Conecta con nosotros

Internacionales

Fotos de Palestina: un pasado escondido y un futuro incierto

Por Bruno Bayley / Vice.com  

El nuevo libro del fotógrafo británico James Morris, Times and Remains of Palestine, que será publicado en marzo por Kehrer Verlag, ofrece una inquietante mirada a los invisibles monumentos de Nakba: pueblos fantasmas, escombros y asentamientos palestinos borrados en la guerra árabe-israelí de 1948.

A pesar de la pesada carga política del libro, este es un documento hermoso, estremecedor y discreto del pasado de Palestina y del presente precario de Cisjordania. Tuve una conversación con James acerca de su trabajo.

Publicado

en

Por Bruno Bayley / Vice.com  

El nuevo libro del fotógrafo británico James Morris, Times and Remains of Palestine, que será publicado en marzo por Kehrer Verlag, ofrece una inquietante mirada a los invisibles monumentos de Nakba: pueblos fantasmas, escombros y asentamientos palestinos borrados en la guerra árabe-israelí de 1948.

A pesar de la pesada carga política del libro, este es un documento hermoso, estremecedor y discreto del pasado de Palestina y del presente precario de Cisjordania. Tuve una conversación con James acerca de su trabajo.

VICE: Primero que todo, ¿cómo te defines a ti mismo como fotógrafo?

James Morris: Las definiciones siempre son complicadas porque limitan y normalmente son puestas por otros. Sin embargo, creo que soy un fotógrafo intrigado por todo tipo de evidencia de la interacción humana con, y en presencia de, un paisaje. Me interesan el impacto del hombre y las capas de historia que se evidencian en él. Sigo historias que conecten lugares y personas, pasado y presente.

¿Cómo encaja Times and Remains of Palestine en tu acercamiento a la fotografía y tu trabajo anterior?

Se puede ver como una tangente porque aborda el conflicto, que es algo con lo que no había trabajado directamente antes. Aún así, creo que es una extensión lógica de mi ejercicio. El conflicto palestino-israelí ha estado presente toda mi vida y no hay señales de que vaya a mermar; es una constante en mi paisaje mental. Esto fue lo que me llevó a adentrarme en el paisaje real. Lo que encontré —en mi primer día, de hecho— fue algo que ni siquiera había considerado: la ausencia de arquitectura, un panorama demolido y una historia escondida. Así que siguiendo esta particular línea de investigación, como con todos los proyectos, se consigue continuidad y variedad.

Mercado central, Old City, Hebron

¿Cómo describes este proyecto? Siempre pienso que es una pregunta interesante, especialmente en un caso como este, en el que documentas más una ausencia que un “objeto”.

Pienso en el proyecto como una exploración de dos cosas: lo que le pasó a Palestina en 1948 y cómo se encuentra todo ahora, a través de este particular “paisaje manipulado” por el hombre. Sigue una trayectoria que conecta el pasado y el presente, empezando, en la primera parte, por investigar la presencia ahora histórica de Palestina en Israel. Documenta alrededor de 400 poblaciones y varios pueblos que fueron desplazados y en muchos casos arrasados como consecuencia de la guerra de 1948 y posteriores conflictos.

La segunda parte reflexiona sobre el concepto de una supuesta futura Palestina, resultado de los acuerdos de Oslo, que fracasaron en materializarse de forma significativa; documenta la ocupación y el conflicto en la laberíntica Cisjordania: una zona dividida en múltiples e intricadas “áreas” divididas por paredes y cercas, puestos de control y cierres de carreteras, y reducidas por asentamientos. Más que enfocarse en el conflicto como un todo, se trata más de ver el decaimiento de Palestina.

El libro está dividido en dos partes. La primera aborda a Nakba, el “desastre” que es parte crucial en la identidad e historia palestina. ¿Cómo empezó esta etapa del proyecto?

La primera parte se originó gracias a una caminata en un bosque de pinos, justo al comienzo de mi primera visita a Israel. Ahí me encontré con unas ruinas de lo que parecía ser una estructura muy antigua. Una placa puesta en 2004 por el Fondo Nacional Judío declaraba este sitio como un “oasis”, “un área recreativa, un lugar de agua, de esperanza, de paz, de visión”. Más tarde ese día, encontré una película que describía una visita reciente a ese mismo sitio por palestinos israelís. Los veteranos recuerdan esas ruinas como los pueblos de su infancia. Ellos fueron desplazados por la guerra de 1948, durante lo que ellos llamaron su Nakba; sus pueblos fueron abandonados, su derecho a volver denegado, y un bosque de árboles importados se sembró en lo que solía ser su mundo.

Se hacía evidente la inmensa distancia entre estas dos percepciones frente a un mismo sitio. Aunque sabía qué era el concepto “Nakba”, encontrarme en semejante lugar y entender la historia detrás de esto fue una potente introducción a su realidad. Si bien el término se refiere específicamente a la derrota y sustancial despoblamiento de Palestina en 1948, la noción de “desastre” o “catástrofe” es una que resuena fuertemente hasta el día de hoy.

Anata

En términos de investigación, supongo que se requirió de mucho porque estas ubicaciones casi nunca están marcadas. ¿Cómo fue el proceso?

Como dices, las zonas de los pueblos destruidos raramente son marcadas, y la mayoría es demolida o reconstruida por completo. Incluso las guías turísticas dirigidas a los extranjeros, a quienes les pueden parecer estos eventos históricos interesantes, ignoran el asunto. Después de la primera visita, empecé mi investigación estudiando principalmente el trabajo de los “nuevos historiadores israelíes”, que surgieron en la década de los 80 y empezaron a cuestionar las versiones de la historia más cómodas y aceptadas que se enseñaban.

El texto más importante fue el libro de 600 páginas de Benny Morris, The Birth of the Palestinian Refugee Problem, que recoge exhaustivamente archivos militares y de estado israelíes de la guerra de 1948. Pero también el trabajo de Meron Benvenisti, Walid Khalidi y muchas otras fuentes. Cuando estaba en Israel busqué las zonas de los pueblos usando mapas viejos e Internet; algunas fueron fáciles de encontrar, otras prácticamente habían desaparecido. Siempre era inquietante encontrar las ruinas de algún pueblo —piedras en medio de un bosque o una pequeña torre solitaria en medio de suburbios modernos israelís—, conociendo ya un poco de su carga histórica y su significado en la diáspora. Antes de fotografiar un sitio, me sentaba a leer más de su historia usando los libros que cargaba conmigo. Las notas que tomaba se convirtieron en textos de apoyo que relatan un poco de la historia de cada zona fotografiada en el libro.

Qisarya, distrito de Haifa

En la parte uno, muchas de estas fotos son restos de asentamientos, algunos están en ruinas, pero para mí los ejemplos más extraños son los parqueaderos o los parques infantiles, donde los asentamientos originales no solo habían sido eliminados, sino completamente reconstruidos. ¿Cuáles fueron los sitios más raros de fotografiar?

Realmente son muchos para decirlos todos. La experiencia fue inquietante, intensa y a veces extraña. Tenía nervios de no saber cómo reaccionaría la gente a lo que estaba haciendo, aunque a la larga eran nervios infundados porque pocos notaban lo que hacía y detrás de lo que estaba. Pesaba el conocimiento que estaba adquiriendo, estaba comprendiendo lo que había pasado allá y dónde había terminado la población. Y por supuesto, era extraño saber tanto de la historia de los judíos europeos que llegaron a Israel esperando encontrar consuelo a sus horrores. Todo esto compuso una atmósfera sumamente cargada.

Kafr Bir’im es inquietante porque mucho del pueblo sigue existiendo, puedes caminar por las calles y ver las casas colapsadas. En Imwas hay mesas de picnic entre las tumbas abandonadas de un viejo cementerio, que a primera vista parece inconcebible. Ein Houd es ahora una colonia de artistas con casas con piedras preciosas en uno de los pocos pueblos palestinos sin demoler; el ambiente es bohemio, pero se siente un aroma a culpa.

Una cosa notable en el libro es la quietud y la ausencia general de gente. ¿Es intencional? En la parte uno claramente añade a la sentimiento de desolación, pero en la parte dos se sigue sintiendo vacío.

Como puedes ver, la parte uno se concentra en la ausencia, y esta era la atmósfera que quería en el proyecto. Pero como un todo, el trabajo se preocupa más por desarrollos históricos que por individuos. Quería que los paisajes revelaran las historias, que creo que eso se logró. Así que a excepción de algunos ejemplos, las personas que aparecen no se reconocen como individuos. Son quizás figuras simbólicas.

La falta de gente en el libro hace que el observador también se sienta invisible. En el proceso de este proyecto, ¿qué tanto interactuaste con los residentes, israelís, palestinos o incluso con autoridades?

De hecho no fue mucho, no en profundidad. Sentía que era importante mantener cierta distancia de aquellos afectados por la política para intentar mantener algo de objetividad. Quería que fuera una exploración muy particular de lo que encontrara, o por lo que me sintiera atraído, y evitar el estar involucrado en cualquiera de las dos culturas. Así que más allá del encuentro con la gente en la calle, fue una experiencia muy solitaria. Sólo me dijeron que no fotografiara algo, un viejo edificio palestino en Israel, pero incluso entonces no fue con mucha convicción.

Abu Zurayq, distrito de Haifa

¿Cómo observar el estado actual de Palestina en la parte dos contrasta, o informa, con la parte uno?

Al retratar a Cisjordania, estoy mirando a lo que debería ser la futura Palestina, según los acuerdos de Oslo, que fallaron en materializarse de manera significativa; sigue siendo un estado virtualmente dominado por Israel. Cada parte podría funcionar como obra por sí sola; están separadas por espacio y tiempo. La gracia es que actúen como límites del tiempo que ha transcurrido desde la fundación de Israel, encapsulando algo de la historia de Palestina. Comprender la historia evidente en la primera parte ayuda a entender cómo se desarrolló el panorama de la Cisjordania contemporánea. Son, tal vez, como dos piezas de un rompecabezas, que se ensamblan para que podamos ver un poco más del cuadro.

Hay fotos, de Beitar Illit por ejemplo, que dan la impresión de que hay una invasión por parte de los nuevos asentamientos israelíes a zonas originalmente palestinas. ¿Sientes que la historia se repite en estos lugares?

Creo que, más que repetirse, hay una continuidad. Apenas llegué a Israel por primera vez, me dieron en el aeropuerto un “Mapa turístico de Israel”. Esta imagen oficial de Israel comprende, sin mencionar su nombre, a toda Cisjordania hasta el río Jordán, pero no hace referencia a territorios palestinos; en lugar de eso, se habla de Judea y Samaria. No marca la barrera de separación o la línea verde de 1949, y sólo menciona cinco ciudades palestinas además de Jerusalén, sin hablar de ninguna de las comunidades más pequeñas. En cambio, todos los pequeños asentamientos israelíes están registrados. Lo explicaban como: “Todo esto es Israel, puedes ir a cualquier parte”. Creo que no sería polémico decir que a muchos en Israel les atrae el concepto de un Gran Israel, y no les preocuparía si hubiesen muchos menos palestinos en él. La expansión de asentamientos ciertamente puede dar la impresión de que hay una creciente coartación a la viabilidad del estado Palestino, pero no sé si eso es una meta definida.

Cuando uno ve el libro siente que apuntas en una dirección política. ¿Lo consideras un libro político?

No veo el libro como un texto activista, aunque el tema es político, por supuesto. Sí, el trabajo se preocupa casi en su totalidad por la historia palestina y no intenta generar una noción de “equilibrio” al explorar una historia israelí paralela; y eso puede ser considerado como político, aunque la etiqueta no me parece apropiada. Es interesante notar que el historiador Benny Morris, en quien más me basé, dijo recientemente que Israel no fue lo suficientemente lejos en 1948, y debió expulsar más palestinos. Así que reflexionar sobre esta historia no necesariamente implica una parcialización específica. La intención es expresar lo que ha pasado, y alentar al lector a ver y pensar. Al reconocer que son sólo piezas de una imagen más compleja, no tiene la certeza de un libro político. Son más importantes, creo yo, las palabras de Raja Shehadeh en la introducción del libro: “Si la gente no reconoce y verdaderamente ve el Nakba, no puede haber paz en esta región”.

Es necesario, especialmente en el conflicto, que el presente así como la historia sean reexplorados constantemente. Mi esperanza es que aquellos que cojan este libro sean más que capaces de formular sus propias opiniones.

Continúe leyendo
Click para comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *