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Los objetivos del diario español El País, crónica de un impostor

Por Álvaro Ramis / Punto Final   

Surgido un año después de morir Franco, el medio de comunicación goza de gran reputación dentro y fuera de España. El éxito de la empresa se debe a la pluralidad de las voces que albergó por décadas. En 2000 salió a la Bolsa y entonces sus prácticas empezaron a ser dictaminadas por la lógica del mercado.

El diario español El País tiene un nuevo director desde el 3 de mayo. Es el exeditor en Estados Unidos, Antonio Caño, quien a modo de presentación resumió su propósito

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Por Álvaro Ramis / Punto Final   

Surgido un año después de morir Franco, el medio de comunicación goza de gran reputación dentro y fuera de España. El éxito de la empresa se debe a la pluralidad de las voces que albergó por décadas. En 2000 salió a la Bolsa y entonces sus prácticas empezaron a ser dictaminadas por la lógica del mercado.

El diario español El País tiene un nuevo director desde el 3 de mayo. Es el exeditor en Estados Unidos, Antonio Caño, quien a modo de presentación resumió su propósito

editorial diciendo: “El País fue, en su momento, una pieza fundamental para empujar la transición a la democracia en Argentina, Chile y otros países bajo dictaduras militares de corte fascista. Es una actuación de la que estamos orgullosos y que sirvió para identificar nuestra cabecera con los mejores valores democráticos. En las circunstancias actuales, El País debe también contribuir a la transición hacia la democracia en países como Cuba o Venezuela. Como entonces, somos un periódico que pretende representar las aspiraciones de los ciudadanos, especialmente de la clase media, a la modernización, la libertad y el progreso”.

Un medio de comunicación tiene la libertad de fijar la línea editorial que desee. Pero al hacerlo, debe a sus lectores un mínimo de honestidad intelectual, de modo que todos podamos saber quién y por qué nos está hablando.

No está claro que El País haya sido “una pieza fundamental” en la democratización de Chile y Argentina, pero no se debe negar que en la década del 80 fue un periódico creíble, que denunció las violaciones de los derechos humanos y mantuvo una postura incondicionalmente prodemocrática.

La pregunta crucial es ¿qué tiene que ver ese periódico, al que muchos mirábamos con respeto y sana envidia, con El País de la actualidad, que hace noticia por retirar toda una edición de los quioscos debido a la publicación de una foto falsa del presidente Hugo Chávez? Es evidente que no estamos ante el mismo periódico.

Vestir El País de Antonio Caño, neoconservador en lo político y neoliberal en lo económico, con el ropaje socialdemócrata y democrático de El País de la década del 80, es una abierta impostura, que busca embaucar a una audiencia que creció confiando en un periódico que trataba de narrar lo que ocurría en un lugar determinado.

Si El País declara abiertamente que su objetivo es derrocar a los gobiernos de Cuba y Venezuela, ¿es posible esperar que sus opiniones tengan relación con lo que efectivamente ocurre en esos lugares?

García Márquez decía que “el periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”. Y Ryszard Kapuscinski pensaba que “el trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”.

¿En qué recodo del camino El País olvidó que la calidad del periodismo se mide por su relación descarnada con la realidad? ¿En qué momento se apagó la luz en la redacción del que quiso ser “el periódico global en español”?

El País de Jesús Polanco

El País fue fundado en 1976 –un año después de la muerte del dictador Francisco Franco–, por el empresario Jesús Polanco, quien había hecho una fortuna con la editorial Santillana.

Esta editora, iniciada en 1958 como una distribuidora de cuadernos de caligrafía, dio un salto en 1970 al ganar la exclusividad en un concurso del Ministerio de Educación franquista para la producción de libros de texto para todas las escuelas de España.

¿Cómo pudo Santillana ser la única casa editora que estuvo en condiciones de ganar esa licitación? Todo apunta, según el investigador Héctor Rojo, a que Polanco se benefició de una filtración desde el interior del Ministerio de Educación, que le permitió acceder por adelantado a las exigencias de la nueva Ley General de Educación.

Entre los textos que Santillana editó en este período se cuentan las obras orientadas a la asignatura de Formación del Espíritu Nacional, con la cual el franquismo adoctrinaba a los jóvenes.

Las enormes ganancias obtenidas por este inaudito zarpazo comercial permitieron a Polanco aspirar a proyectos mayores. La decadencia de la dictadura le hizo entender que la transición abriría espacio a un nuevo periódico, que pudiera aparecer desvinculado del régimen anterior.

Así, El País se presentó exitosamente como el primer diario de tiraje nacional con una clara orientación prodemocrática. Frente a periódicos como ABC, ligados a la entraña del franquismo, pudo exhibir una historia limpia y creíble.

Polanco sabía que su proyecto arraigaría solo si lograba consolidar su credibilidad. Para ello, cuidó atentamente los detalles. Contrató a dos destacados diseñadores, Reinhard Gade y Julio Alonso, para elaborar una maqueta gráfica innovadora. Importó de otros periódicos europeos dos instituciones orientadas a garantizar normas de control de calidad. Fue el primer diario en español que introdujo el ‘Defensor del lector’, al que los lectores podían hacer llegar sus reclamos y críticas, y redactó un libro de estilo que conjugó normas formales, lingüísticas, ortográficas y gramaticales, y otras de tipo ético-deontológico y profesional.

Polanco también impulsó acuerdos con otros periódicos europeos socialdemócratas, creando una red con La Repubblica de Italia y Le Monde de Francia.

Con el triunfo del Partido Socialista Obrero Español, en 1982, El País se convirtió en el periódico favorecido por el nuevo gobierno. A la vez, el periódico asumió el rol de vocero de los proyectos de “renovación socialista” hacia los países de habla hispana.

En ese juego comunicacional promovió una crítica justa y merecida a la vieja ortodoxia de la Izquierda autoritaria y filo-soviética.

Pero de contrabando, esta orientación también incluyó un aval permanente a las orientaciones promercado que comenzaron a ser hegemónicas en el PSOE, confundiendo los anhelos libertarios de los pueblos con las orientaciones liberales en la economía.

Pese a todo, El País de Polanco supo mantener su “juego de piernas” comunicacional de forma inteligente, a sabiendas de que cierto equilibrio y la pluralidad le granjearían una reputación que atraería inversores y apoyos del Estado.

Este interés en mantener los contrapesos, bajo un aura de progresismo, se comenzó a romper a partir de 2000 con el envejecimiento de Polanco y el creciente poder de Juan Luis Cebrián, coincidiendo con su salida a Bolsa.

Maruja Torres, periodista de El País por 30 años, marca ese momento: “El periódico comenzó a joderse cuando quisieron salir a Bolsa. Es decir, cuando empezaron a mear más alto del culo y quisieron quedarse con emisoras y querer abarcar más y más. Nunca pensé que un periódico pudiera hacer millonarios a unos pocos”.

El País de Prisa

La salida a Bolsa convirtió un proyecto periodístico respetable en una mera excusa para la especulación financiera. El cambio se hizo evidente de modo dramático. En 1997, El País publicó respecto a la repatriación a Cuba de los restos de Ernesto ‘Che’ Guevara lo siguiente: “El Che ya está en La Habana, donde su cadáver fue recibido por Fidel Castro con honores de héroe nacional el domingo pasado. Treinta años después de la muerte de Ernesto Guevara –el guerrillero más emblemático y seductor de la revolución cubana (…) se mantiene como un símbolo del idealista coherente y del hombre de acción (…) Vuelve el Che: un fenómeno que suscita para los que eran jóvenes progresistas cuando batallaban Guevara, Fidel o Cienfuegos (los jóvenes barbudos), la melancolía de unos ideales marchitos. Es útil para quienes no vivieron los tiempos de la revolución cubana y solo han recibido la mitología guevarista como una abstracta evocación de una lucha por un mundo mejor, más igualitario y más humano. Que siga el son”.

Diez años después –en 2007–, la línea editorial del periódico había cambiado en 180 grados: “El hecho de que el ‘Che’ diera la vida y sacrificara las de muchos no hace mejores sus ideas, que bebían de las fuentes de uno de los grandes sistemas totalitarios. (…) Seducidos por la estrategia del foquismo, de crear muchos Vietnam, la única aportación contrastable de los insurgentes seguidores de Guevara a la política latinoamericana fue ofrecer nuevas coartadas a las tendencias autoritarias que germinaban en el continente”.

Entre el “siga el son” del 97 y la abierta criminalización de las luchas sociales en 2007, media un cambio radical en la estructura de propiedad de la empresa.

El proyecto bursátil de Prisa confiaba en reportar enormes ganancias a sus propietarios, pero a fines de 2008 sus acciones se desplomaron un 80% y suspendió el pago de dividendos a sus accionistas. En 2010, la familia Polanco perdió el control sobre Prisa, del que conserva solo el 25%. En la actualidad, los accionistas mayoritarios son el grupo Liberty Acquisition Holdings, propiedad de los estadounidenses Nicolas Berggruen y Martin E. Franklin y los bancos acreedores de su enorme deuda, como Bankia, La Caixa, Santander, HSBC; en total, 28 bancos y 17 fondos especulativos.

Entre crisis y deudas, las continuas razzias han diezmado a los mejores periodistas, por medio de despidos masivos o recluyéndolos en secciones regionales o de información deportiva y generalista.

Todavía pueden verse los maravillosos dibujos de El Roto (Andrés Rábago García), sin duda el mejor humorista gráfico español. Pero si se revisa la información política e internacional, encontraremos las perlas informativas que nos comparte Pascual Serrano y que mes a mes parecen superarse a sí mismas en desfachatez y desvergüenza.

El País de Polanco tenía muchos defectos. Era fruto de un capitalismo de amigotes, dependiente del favoritismo gubernamental. Pero con todo supo mantener un mínimo de credibilidad que permitía al lector acercarse a sus páginas sabiendo que lo que allí aparecía tenía algo que ver con la realidad.

Hoy ese vínculo se ha roto. ¿Quién habla por El País de Prisa? ¿Los bancos acreedores, el grupo Liberty, las agencias de inteligencia de Estados Unidos, el Ministerio del Interior de España? ¿O todos ellos a la vez?

Punto Final, Santiago de Chile.

 

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