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Nacional

La distribución en el segundo plano

Por Eduardo Sarmiento Palacio  

El crecimiento económico constituye uno de los descubrimientos más promisorios. La constante universal de los últimos dos siglos ha sido el aumento de la producción por encima de la población. Los países atrasados están en capacidad de elevar el ingreso per cápita y, más aún, de hacerlo más

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Por Eduardo Sarmiento Palacio  

El crecimiento económico constituye uno de los descubrimientos más promisorios. La constante universal de los últimos dos siglos ha sido el aumento de la producción por encima de la población. Los países atrasados están en capacidad de elevar el ingreso per cápita y, más aún, de hacerlo más

rápidamente que los desarrollados; las sociedades que van atrás están en capacidad de alcanzar las que van adelante. Los ciudadanos pueden duplicar sus ingresos en 20 años y en los países más avanzados, en diez años. Sin embargo, el aporte no ha sido complementado con otros que establezcan cómo se reparten los beneficios. No se gana mucho cuando los incrementos se concentran en una reducida cúpula y las grandes mayorías sólo obtienen un pequeño goteo.

En un reciente libro de Thomas Piketty, Capital siglo XXI, que ha tenido gran resonancia en las redes sociales mundiales, presenta cifras de varios siglos donde denuncia que el retorno del capital es superior al crecimiento del producto nacional. En aritmética simple significa que los ingresos del capital crecen más rápidamente que el ingreso promedio de la economía. Como los dueños del capital poseen mayores ingresos y riqueza que los portadores del trabajo, el crecimiento económico va acompañado de un aumento de los ingresos de los que más tienen. Así, en Estados Unidos, el 1% obtiene el 20% del ingreso.

La información presentada por Piketty tiene una clara representación en Colombia. En los últimos años los salarios crecieron 2% real, en tanto que las utilidades de las grandes empresas obtuvieron ganancias de 10%, las acciones se valorizaron por encima de 15% y los bancos obtienen márgenes de más de 15% de los préstamos bancarios. En este contexto, el capital aumenta su participación en el producto nacional y el crecimiento económico se consigue a cambio de menos equidad.

Ciertamente, en el panorama descrito ha influido la potencia del ahorro para elevar la riqueza. Sin embargo, el aspecto dominante son las acciones para colocar los salarios por debajo de la productividad, lo que tiene como contraparte una remuneración del capital por encima de la productividad. Entre ellas se destacan el libre comercio internacional que obliga a colocar los salarios por debajo de su contribución; las prácticas monopólicas que llevan a fijar los precios por encima de los costos marginales, como ocurre en forma fragante en las telecomunicaciones; la depresión de los rendimientos de ahorro de los grupos pobres y medios, como sucede en los fondos de pensiones y los depósitos de ahorro, y las privatizaciones y concesiones de obras públicas que resquebrajan el patrimonio nacional.

La gran pregunta a los gobernantes es si esta realidad la va a enfrentar abiertamente o la pasará por alto atribuyéndola a dictámenes de la naturaleza. La preocupación es relevante para Colombia, que exhibe uno de los peores coeficientes de Gini del mundo sin ninguna perspectiva de cambio.

El perfil de crecimiento del país logró gotear en algo para reducir la pobreza, pero ha retrocedido en la distribución del ingreso. Mientras los ingresos de los percentiles bajos crecen a la mitad del producto nacional per cápita, los de los percentiles altos lo hacen más al doble. La receta equitativa no puede ser distinta a la de una política laboral que eleve las remuneraciones del 50% más pobre y de una política fiscal y financiera que modere los retornos del capital. Hay que revisar los TLC, reducir los márgenes bancarios, regular los monopolios y evitar las posiciones dominantes, adoptar una política laboral de salario mínimo y subsidio al empleo, y realizar una reforma tributaria que reduzca los gravámenes al trabajo y suba los del capital.

El Espectador, Bogotá, 18 de mayo de 2014.

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