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Nacional

Las reforma es a la Carta, no a las cartas

Por Octavio Quintero  

Todo lo que tenía que hacer era presentar un proyecto de acto legislativo prohibiendo la reelección, volviendo al espíritu inicial de la constitución del 91. Se le perdonaba, inclusive, que también él se hubiera aprovechado de una reforma constitucional abiertamente inconstitucional, tanto por el golpe que se le daba a la esencia misma de la Carta como por la forma en que se logró reformar el famoso “articulito”, a punta de mermelada, como se llama ahora el delito de cohecho.

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Por Octavio Quintero  

Todo lo que tenía que hacer era presentar un proyecto de acto legislativo prohibiendo la reelección, volviendo al espíritu inicial de la constitución del 91. Se le perdonaba, inclusive, que también él se hubiera aprovechado de una reforma constitucional abiertamente inconstitucional, tanto por el golpe que se le daba a la esencia misma de la Carta como por la forma en que se logró reformar el famoso “articulito”, a punta de mermelada, como se llama ahora el delito de cohecho.

Pero no… Santos es un ser tramposo y anda aprovechando el acto legislativo sobre “equilibrio de poderes” para desequilibrar aún más la relación del Ejecutivo con el Judicial… Del Poder Legislativo  ni hablemos, pues, hace rato quedó convertido en un “comité legislativo” adscrito a Presidencia, que mejor sería decir, pegado con mermelada al presidente de turno.
 
Vamos para cinco años de gobierno de Santos y todavía no nos alcanza el tiempo para seguirnos  lamentando de los ocho de Uribe. Pues, óigase bien: al paso que va Santos en su particular negociación de paz con las Farc y su desbocada carrera hacia la OCDE (el club de los países ricos), entre otras gracias, vamos a necesitar tanto o más años para lamentarnos de su paso por la Presidencia.
 
¿Cómo hacer para que la gente coja experiencia de los desastrosos gobiernos que venimos eligiendo ininterrumpidamente — de Gaviria (1990) en adelante? Difícil, ciertamente difícil, porque los que se han percatado de la camarilla que nos gobierna, han tomado el camino de la abstención, dejando en manos de una  minoría ‘clientelizada’, en su mayoría, la decisión de elegir.
 
El camino democrático de la oposición ideológica es lento, llenó de obstáculos y, de contera, poblado de vanidades personales que diezman las oportunidades de alternancia en el poder que, en otras circunstancias, pudieran haber sido aprovechadas…
 
Ahora se suma a la posibilidad de derrotar al poder establecido, el voto en blanco. Sí, es una opción pero lejos, muy lejos del éxito especialmente en elecciones corporativas porque, como se dice atrás, los 10 o 12 millones de electores que periódicamente se acercan a las urnas están ‘clientelizados’, que mejor sería decir, corrompidos, en su mayoría.
 
Para decirlo escuetamente, Colombia es el único país de Suramérica al que no se le ve ni la más remota posibilidad de que pueda evolucionar socialmente en el futuro inmediato… Ni siquiera comparado con Chile que por años fue el teatro experimental del neoliberalismo que viene de regreso en Chile y se afianza más, cada día, en Colombia.

 

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