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Internacionales

Los desafíos de Bachelet

Por Juan Manuel Karg  

Michelle Bachelet asumió este martes 11 de marzo un nuevo período de gobierno en Chile, tras el paso del conservador Sebastián Piñera por La Moneda. Quien invistió y tomó juramento a la presidenta fue la senadora Isabel Allende, hija del asesinado expresidente Salvador Allende. ¿Cuáles son los desafíos principales del nuevo período de gobierno de Bachelet, que finalizará en 2018? ¿En el plano externo su gobierno quedará condicionado a las relaciones internacionales que promovió Piñera?

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Por Juan Manuel Karg  

Michelle Bachelet asumió este martes 11 de marzo un nuevo período de gobierno en Chile, tras el paso del conservador Sebastián Piñera por La Moneda. Quien invistió y tomó juramento a la presidenta fue la senadora Isabel Allende, hija del asesinado expresidente Salvador Allende. ¿Cuáles son los desafíos principales del nuevo período de gobierno de Bachelet, que finalizará en 2018? ¿En el plano externo su gobierno quedará condicionado a las relaciones internacionales que promovió Piñera?

Chile ha sido, en estos últimos años, uno de los principales impulsores en nuestra región del bloque de países conservadores llamado Alianza del Pacífico, que reúne además a México, Colombia y Perú. Esta orientación en el plano internacional tuvo a Sebastián Piñera como un indudable referente de este espacio: su propia formación empresarial lo llevó a defender este alineamiento “librecambista”, que concibe a consumidores antes que a ciudadanos, y ha pretendido –y pretende- una renovación de confianza en el vínculo de América Latina con Estados Unidos, a través de la proliferación de nuevos Tratados de Libre Comercio.

La visita de Joe Biden, vicepresidente de EE.UU. con motivo del traspaso de mando, muestra que la administración Obama intenta no relegar lo conquistado en estos últimos años, específicamente en su relación con los países de la Alianza del Pacífico. Tanto Biden como Obama saben que Bachelet no es Piñera: por recorrido propio, inquietudes sociales y políticas, y orientación general de gestión gubernamental; pero igualmente marcarán presencia para intentar distanciar a la mandataria del resto de los gobiernos posneoliberales del continente. Saben bien que condicionamientos materiales como el propio funcionamiento de los TLC ya acordados con Piñera impiden, al menos a corto plazo, efectuar bruscos movimientos económicos.

Las palabras de Biden sobre lo que ocurre en Venezuela, desde el propio territorio chileno, fueron premeditadas y analizadas con rigurosidad previamente. Así, afirmó al diario ultraconservador El Mercurio que “la situación en Venezuela me recuerda a épocas pasadas, cuando hombres fuertes gobernaban usando la violencia y la opresión”. Biden intenta no sólo continuar fogueando los intentos de desestabilización en el país que cuenta con las mayores reservas petroleras comprobadas del mundo, sino que quiere también hablarle a Chile con estos dichos. Sin decirlo explícitamente, llama la atención sobre los posibles futuros aliados de Bachelet. Intenta condicionar cualquier corrimiento de “guiño” bolivariano –o con mayor autonomía de Washington- de la nueva gestión presidencial en Chile.

Sin dudas, Bachelet afrontará numerosos desafíos internos: la institucionalidad pinochetista aún sigue vigente en la Constitución chilena, el país cuenta con una matriz productiva mayormente extranjerizada, y existe una asimilación indudable entre educación y mercado. La resolución de estos temas no será de un día para el otro, claro, pero un avance (o no) en estos planos implicará sin lugar a dudas una decisión gubernamental, al menos para el tratamiento de los mismos. En el plano internacional, a su vez, se verá un roce constante entre dos orientaciones: mientras el conjunto de gobiernos posneoliberales intentará “reactualizar” su relación con el país trasandino tras el distanciamiento de los últimos cuatro años con Piñera, Estados Unidos buscará no relegar una relación preferencial en su otrora “patio trasero”.

En definitiva, la orientación que tome Bachelet en el plano externo será igual de importante que el cauce que intentará dar a los problemas internos. Ambos planos se retroalimentan: una mayor autonomía de Washington implicaría también una economía interna que rehúya a las supuestas bondades –nunca comprobadas, tal como ha dicho el papa Francisco- del librecambismo. ¿Se atreverá la presidenta a intentar un progresivo viraje económico en el nuevo período de gobierno? ¿Mirará más al sur su política de relaciones internacionales de acá al 2018? Más dudas que certezas marcarán su asunción en Valparaíso.

Buenos Aires.

 

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