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Kafka y Maquiavelo en SaludCoop

Por Octavio Quintero   

“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé”… Pero faltaba la prueba reina. 

Tal vez a todos nos ha tocado leer una y otra vez a Kafka (El Proceso), a ver si logramos alguna interpretación lógica de lo que al pobre Josef le está pasando… Y siempre tendremos que concluir que su proceso es lo más absurdo del mundo…

El Proceso, como todo el mundo sabe, es una locura jurídica y una injusticia institucionalizada,  detallada magistralmente por Franz Kafka.

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Por Octavio Quintero   

“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé”… Pero faltaba la prueba reina. 

Tal vez a todos nos ha tocado leer una y otra vez a Kafka (El Proceso), a ver si logramos alguna interpretación lógica de lo que al pobre Josef le está pasando… Y siempre tendremos que concluir que su proceso es lo más absurdo del mundo…

El Proceso, como todo el mundo sabe, es una locura jurídica y una injusticia institucionalizada,  detallada magistralmente por Franz Kafka.

No sé, se me ocurre ahora pensar que Santos Discépolo (autor de Cambalache), deduce de El Proceso que “el mundo fue y será una porquería”… Esto mismo concluye uno al cotejar abismado que, en el bien llamado “robo a la salud”, en ésta Colombia del realismo mágico de García Márquez, están yendo a la cárcel los investigadores en vez de los acusados.

En el proceso contra Edith Rocío González Martínez y Mónica Esperanza Cano Bedoya, funcionarias de la Contraloría General de la República, recientemente encarceladas a petición de la Fiscalía General de la Nación, se juntan lo kafkiano con lo maquiavélico, dos  exclamaciones universales que nos manifiestan lo hediondo de eso que nos resulta incomprensible al sentido común.

A las señoras se les acusa de prevaricato por acción, abuso de función pública, ocultamiento de elementos probatorios, falsedad material de documento y falsedad ideológica de documento público, y al determinar que son personas peligrosas para la sociedad, la justicia ha decidido privarlas de la libertad, entre rejas, que dicen ahora, cuando no se le concede al inculpado la casa por cárcel.

Los supuestos delitos se les imputan dentro de la investigación que le abre la Fiscalía General a la contralora general, Sandra Morelli, por el alquiler de un edificio en cuyo contrato de arrendamiento habría incurrido en detrimento patrimonial. Los hechos se suceden en momentos en que, a su vez, la contralora le impone una multa a SaludCoop por la “bicoca” de 1,4 billones de pesos por el desvío de los recursos de la salud a inversiones propias de su patrimonio particular. Es decir, estaba convirtiendo recursos públicos en recursos particulares.

Si Kafka estuviera escribiendo esta novela, uno podría colegir del relato que, en el capítulo anterior, el fiscal del cuento fungía como asesor estrella de SaludCoop, con jugosos honorarios. Y de ahí en adelante todo lo más que uno se pueda imaginar resulta un sentido común al que solo le hace falta la prueba reina para que sea real.

Las señoras andan presas por, supuestamente, desviar la investigación del arrendamiento del edificio… Pero el señor Palacino, cerebro de SaludCoop, anda suelto, no obstante que está comprobado, no solo por la Contraloría sino también por la Procuraduría y el Consejo de Estado, y finalmente por ese largo debate de control político adelantado en el Congreso, que se robó los dineros de la salud.

Kafka murió sin concluir El Proceso, y por eso, el pobre Josef quedó preso indefinidamente… Ojalá este proceso de SaludCoop tenga un final justo porque, cuatro años después de haberlo destapado en el Congreso el senador Robledo, lo rodea una misteriosa impunidad.

 

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