluyente. Se requiere reconocer las deficiencias de la estructura educativa causada por la realidad del país y corregirla mediante la elevación de las competencias de los maestros y planteles, la integración social y la suma de esfuerzos. La fórmula de los maestros de realizar las pruebas y evaluaciones en los colegios constituye un avance significativo con respecto al examen tradicional de acumulación de conocimientos y memorización preparado por el Ministerio de Educación.
 
Es bien sabido que las instituciones se encuentran más cerca de los estudiantes, están en mejores condiciones de evaluarlos para mejorar su desempeño. Si los colegios cuentan con la asistencia de pares reconocidos por el Ministerio y la comunidad educativa, es  posible que las evaluaciones se realicen en los colegios a la luz de los resultados de la enseñanza con la presencia de estudiantes y padres de familia. Sin duda, la tarea serviría para remediar las deficiencias individuales, mejorar los procedimientos de enseñanza, propiciar el trabajo en equipo y contribuir al cumplimiento de las metas de desarrollo institucional del plantel. Podría ser el punto de partida para bonificar a los docentes por sus ejecutorias y contribuciones tangibles.
 
En los países con grandes inequidades, la prioridad educativa no puede ser el predominio de los que van adelante, sino el apoyo y estímulo a los que van atrás. Cuanto menor la diferencia entre los extremos, tanto mejor el desempeño del conjunto.

El Espectador, Bogotá.

 

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