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El de Santos: un gobierno falaz y populista

Por José Arlex Arias Arias   

La demagogia y el populismo no son propiedad intelectual ni una exclusividad de los denominados gobiernos de izquierda, tal como pregonan permanentemente los grandes medios de comunicación con el objetivo de descalificar las propuestas y los programas que se apartan del credo neoliberal.

Resulta que ese populismo y esa demagogia son más del resorte de estos gobiernos neoliberales, que como las gallinas “ponen un solo huevo pero lo cacarean por mil”.

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Por José Arlex Arias Arias   

La demagogia y el populismo no son propiedad intelectual ni una exclusividad de los denominados gobiernos de izquierda, tal como pregonan permanentemente los grandes medios de comunicación con el objetivo de descalificar las propuestas y los programas que se apartan del credo neoliberal.

Resulta que ese populismo y esa demagogia son más del resorte de estos gobiernos neoliberales, que como las gallinas “ponen un solo huevo pero lo cacarean por mil”.

Lo hacen para esconder que sus programas son plutocráticos, al servicio de los grupos empresariales, basados en el supuesto de que el sector privado es el que tiene que proporcionar el bienestar a la población. Su propaganda llega hasta el punto de convertir a los hombres más ricos del mundo, como Bill Gates o Carlos Salinas, en “grandes filántropos”, cuando se trata solo de explotadores, especuladores y oportunistas que han sabido apropiarse de los patrimonios de las naciones.

Es eso lo que pasa exactamente con la educación. Todos los gobiernos ahondan en el tema y pregonan propósitos; en el caso del de Juan Manuel Santos, el de convertir a Colombia en la Nación más educada de Latinoamérica. El fin es loable, pero cuando se revisa de quién viene la propuesta, nos encontramos con claridad que es demagogia y populismo: Juan Manuel Santos, como ministro de Hacienda, impulsó el más grande recorte que haya tenido el sector de la Educación en Colombia, mediante una reforma constitucional que cambió la forma creciente de los recursos con relación al Producto Interno Bruto; por esa vía, la Educación dejó de recibir en los últimos diez años cerca de quince billones de pesos, según indican diversos cálculos. 

Pero además, también en forma cínica, toma las banderas de la lucha del magisterio, colectivo que reivindicó en diferentes protestas propuestas que hoy están consagradas en leyes y normas. Se trata de hacer demagogia y echar mentiras acerca de la calidad de la educación y la jornada única. En el primer sentido, es evidente el deterioro de la red de Instituciones Públicas Educativas, la falta de docentes, el hacinamiento de hasta 45 alumnos por profesor y aula, la escasez de dotación pedagógica, la educación administrada en fundaciones y ONG de garaje y la entrega de megacolegios al sector privado, convertidos en negocios; es decir, toda una conspiración contra la calidad de la educación. En cuanto a la jornada única, no puede ser más demagógico el propósito del gobierno de querer impulsar una jornada única sin la infraestructura y recursos para poderse implementar. Es decir, que se hagan más actividades pero sin aumentar el presupuesto.

La última perla la dijo la ministra “gomela”, Gina Parody, quien se imagina que los educadores y su organización gremial son simples peones y cual capataz los manda a cumplir su jornada. Tiene la desfachatez de decir que el salario promedio de los docentes es de 2.5 millones de pesos. Después de verse cogida en soberana mentira debió renunciar de inmediato. Pero no, ¡los desvergonzados neoliberales caen siempre parados!

arlexariasarias@hotmail.com

Cartagena de Indias.

 

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